Las mujeres arriba
Especial Día Internacional de la Mujer 2007Por Rafa XIII
jueves 8 de marzo de 2007 0:01 COT
Uno de los tradicionales postulados del machismo es aquel que sostiene que este mundo está hecho por y para hombres, que tanto en el reino animal como en la especie humana, hay una marcada primacía de lo masculino sobre lo femenino y que, supuestamente, siempre ha sido así, y siempre será así. Sin embargo, la historia de la Humanidad -en vez de decir “historia del Hombre”- nos ha entregado innumerables ejemplos en los que las mujeres han ostentado el poder con un éxito apabullante para los misóginos y enaltecedor para quienes creemos que la mujer es igual e incluso superior a nosotros en muchos aspectos.
La primera gran referencia femenina en la política y el arte de gobernar es nada menos que la reina Cleopatra VII de Egipto (69-30 AC), quien tuvo, a falta de cojones, las agallas suficientes para mantener la independencia de sus territorios frente al poder imbatible del Imperio Romano, encabezado por Julio César. Cleopatra combinó la intriga palaciega, el despliegue militar y su belleza, no sólo ante el César, sino ante Octavio Augusto, su sucesor. Como si fuera poco, Marco Antonio, el gran mariscal de las tropas romanas, cayó ante sus encantos, tuvo tres hijos con ella y contribuyó a la propia expansión de los dominios egipcios. Cuando el ejército de Octavio logró vencerlos, los dos amantes se suicidaron.
Gran Bretaña ha aportado cinco mujeres para la posteridad. Isabel I de Inglaterra –Elizabeth– (1533-1603), hija del célebre Enrique VIII, convirtió a una isla de apenas dos millones de habitantes en una potencia marítima y comercial que inició un impresionante proceso de expansión por todo el mundo, que tras el declive del poderío de España, se transformó en el Imperio Británico. Isabel I nunca se casó, por lo que se le apodó “la reina virgen”, sin que ello singificara que no tuvo su séquito de amantes y favoritos que contribuyeron al afianzamiento de su poderío, en contraparte a su prima y mortal enemiga, María Estuardo (1542-1587) –Mary Stewart-, reina de Escocia, que organizó varios complots para derrocar a Isabel y gobernar completamente el archipiélago. Muy popular en Escocia, María era odiada en Inglaterra, hasta tal punto que los leales a Isabel la hicieron apresar y la ejecutaron. Por esas cosas del destino su apodo Bloody Mary –"María Sanguinaria"- se convirtió en el nombre de una bebida alcohólica, y el adjetivo bloody tomó la acepción de insulto en la jerga inglesa. Pero en un giro paradójico de la historia, fue una descendiente de María, Ana Estuardo –Anne Stewart– (1665-1714), la encargada de formar el Reino Unido, fusionando bajo su reinado las coronas de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda. Más de un siglo después, Victoria (1819-1901) le dio el nombre no solamente al reinado más largo de los monarcas británicos –64 años-, sino a la época en la que Gran Bretaña se impuso ante el mundo como la nación más poderosa e influyente, y en cuyos enormes confines nunca se ponía el sol. Ya en nuestros tiempos, una testa no coronada, pero tanto o más brillante que sus antecesoras, recuperó para su país algo del esplendor y la resonancia de otras épocas en el ámbito internacional: Margaret Thatcher (1926), “La Dama de Hierro”, como primera ministra entre 1979 y 1990, tuvo un papel crucial en el final de la Guerra Fría, siendo aliada incondicional de los Estados Unidos y los demás países poderosos de Occidente. Thatcher lideró a Gran Bretaña en la breve guerra contra Argentina por las Islas Malvinas, en 1982.
La fría Rusia de los zares nos dio a Catalina II “La Grande” (1729-1796), mujer de amplios conocimientos y méritos, que sucedió a su esposo Pedro III, e inició un proceso de occidentalización más ambicioso que los que emprendieron Iván IV –El Terrible- y Pedro I –El Grande-. Catalina era capaz de hablarles en su propio idioma a los embajadores que se presentaban ante su corte, e incluso se dice que tuvo un affaire con el legendario prócer venezolano Francisco de Miranda, cuando éste visitó Europa.
