Historia de dos mujeres
Especial Día Internacional de la Mujer 2007Por Marsares
sbado 10 de marzo de 2007 18:09 COT
Ofelia
Recuerdo sus ojos verdes. A través de ellos percibo la belleza que alguna vez tuvo. La despensa está vacía pero acaba de traer a “Luna”, su french poodle, de una sesión en la peluquería. Natalia, su hija menor, desfila como una reina por la pequeña sala de este apartamento situado en el centro de Itagüí. La nostalgia la invade cuando habla de Javier Rojas, el hombre que la sacó del barrio Antioquia de Medellín cuando acababa de arribar a la adolescencia. “Apenas tenía 14 años, pero me sacó de la pobreza”. Habla de las noches de amor y de las golpizas que le propinaba, de las amantes que le refregaba en la cara y de los trasnochos prensando las pacas de marihuana que le darían fama a Colombia como la nación donde se cultiva la mejor marimba. “Él fue de los que inició el negocio” y orgullosa me cuenta que fue de las primeras en manejar una Ranger por los caminos de la Guajira. Después vendría Miami, los lujos y los trasnochos, pero esta vez empacando dólares. “Nunca supe para dónde se fueron”. La mansión quedó abandonada cuando supo que la DEA la perseguía. Ella alcanzó a escapar, pero Javier no tuvo la misma suerte. “Lo mataron”, me dice lacónicamente. Natalia me sirve un café mientras Ofelia me cuenta cómo, años después, también hicieron lo mismo con su hijo en Medellín. “Ahí se me derrumbó la vida”. Me habla de Luz Dary, su hija mayor que vive en el Popular 2, en las laderas de Medellín, con sus 5 hijos. “Al mayor lo mató la policía”. Salió de la casa a comprar lo del desayuno y un cruce de disparos entre policía y milicianos, acabó con su vida, es su explicación. “Ayúdeme”, me dice. “Dígale a Álvaro que me deje levantar un ranchito en La Cruz”. Se refiere al presidente de la Junta de Acción Comunal de un barrio de invasión que queda al lado del metro, en Itagüí. Le prometo ayudarla. De las dos casas y los dos carros lujosos que tenía cuando regresó a Medellín de su aventura gringa, nada le queda. Todo lo fue vendiendo, para vivir primero en el derroche y luego para disfrazar la necesidad. Ofelia me despide con una sonrisa. “No se olvide de mí”.
La Dra. Ester
“Creyó que siendo procuradora, nada le iba a pasar”. Una de sus antiguas empleadas habla de la “Dra. Ester”, la abogada que un día llegó a Apartadó para quedarse. “Era buena gente”, dice el procurador agrario de ese entonces, que muchas veces la acompañó en su sueño de hacer justicia. “Pero se le olvidó que los códigos acá no mandan. Únicamente la Brigada XVII”. El comienzo del fin llegó con una denuncia. “Dentro de la brigada hay fosas comunes. Allá entierran a los desaparecidos”. Contando con el silencio de la gente como única ayuda, un día se fue para el cuartel. Alguien en el pueblo se santiguó. Allá le dijo al comandante que la acusación era seria y que la Procuraduría no se iba a quedar de brazos cruzados. El comandante prometió toda la colaboración. La Dra. Ester le creyó y siguió adelante, consiguiendo retazos de testimonios y promesas de otros más. “El día anterior estaba feliz. La investigación preliminar estaba terminada y lista para ser remitida a Bogotá”, recuerda su secretaria. A la mañana siguiente, la Dra. Ester recorrió a pie, como todos los días, las pocas cuadras que la separaban de la procuraduría provincial, en compañía de su escolta. Cuando este abría la puerta de la oficina, un sicario los mató a ambos. El expediente jamás salió de Apartadó y los demás empleados debieron salir de allí al poco tiempo. Las amenazas eran concretas. “O se van o se mueren”. La Brigada XVII. ¿Alguien se atreverá algún día a desenterrar los muertos que guardan debajo del pasto finamente cuidado por las podadoras?
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sbado 10 de marzo de 2007, 18:38 COT
Triste desenlace en ambos casos. Historias que parecen repetidas con otros nombres. Parece ser una dinàmica de ciertos perfiles existentes en Colombia, pero que no dejan de conmoverme.
Te colmo de besitos por tanto apoyo y solidaridad expresados en nuestra casa equinoXial!
sbado 10 de marzo de 2007, 18:43 COT
Ah!! pero una preguntita, ¿Si pudiste ayudar a Ofelia?
En que terminò su vida?, ya murió?
lunes 12 de marzo de 2007, 04:07 COT
Mucha sangre derramada, demasiada. Creo que a las mujeres les queda mucho trabajo en Colombia también. Pero es muy dificil, demasiado machito con pistola…
lunes 12 de marzo de 2007, 10:02 COT
Y esa es la interminable historia de nosotras las mujeres…quedarnos siempre solas, llorando a nuestros hombres muertos, tener en la piel el olor de la sangre, y dejar a hijos huérfanos desde muy pequeños, porque ellos los hombres siempre van a la guerra pero nunca regresan de ella (si no es físicamente, lo es mentalmente).
Un abrazo Marco
jueves 15 de marzo de 2007, 20:47 COT
Marco, lindo!! no me has dado respuesta, què pasò con Ofelia?
Un abrazo y… estás muy perdido!
jueves 15 de marzo de 2007, 21:15 COT
Lully:
Ofelia al fin pudo construir una pequeña casita en el barrio. Luego de un tiempo, en la que poco y nada colaboró con la junta de acción comunal, se marchó de allí, dejándola en arriendo. En este momento no sé de su paradero.
Carlos:
Si, mucho machito con sus fierros, empezando por los de arriba, que los contratan.
Bailarina:
Son muchas historias para contra, muchas de ellas repetitivas. Hay una, vive en Caicedo, comuna nororiental. Su vida es de ficción. La llaman la “viuda negra”. Tiene apenas 32 años. Tres maridos ha tenido. Tres veces ha quedado viuda. Se los han matado a los pocos meses de estar con ella.