El matriarcado que me tocó
Especial Día Internacional de la Mujer 2009Por Julián Ortega Martínez
domingo 8 de marzo de 2009 4:03 COT
A mí me tocó un matriarcado, como a muchos en este país. Y en esta entrada, en el más cursi tono confesional, les relataré cómo me ha ido, más o menos… En fin, haré esto lo más personal posible. Al fin y al cabo, toda la vida he estado, para bien o para mal, rodeado de mujeres. Algunos creerán que tengo muy buena suerte, pero debo decir que, si bien tiene sus ventajas, el matriarcado para cualquier hombre, por más "liberal" o "mente abierta" que quiera o pretenda, es muy duro. Y aunque no me ha ido extraordinariamente mal, tampoco puedo decir que me sienta del todo feliz. Acaso esté exigiendo demasiado.
Puede decirse que tuve tres "mamás", ninguna de las cuales es mi madre biológica (que vive y anda por ahí, con quien tengo una relación difícil, más que por el rencor del abandono, por tener maneras de pensar muy diferentes, por motivos más allá de cualquier brecha generacional). Mi abuela —un ser adorable y entregado (aún hoy haría, literalmente, lo que fuera por mí), pero absolutamente dominante y con voluntad de hierro— y dos tías fueron quienes me criaron y me sacaron adelante. Claro, gracias a eso estoy acostumbrado a muchas cosas que para la gente de mi edad —hablo de cuando era más niño— eran un misterio o incluso algo no muy agradable. Y quizás ese contacto "natural" con esas "cosas de mujeres" haya influido en mi pasmosa costumbre de meterle sentimiento (amor, ternura, odio) a casi todo lo que hago, digo o pienso. Hasta los 10 años dormía con mi abuela o, cuando mi abuelo llegaba de sus viajes, dormía con alguna de mis tías. Eso terminó cuando mi abuelo, quien fue de todo menos una figura paterna para mí (otro tanto va para mi papá, un buen tipo en todo caso), me compró la cama en la que sigo durmiendo hasta el día de hoy.
Si bien fui más o menos "consentido", la verdad pocas veces aproveché esa circunstancia, quizás por la misma ingenuidad que hoy en día suele pasarme factura en tantas situaciones. Y aunque a medida que iba llegando a la adolescencia, mi "buen comportamiento" me permitía acceder a ciertas libertades, estoy seguro de que si me hubiera acercado al más bien generoso límite que se me permitía me habría metido en muchos líos. Por supuesto eso, unido a mi ineptitud para esos asuntos del "amor", hizo que mi paso por el colegio fuera bastante improductivo en el ámbito emocional. En esa época mantuve un número "equilibrado" de amigos y de amigas pero, aunque me sentía más cómodo entre las niñas por las que no sentía ningún interés afectivo más allá de la amistad, la crueldad de unas, el egoísmo de otras y la indiferencia de la mayoría me vencían sin que yo entrara a la batalla.
En la universidad la cosa no cambiaría mucho. Duré nueve años detrás de una mujer que, si bien no es tan mala como varios de quienes me conocen creen, fue bastante astuta para sacar provecho de mi disposición absoluta, de mi comportamiento servil y de las mentiras que me decía a mí mismo (y que me creía) para poder seguir teniendo motivos para buscarla, a pesar de que siempre supe que no iba a tener nada con ella y de que ella, por más que lo deseara, no iba a ser la "primera". Eso sí, nuestras peleas sí parecían de novios, y cuántas tonterías nos soportamos el uno al otro. Para esta época, pocos amigos sinceros tenía y, en todo caso y cuando se podía, la compañía femenina me reconfortaba más que la masculina (los tipos, a quienes veía más como "competencia" que otra cosa) y tuve una que otra amiga sincera. En los periodos de tiempo en que ella y yo nos alejábamos, una que otra mujer valiosa se atravesó por mi camino, pero mi terquedad y mi inexperiencia total me anulaban por completo. Siempre quedábamos como "buenos amigos" y ya. Sí, por mi crianza y por muchas otras cosas más tengo la clásica predisposición a convertirme en el "amigo gay" de mis amigas, aun de las que puedan medio gustarme en serio. Generalmente, cuando eso sucede, desisto inmediatamente de cualquier intención de cortejarlas.
