Ella
Especial Día Internacional de la Mujer 2007Por Beto Agudelo
jueves 8 de marzo de 2007 0:01 COT
Lo entendí a la perfección desde el primer momento.
El hombre no era un tonto soñador, ni estaba alucinando por el cansancio, cuando se detuvo en medio del bosque mirando hacia el claro, mientras escuchaba su voz – oh, su dulce voz – y miraba extasiado cada movimiento de la danza, cada ondulación de su cuerpo suave, ondulante como el viento, como un sueño, y sin embargo tan real como el dolor.
La primera vez, un Rey poderoso se perdió en el ensueño antes de que las estrellas volvieran a brillar. Luego, un hombre – un simple mortal – encontró refugio de sus penas y sus enemigos al amparo de una larga cabellera negra como la noche, y de una voz cuya música fue la música misma. Después, otro Rey – uno extraviado y oculto – pensó que pasaba a un mundo lejano en el espacio y en el tiempo cuando escuchó un cantar dulce como la brisa nocturna y hermoso como el primer amanecer.
Los tres, cada uno en su momento, acometieron empresas imposibles: Un Señor entre los Primeros Nacidos prefirió la Luz de unos ojos femeninos a la Luz Primordial, y fundó un Reino que marcó el destino de un Mundo. El hombre – ese simple mortal – recobró de la Oscuridad absoluta la Luz Primordial, y con ella ganó la Eternidad junto a un ser maravilloso. Y el último de los Grandes Reyes de los Días Antíguos destruyó la Sombra y trajo del pasado la gloria de sus propios ancestros para que quedara como testimonio de mayores glorias. Y todo por ganar la compañía de una Princesa muy por encima de su linaje.
Los tres triunfaron – excepto ante los inexorables pasos del Tiempo que marca el destino de todas las cosas – pero, antes, sufrieron lo indecible. Y todo, por Ella. Por una canción entonada por una voz dulce, o una mirada tan luminosa como llena de ternura, o por un instante, uno tan sólo, de sentir ls yemas de sus dedos rozando el dorso de una mano cansada, endurecida y brusca por el contacto de la espada. Nunca les importó dormir bajo el manto despiadado de la noche, o comer apenas lo suficiente para continuar durante la próxima, extenuante jornada. Nunca se quejaron ante los obstáculos impasables ni ante las murallas de enemigos aullantes ni en presencia de su Némesis.
Ellos sabían que al final de sus trabajos – aunque a veces pareciera que tal final no estaba en el horizonte – obtendrían su recompensa: una sola palabra capaz de hacer olvidar todo el cansancio, una caricia que les devolviera las fuerzas y, quizá, un beso, siempre único, siempre inolvidable, que hacía parecer un juego de niños la mayor de las hazañas. Y, es posible asegurarlo, cada uno de los tres hubiera vuelto atrás en el camino y emprendido de nuevo sus aventuras, simplemente por ganar de nuevo su recompensa.
Oh, yo mismo volvería atrás, y me quedaría extasiado viéndola de nuevo, y daría en ofrenda mi otra mano y entraría de nuevo en la Fortaleza Oscura. Por eso lo entiendo a la perfección y sé que el hombre no era un tonto soñador ni estaba alucinando por el cansancio.
Y es que Ella es toda la dulzura maternal, toda la capacidad de amar y esperar, todo el Poder Creador de la Madre, la Primera, cuyo representante vivo y sagrado es como ha sido siempre.
Es Ella, y eso basta; es una Reina, y como tal merece toda la devoción y todo el Amor – así, com mayúscula. Más aún, es una Diosa, y es nuestro deber – simples mortales – adorarla.
No lo olvides: cada vez que te cruces en la calle, en el pasillo, en las escaleras, con uno de esos seres tan diferentes de nosotros – instinto y músculo – recuerda que ese Ser – percepción y ternura – es inevitablemente maravilloso, pues puede hacer una sola cosa que tú no puedes: Ella puede Crear.
Por eso y para eso es Mujer.
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jueves 8 de marzo de 2007, 09:59 COT
Indudablemente un verdadero hombre es el que reconoce todo el significado de la mujer.
No todos entienden (ni hombres ni mujeres) todo lo que tenemos las mujeres en el corazón.
Gracias, me llegó al alma.
viernes 9 de marzo de 2007, 16:04 COT
Mornatur, simplemente mil gracias 🙂
sbado 10 de marzo de 2007, 18:30 COT
Perfecta inspiración. No obstante, ustedes señores, no olviden que son nuestro complemento,y tú, apreciado Mornatur, sabes muy bien como hacer sentir bien una dama. Me he sentido halagada con tu deferencia y atractivo escrito.
Mi abracito femenino para tì!
domingo 11 de marzo de 2007, 14:49 COT
Alguna vez, cerca a la Plaza de Quevedo, recién salía de ver “La agonía del difunto” de Esteban Navajas, en el recinto del Teatro Libre de Bogotá, cuando la vi pasar. Alta, delgada, con una bufanda que le cubría parte del rostro, caminaba sutilmente por la calle empedrada. Fugaz, como una aparición, apenas recuerdo la mirada intensa que me dirigió por un instante. Me entretuve por unos momentos y me dispuse a seguirla. Sin embargo, desapareció para siempre, dejándome apenas su aroma de mujer.