La hora de la verdad para Shinzō Abe

Cartel de la campaña del PLD con el rostro del primer ministro Shinzō Abe en Osaka (Foto: m-louis/Flickr, licencia CC-BY-SA)

Aunque las elecciones para la cámara alta de la Dieta nipona suelen ser inocuas, los comicios de este domingo se han convertido, por una serie de factores, en un referendo para el primer ministro Shinzō Abe, que lleva menos de un año en el cargo, tras suceder al carismático Jun’ichirō Koizumi, que estuvo un lustro allí. Si bien es improbable que Abe renuncie, los analistas (incluso los más prudentes) predicen una debacle para la coalición conformada por el –eternamente— oficialista Partido Liberal Democrático (PLD), de centroderecha, y el budista Nuevo Kōmeitō (NK).

En este especial, les contaremos cómo han sido los 10 meses de la administración del primer ministro Abe, cómo sus políticas han despertado polémica y cómo su popularidad se ha desplomado en medio de los escándalos y las metidas de pata de su gabinete. También les explicaremos las plataformas y los programas propuestos por los principales seis partidos y les presentaremos a dos candidatas, en orillas ideológicas opuestas, que, independientemente de sus posibilidades de alcanzar una curul, han atraído la atención de los medios. Finalmente, les presentaremos un panorama del ambiente electoral y de lo que podría (o no) pasar con Abe y con su partido, el PLD.

Los miembros de la Cámara de los Consejeros son elegidos para periodos de seis años. Cada tres hay elecciones, en las que están en juego la mitad de las curules. Así, 377 candidatos, 218 por circunscripción prefectural y 159 por sistema proporcional (en el cual el votante es libre de escribir el partido o el candidato de su preferencia), se disputan 121 escaños. Normalmente, la cámara alta tiene menos poder que la Cámara de Representantes, que al final de cuentas es la que elige al primer ministro, pero un cambio de fuerzas en el “senado” sin duda influirá en el equilibrio de poder. Las encuestas han mostrado un constante descenso de la popularidad del primer ministro Abe y su gabinete, mientras el principal movimiento de oposición, el centrista Partido Demócrata de Japón (PDJ) crece en intenciones de voto, si bien su principal figura, Ichirō Ozawa, goza de un descrédito apenas menor que el nieto del criminal de guerra Nobusuke Kishi.

La gestión del primer ministro Abe: nacionalismo a ultranza, escándalos y metidas de pata

Abe y su gabinete ministerial han intentado establecer una agenda nacionalista, con polémicas reformas a la educación, que incluye modificaciones a los libros de texto de historia a fin de disimular las atrocidades cometidas por el Imperio Japonés durante la Segunda Guerra Mundial (incluso el suicidio masivo en la batalla de Okinawa, alentado por el Ejército Imperial en 1945), y la búsqueda de una reforma constitucional, cuyo punto más polémico es el artículo 9, que prohíbe expresamente a Japón iniciar la guerra y mantener fuerzas armadas beligerantes. Lo anterior se complementa con la negación sistemática de otros delitos de lesa humanidad, como las mujeres de solaz o la masacre de Nankín, alentada por los sectores más radicales de ultraderecha. Todos estos temas han despertado una gran polémica en los círculos políticos de la región e incluso en Estados Unidos, donde el demócrata Mike Honda tramita, hasta ahora con éxito, una resolución no vinculante contra Japón por el asunto de las esclavas sexuales.