Tal vez la Madre Patria no existiría y América habría sido descubierta por otros conquistadores si Isabel I de Castilla (1451-1504) no hubiera sentado las bases para la formación de España. A partir de su matrimonio con Fernando V de Aragón, con un reino unificado, fue posible expulsar a los musulmanes de la Península Ibérica y luego financiar la gran empresa de Cristóbal Colón de llegar al Nuevo Mundo. Isabel apoyó contra la voluntad de muchos cortesanos, e incluso su propio marido, aquella aventura que bien podía terminar en tragedia, o bien podía, como en efecto lo fue, convertir a España en el imperio más grande del inicio de la era moderna. Infortunadamente, los sucesores de Isabel y Fernando, cegados por la ambición, desperdiciaron las riquezas y acabaron ellos mismos con la hegemonía española en el orbe.
En Medio Oriente, donde por aspectos culturales y religiosos las mujeres son consideradas apenas poco más que objetos decorativos, tres damas incursionaron en la política con resultados disímiles. Indira Gandhi (1917-1984), hija del líder nacionalista Nehru, fue dos veces primera ministra de India, lidiando con los graves conflictos entre hindúes, budistas y musulmanes, el problema fronterizo con Pakistán por la franja de Cachemira y los tremendos índices de pobreza y hambre del segundo país más poblado de la Tierra. Su asesinato, a manos de su propia escolta, estremeció la opinión pública, y el posterior magnicidio de su hijo y sucesor, Rajiv Gandhi, envolvió a esa dinastía de gobernantes indios con un sino de desgracia. Y precisamente en su vecino Pakistán, Benazir Bhutto (1953), es hasta la fecha la única mujer que ha gobernado un país islámico. Hija del depuesto Alí Bhutto, Benazir estuvo en el cargo en dos ocasiones, soportando fuertes críticas de los fundamentalistas musulmanes y de los sectores conservadores de su país, lo que a la larga motivó su caída y la instauración de un régimen al estilo iraní. En Israel, la primera ministra Golda Meir (1898-1978) fue una de las grandes artífices del afianzamiento del joven estado judío.
En América Latina, cinco países han sido presididos por mujeres: La pionera fue Argentina, en donde gobernó María Estela Martínez (1931) –Isabelita– de 1974 a 1976, en reemplazo de su esposo, el fallecido ex general Juan Domingo Perón. “Isabelita” soportó enormes crisis económicas y tensiones políticas, que llevaron a un golpe militar y a una dictadura que se prolongó hasta 1983. En Ecuador, la vicepresidenta Rosalía Arteaga (1956) asumió el cargo temporalmente en 1997 ante la destitución por incapacidad mental, decretada por el Congreso, del presidente titular, Abdalá Bucarám, pero fue depuesta dos días después. En Nicaragua, Violeta Barrios de Chamorro (1929), viuda de Pedro Joaquín Chamorro, periodista opositor a los regímenes de los Somoza, fue presidenta de 1990 a 1996, siendo la artífice de la consolidación de la democracia nicaragüense tras el largo gobierno sandinista. En Panamá, Mireya Moscoso (1946) ocupó la Jefatura del Estado de 1999 a 2004, y en el amanecer del siglo XX, tuvo el honor de recibir para su país, de manos de las autoridades estadounidenses, el completo control del canal interoceánico, tal como se había estipulado en el tratado Torrijos-Carter. Por último, en Chile, Michelle Bachelet (1951), ferviente opositora durante el gobierno de facto del general Augusto Pinochet, fue elegida para el cuatrienio 2006-2010.
Seguramente en los años venideros habrá más mujeres que lleguen al poder y que, como en la gran mayoría de los casos, se desempeñen con lujo de detalles en sus cargos. Pero aún más importantes que aquellas señoras poderosas y conocidas, están las que tenemos a nuestro lado, aquellas que son las que realmente dirigen nuestros hogares, como madres, esposas y compañeras. Ellas son la otra mitad de la vida, y sin las cuales, la nuestra -si acaso fuera posible que existiera- no tendría ningún sentido. Para todas, desde Eva hasta la última bebita que acaba de nacer, una flor.
Otros artículos del "Especial día internacional de la mujer"
- Alma de mujer por: Freyja
- ¿Avanzan las mujeres en Noruega? por: Álvaro Ramírez Ospina
- ¿Cuál día de la mujer? por: Markota
- De las mujeres y el vallenato por: Jaime Medina
- El incómodo discurso de las mujeres por: Carlos Uribe de los Ríos
- Entre las office ladies, el complejo de Lolita, las “mujeres de solaz” y las “máquinas de procrear” por: Julián Ortega Martínez
- modos por: pequeña padawan
- Mujeres argentinas por: Malena EZcurra
- Mujer y naturaleza por: Germán A. Quimbayo
- Ser mujer es para machos por: Bailarina
- Cieloazzul, una mujer a todo dar por: Lully
- Historia de dos mujeres por: Marsares
viernes 9 de marzo de 2007, 10:22 COT
Quería aclarar que quien escribe el artículo tiene una confución entre María I de Inglaterra, hermana mayor de Isabel, a quien sus detractores llamaron Bloody Mary, y María Estuardo.
en efecto la primera María era hija de Catalina de Aragón y Enrique VIII, y fue la sucesora de su hermano Eduardo VI, hijo de la union de Enrique con su tercera esposa Jeane Seymour, a su vez suscesor de Enrique.