El año pasado tuve mi primera novia. Unos años antes ella me hizo saber que le gustaba, pero en ese entonces mi corazón estaba bien lejos de ahí y, aunque me atraía también, encontré todos los peros del mundo para no seguirle el juego. Cuando nos volvimos a ver, tras cerciorarme de que su interés por mí seguía intacto, tomé la muy difícil decisión de invitarla a salir. Yo tenía cierta ventaja porque ella, a pesar de mi interés, era quien "debía" conquistarme. No fue complicado porque se portó muy bien conmigo, antes y después de una situación familiar difícil. Pero una vez cuadrados las diferencias y los malentendidos empezaron a aparecer, a pesar de que desde el inicio habíamos pactado ser lo más honestos posible. También me cobró —y con razón— que, por más que lo intenté y por más que ella lo merecía, no me enamoré de ella. Las cosas se enfriaron y, de repente, cometí una atrocidad que aceleró el inminente final de la relación, de paso acabando con cierta buena "reputación" que tenía. El desliz acabaría saliendo muy mal, peor que cualquier cosa, haciéndome pagar lo que le hice a mi ex. Si portarme bien no me traía resultado alguno pero al menos dejaba la conciencia tranquila, portarme mal, así no fuera adrede, me salió más caro de lo que jamás pensé. Errores que no debo repetir jamás, me digo cada vez que lo recuerdo, como si de un mantra se tratase. Eso de convertirse en lo que uno siempre odió y criticó en los demás es lo peor.
En medio de esas situaciones, por suerte, siempre tuve con buenas amigas con quienes podía contar, si bien era poco lo que ellas podían hacer para que mis relaciones con las demás mujeres no fueran tan desastrosas. Sus consejos suelen parecerme descabellados o excesivos, y mi pavor al rechazo (la última vez fue en el colegio y fue todo un drama) me hace la vida más difícil. Con mi familia, salvo con mi hermana y eso hasta hace ya algún tiempo, poco hablo de estos temas, en parte porque sus propias relaciones con los tipos han sido difíciles y medio traumáticas. Pero para los asuntos ajenos a lo emocional han sido un gran apoyo y un refugio cálido y sincero (ésto último excepto mi madre biológica, aclaro). En el ámbito laboral, solo he tenido una jefa, que me trata muy bien, aunque tenga que lidiarme en algunas pocas ocasiones cuando dejo vencerme del tedio. Por "desgracia", mis compañeros de oficina son todos hombres y poca confianza hay con ellos.
Con todo, sigo prefiriendo la compañía femenina para muchas cosas. De algún modo me siento más tranquilo con mujeres y, en todo caso, trato, trato de guardar la compostura si de casualidad alguna del grupo u otra que aparezca de repente llega a interesarme (también podría alejarme, si me toca). Pero, claro, eso tiene su lado negativo. Aparte de pensarlo demasiado y de ponerle todos los peros del mundo, si no aparece algún obstáculo razonable (entiéndase, otro tipo), yo me encargo de hallar cualquier excusa para no echarme al agua si no me siento completamente seguro de que tengo alguna posibilidad.
A pesar de la carencia de una figura paterna, que en lo emocional me ha hecho mucha falta, creo que no me ha ido tan mal en el matriarcado en el que vivo. No solamente mi familia o mi jefa, mis amigas más entrañables me cuidan y me protegen como si de un hermanito se tratara… a veces es cómodo y tranquilizador, pero eso puede convertirse en un problema si no se maneja bien.
- Faldas y guitarras: 10 mujeres en el rock (Ivonne García)
- Cinco mujeres de mentiras y otras cinco de verdad (Diana Luque Lavado)
- The Swing Girls (Bailarina)
- Mis heroínas admirables ( Johanna Pérez Vásquez)
- Guiomar y las otras mujeres de Rubem Fonseca (Marsares)
- Las cinco diosas del deporte (Rafa XIII)
- Una mujer bajo la influencia (Marsares)
Siento que en esta sociedad machista y goda, con todo el retraso que pueda haber en estos asuntos, a la larga las mujeres son las que, de una u otra forma terminan mandando. Para la mayoría puede ser frustrante, pero yo estoy acostumbrado y a ratos lo disfruto. No puedo llamarme "sometido" ni "maltratado", porque precisamente el hecho de que siga habiendo machismo y de que nominalmente seamos los hombres quienes tenemos el "poder" termina concediéndome privilegios que no andaba buscando… acaso porque los haya disfrutado todo el tiempo. Hombres irresponsables abundan y más matriarcados seguirá habiendo. Solo espero no ser uno de ellos. De algo habrá de servirme querer tanto a las mujeres, por lo que son (jodan, se quejen, maltraten) y por lo que me han dado. Feliz día para todas ellas. Tanta devoción es poca cosa por todo lo que hacen por mí siempre.
domingo 8 de marzo de 2009, 18:28 COT
Agradezco tus buenos deseos para con nosotras.
Tal parece que los hombres tienden hacia un futuro a desaparecer y que nosotras tendremos las hormonas necesarias para vivir sin ustedes. Pero, no esa época no me gustaría vivirla y de hecho, no estaré.
Sorry por las relaciones que tienes con tu madre biológica. Hoy te he conocido más y me ha encantado leerte.