Cartel del Partido Comunista que reza "Protejamos el artículo 9 de la Constitución" (© Partido Comunista Japonés)

Aparte de la fuerte oposición a la reforma del artículo 9 de la constitución, a la mayoría de los japoneses no les importa en lo absoluto la preocupación de Abe por el papel de Japón en el mundo, la búsqueda de una mayor “asertividad” o la ampliación del papel de las Fuerzas de Autodefensa en la alianza que mantiene el archipiélago con EUA. El “bello país” del japonés común y corriente tiene más que ver con la economía y con los asuntos más cotidianos (como un lento pero sostenido crecimiento económico que no se refleja en los bolsillos de la mayoría de los nipones), que Abe y su gabinete no han podido resolver. El escándalo de las pensiones es el tema más importante en la campaña que inició el pasado 12 de julio. En abril el PDJ denunció una serie de irregularidades en los sistemas de archivo de la Agencia de Seguridad Social. Luego se supo que más de 50 millones de registros del sistema pensional se habían perdido. Abe reconoció que sabía del asunto desde finales del año pasado. Lo peor es que pretendía aplazar la discusión del tema hasta después de las elecciones.

A lo anterior se suma el alarmante descenso en la tasa de la natalidad, lo cual podría hacer descender la población de los 126 millones actuales a cerca de 90 millones en 2050. El incompetente Hakuo Yanagisawa, destacado cuando fue Ministro de Finanzas, no ha hecho mayor cosa por remediar la situación, pues de ello depende, entre otras cosas, la sostenibilidad del sistema pensional. En cambio, ha hecho indelicados comentarios (las mujeres son “máquinas de procrear”, una pareja saludable debe tener “por lo menos dos hijos”) en lugar de proponer políticas tendientes a estimular a los jóvenes a arriesgarse a conformar una familia. Muchas mujeres prolongan su vida de solteras lo que más pueden, pues por lo general sus carreras laborales terminan el día en que salen a “disfrutar” de su licencia de maternidad.

Hablando de metidas de pata, las imprudencias verbales han sido características del gabinete de Abe, a quien critican por escoger a sus hombres y mujeres por la experiencia y la antigüedad en el partido, en lugar de por la idoneidad y la capacidad para el cargo al cual lo postula. El ministro de Defensa, Fumio Kyūma, dijo en enero que la invasión estadounidense a Iraq había sido una “equivocación”, afirmación que tuvo como consecuencia la cancelación de una visita del vicepresidente Dick Cheney. Hace cerca de un mes, Kyūma tuvo que renunciar por haber “justificado” los bombardeos norteamericanos sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, pues según él ello evitó una invasión soviética, lo que demuestra que el tema bélico sigue siendo muy sensible en un país que, a pesar de lo pregonado por el gobierno, es alérgico a lo que tenga que ver con armas, milicia y guerra. Tampoco podemos dejar de lado los escándalos de corrupción que han salpicado a altos funcionarios de la administración. El ministro de Agricultura, Pesca y Silvicultura Toshikatsu Matsuoka se suicidó en mayo pasado, aparentemente por el peso de haber recibido más de US$100.000 en donaciones de empresas constructoras que buscaban participar en proyectos gubernamentales. Lo peor es que su sucesor, Norihiko Akagi, también está envuelto en un escándalo similar. Faltando dos semanas para los comicios, el ministro de Exteriores y fanático del manga Tarō Asō se metió con los enfermos de Alzheimer, cuando trataba de subrayar la enorme diferencia de precio entre el arroz japonés y el chino en este último país.

La falta de sintonía de Abe con el pueblo puede costarle caro en términos políticos. Una encuesta electrónica del conservador Yomiuri Shimbun reveló que el 48% de los participantes quiere que Abe dimita. Hay que destacar que el Yomiuri ha defendido a capa y espada a la actual administración. Sin embargo, Yasuhisa Shiozaki, portavoz gubernamental y mano derecha del primer ministro, descarta que eso suceda. Ni las propuestas ambientales han logrado contener la estrepitosa caída de popularidad de Abe. Recién empezada la campaña, el PLD ha intentado tranquilizar a los japoneses respecto del tema pensional, pero nada parece convencer a una mayoría desilusionada con el pobre desempeño de la coalición oficialista. Algunos son prudentes, pero los últimos sondeos, publicados a mitad de semana, predicen una victoria colosal del PDJ, lo cual, si ocurre, abre el camino hacia un sistema gobierno-oposición en el futuro más cercano.

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