Reina de 1554 a 1558 y restablece brevemente el catolicismo en Inglaterra, a su muerte es sucedida por ISABEL.
En cuanto a María Estuardo reina de escocia de 1542 a 1567, esta era hija de jacobo V de Escocia cuya madre fue la hija mayor de Enrique VII, padre de Enrique VIII.
al morir la descendiente legítima de Enrique VIII, (María I Tudor), María Estuardo reclamó la corona de Ingalterra fundandose en el hecho que ella sería la descendiente legítima mas cercana a Enrique VIII y no Isabel que sería hija ilegítima, el resultado del duelo de las dos reinas termino en 1587, cuando María Estuardo es decapitada.
viernes 9 de marzo de 2007, 14:20 COT
Hay que hacer la precisión sobre el hecho de que a María Estuardo y en general a sus descendientes se les quiso negar el derecho al trono inglés en virtud a la llamada Acta de Sucesión, expedida por Enrique VIII, y en la que se aseguraba entre líneas que ningún Estuardo podría acceder a la corona inglesa. Con el acta de Sucesión, efectiva a su muerte, Enrique VIII terminaba por incumplir completamente con algo a lo que le había sacado el cuerpo en vida: el Tratado de Greenwich, en el que se arreglaba la boda de María Estuardo y Eduardo VI para que sus herederos ocuparan los tronos de Inglaterra y Escocia.
sbado 10 de marzo de 2007, 21:31 COT
Tu recorrido por la historia enaltece la historia de la mujer, empezando por Cleopatra, la reina que defendiò su imperio utilizando las armas de la seducción, pero me quedo con tu último párrafo. Las mujeres desconocidas que a diario levantan un hogar, crian sus hijos y los apoyan a ustedes, son las que más valor tienen, porque no esperan nada a cambio. Gracias por tan lindo artículo. Un abrazo afectuoso.
domingo 11 de marzo de 2007, 01:11 COT
Primito tiene usted tanta razón y se le agradece tanto… porque son esa mujeres que han estado al lado nuestro las que de verdad sostienen el mundo, que lo digamos nosotros que nos criamos con esa mano de viejas que son las tías, las abuelas y por supuesto la mamá…
que lo digamos nosotros que somos de una familia de mujeres valientes y fuertes…
Gracias a esas mujeres buenas, que para los demás pueden ser invisibles, es que existen hombre maravillosos como usted.
Un abrazo enorme porque aunque no crea mucho en la celebraciones, cosas como sus palabras son las que hacen especiales estas fechas.
domingo 11 de marzo de 2007, 15:26 COT
¿Necesitamos un matriarcado para salir del atolladero en el que nos encontramos? No sería mala idea. Como lo traes en cuento en este artículo, las gobernantes han tenido variados éxitos, triunfando en aquellos campos donde el hombre ha fracasado. Pero también lo han hecho al lado de los grandes hombres. Recuerdo en este momento a la baronesa Berta Von Suttner quien fue el sostén de Alfred Nobel cuando éste se derrumbó al comprobar que su invento, la dinamita, estaba siendo usado para la guerra con efectos devastadores. Ella influyó sobre el cientìfico hasta conseguir que con su inmensa fortuna se creara la fundación que hoy es motivo de orgullo para la humanidad, al premiar a los hombres que buscan el bienestar del ser humano.
lunes 12 de marzo de 2007, 12:22 COT
Marsares, el meollo del problema es que no tenemos una mujer en las instituciones que tenga la preparación y el poder para gobernar de las damas mencionadas. Ha habido mujeres “guerreras” como doña Berta Hernández de Ospina Pérez, que son su legua afiladísima en su columna de “El Tábano”, levantaba roncha en el acontecer político nacional. “La Capitana”, María Eugenia Rojas, aunque algo logró, dejó desvanecer el legado de Rojas Pinilla en sus días de la Anapo. Noemí Sanín, Claudia Blum, María Emma Mejía y Carolina Barco son las que más se han acercado al prototipo de mujer presidenciable en Colombia, aunque cada una tiene sus peros. No creo que todavía haya una señora lo suficientemente preparada para asumir el gobierno.