Te abrazo con afecto apreciado Julián!!
domingo 8 de marzo de 2009, 22:07 COT
Que bonito Juli. Me gustó como dejaste ver todas esas influencias, buenas o malas, eso siempre es bueno para conocer a una persona y llegar a hablar de todo eso tan abiertamente es totalmente admirable 😀
domingo 8 de marzo de 2009, 22:41 COT
Súper lindo Jul, y debo decir que de una valentía total el que te hayas decidido a escribir esto de la forma en que lo hiciste. Me gustó mucho
lunes 9 de marzo de 2009, 01:25 COT
Oiga Julián, qué reflexión tan bacana. Yo que también me crié rodeado de mujeres y sin figura paterna a la vista sé lo que se siente.
El problema con esta situación es que las mujeres no saben lo que quieren ni suelen comportarse de manera lógica (no lo necesitan porque son infinitamente más inteligentes que nosotros) y nos criamos pensando que podemos entenderlas. Si uno no hace el esfuerzo consciente de construir su identidad como hombre, acaba comportándose como Alan Harper creyendo que entiende a las mujeres, cuando ellas lo que buscan es en realidad un Charlie Harper que las complemente. Obvio, a ellas no les gusta un tipo borracho, mujeriego y apostador, pero prefieren quedarse con Charlie y tratar de cambiarlo que escoger a un Alan más parecido a ellas.
En fin, encantador ejercicio de introspección. Me reafirma una vez más que aunque tenemos todo qué agradecerla a las mujeres, tenemos la responsabilidad de ser buenas figuras paternas para nuestros hijos.
lunes 9 de marzo de 2009, 07:37 COT
Julián:
Muy bueno ejercicio el que has hecho, y ante todo muy valiente. Pienso que si nosotros los hombres dejáramos de ser tan fanfarrones con nuestra “virilidad” le haríamos un bien a la humanidad, y escritos como el tuyo “salvan la patria” masculina. 😉
Saludos!
lunes 9 de marzo de 2009, 11:31 COT
Para los que no estén familiarizados, aclaro que los hermanos Charlie y Alan Harper son los personajes principales de la comedia de TV Two and a half men.
lunes 9 de marzo de 2009, 22:45 COT
con todo el respeto creo que un poquito de machismo es necesario, sobre todo en esta sociedad que nos tocó.
Por temas evolutivos soy un convencido que las mujeres, por eficientes, exitosas, profesionales e independientes que puedan ser, lo mínimo que esperan de un hombre es algún grado de respaldo de macho, recordar que entre ellas mismas no confían, nosotros damos ese toque de seguridad y fuerza bruta (en mayor o menor medida) que siempre buscarán.
mircoles 11 de marzo de 2009, 18:48 COT
Sin palabras, muchos sentimientos, muchas verdades y un gran paso.
jueves 12 de marzo de 2009, 11:08 COT
Quiero más poner una felicitación, pues debo admitir que, dejando de lado la confesión, no estoy de acuerdo con tu visión. Pero no voy a profundizar en eso.
Lo que admiro es que, uno, tengas la valentia para hablar de tus cosas, y dos, que trates de ver el lado positivo a todo lo que te pasa. Eso es de admirar de verdad.
jueves 12 de marzo de 2009, 16:47 COT
“… siempre supe que no iba a tener nada con ella…”.
Esta frase, entre muchas otras, me identifica con el tema.
Un buen escrito.
domingo 15 de marzo de 2009, 14:47 COT
Una catarsis que limpia el espíritu. Abrirte como lo has hecho comporta un gran valor que se admira. Es la manera de enfrentarnos a nosotros mismos, de exorcisar nuestros fantasmas, de limpiarnos por dentro para que nuevas cosas, que rondan a nuestro alrededor, tengan cabida. Como todo, también hay que aprender a ser feliz. Y tú vas por buen camino.
Un abrazo,
martes 17 de marzo de 2009, 16:40 COT
Mientras leía este texto me quedó clarísimo que le sirvió mucho más al autor que a los lectores y me siento privilegiada al haber podido ser testigo de este proceso.
Se necesita coraje para escribir esto y más todavía para publicarlo.
Buena vuelta en el camino.
viernes 27 de marzo de 2009, 01:15 COT
Gracias a todos por sus comentarios, de veras los valoro mucho. Por supuesto, amén de mi egoísmo al usar este espacio para desahogarme en lugar de para cosas menos banales, me queda la lección de no volver a escribir nada un domingo a las 3 de la mañana —o al menos no en medio de la narcolepsia—. Por tanto, no creo que haya sido “valentía” sino más bien producto de un arrojo irracional e ingenuo que raya en la estupidez. Al final no importa, lo dejé salir y ya, aproveché el momento. Quienes me han aguantado saben que, al menos, lo escrito acá es cierto. Y bueno, sé que en algún momento Diana me hará saber por qué está en desacuerdo con mi “visión”.
Un abrazo para todos. Muchas gracias.