Modelos mentales y su relación con el ambiente
Columnas > Eco-grafíasPor Germán A. Quimbayo
lunes 6 de agosto de 2007 0:01 COT
“Cada cerebro construye el mundo de manera ligeramente distinta de los demás cerebros, porque cada cerebro es distinto…”
Rita Carter
En una entrega anterior, mencionaba algo sobre el reduccionismo y el pragmatismo con el que es tratada la gestión de la complejidad ambiental en Colombia. Pero en nuestro apasionado país, vale la pena analizar cómo la conducta o comportamiento de cada individuo de la sociedad, puede estar contribuyendo a la relación con su ambiente y por supuesto a su transformación.
Sin ser propiamente un psicólogo, ni menos un neurofisiólogo, últimamente me he interesado mucho por los análisis de estructuras y modelos mentales y su relación con las conductas o comportamientos “responsables ecológicos”, “ambientalistas” o “sustentables”, aportes todos en su mayoría de la psicología cognitiva y de la psicología ambiental, que deberían ser tenidos más en cuenta por parte de gestores y educadores ambientales. A continuación comparto algunos planteamientos que me han llamado la atención con respecto a este tema.
Los estilos de vida y los comportamientos ambientales
Algunos estudios para determinar comportamientos ambientales, se han enfocado bajo el concepto asociado al mercadeo o marketing: estilo de vida. Dicho concepto considera que un estilo de vida se fundamenta en un conjunto de valores (unos más importantes que otros, dependiendo del individuo), que reflejan como un ser humano organiza su vida cotidiana. Es así que existen una gran cantidad de estilos de vida definidos por ciertos patrones de comportamiento, aunque con leves variaciones dependiendo de la persona y por lo general definidos por los medios masivos y el comercio.
En este contexto, uno de los estilos de vida más claramente relacionados con una posible “responsabilidad ecológica”, es el de la simplicidad voluntaria, que, palabras más, palabras menos, es un estilo de vida austero, sincero y consecuente con las necesidades del individuo. Todos estos elementos son válidos para medir por ejemplo, cuanto podemos estar derrochando o conservando (ahorrando para algunos) un elemento vital como el agua.
Sin embargo, ¿hasta qué punto es pertinente medir mentalmente desde un conjunto de valores y actitudes? Si se mira estrictamente hacia una visión utilitarista, obviando otros elementos más básicos como la supervivencia o la espiritualidad, estaríamos posiblemente en contravía de una “conducta ambientalmente responsable”. Pensaría que es más adecuado afirmar que ese tipo de conducta, está más relacionada con los valores y aspiraciones que orientan la vida de una persona y su adecuada relación con el ambiente. Quizá esta aseveración, nos implica analizar la complejidad de la realidad e inevitablemente nos trae a la cabeza (así suene raro) los modelos mentales.
Modelos mentales
Inicialmente, sabemos que el cuerpo humano, en general, y el cerebro, en particular, se construyen al interactuar con su ambiente es decir con todo lo que nos rodea. Por ejemplo la relación ambiente-cuerpo-cerebro sobrepasa absolutamente cualquier modelo reducido que explica el comportamiento humano. Se podría decir que es una interacción entre genes, anatomía cerebral, reacciones bioquímicas, crianza familiar, la forma en como la sociedad ha tratado a cada individuo y a su vez los estímulos que este recibe del ambiente[1]. Todo lo anterior nos conllevaría a explicar la configuración de ciertos modelos mentales. Hay que aclarar que estos modelos nos permiten comprender como representa cada individuo la realidad y por ende del ambiente del cual hace parte.
Es así como los modelos mentales han determinado, por ejemplo, comportamientos y posturas éticas influyentes en los movimientos ambientalistas y ecologistas de todos los pelambres. Traigo como ejemplo, una crítica que hace el español Gabriel Bello[2] a las distintas visiones mentales sobre las éticas ecológicas, que obviamente son influidas por uno u otro modelo mental. Bello menciona, que solemos personificar o darle propiedades morales, éticas y espirituales humanas a los seres vivos no humanos La animación de la naturaleza conocida como animismo, es la más primitiva de las religiones y a la vez la más arcaica de las teorías biológicas. Como dato curioso, esta consideración de lo sagrado constituye la inspiración base para el surgimiento de la ecología profunda (deep ecology), en cabeza del filósofo noruego Arne Naess.
Pero yo me pregunto, ¿Qué cosa indicaría atribuirle moral a la naturaleza? Pues que le estamos dando rasgos propios de una persona. Esto podría estar presentando en casos extremos dos tipos de efectos, uno positivo y otro negativo. El primero es el cuestionamiento a los comportamientos anti-ecológicos reivindicando la “armonía” que representa la naturaleza. Y el segundo, el negativo, consiste en que la insistencia unilateral de interlocutores morales imaginarios de la humanidad, distrae la atención de los interlocutores reales: los seres humanos que sufren día a día la realidad. Esto último me parece muy pertinente, pues explica en parte las bases filosóficas de los radicalismos y romanticismos ecologistas y ambientalistas, que funcionan casi como un yihad. Pero eso es otro tema.
Como podemos ver, dentro de las visiones ambientalistas y ecologistas pueden existir muchas divergencias como la misma ecología profunda, el eco-feminismo, el ecologismo, el ambientalismo, entre otros. Pero todas y cada uno de ellas, determinados por modelos mentales específicos.
Modelos mentales y complejidad ambiental colombiana
Los modelos mentales pueden ser sintéticos o analíticos, es decir cada individuo (o cada cerebro) puede tener una visión de la realidad y el ambiente más o menos amplia o más o menos profunda. Recordemos que el cerebro humano, tiene dos hemisferios que determinan su funcionamiento, el izquierdo y el derecho. Cada uno tiene un modelo mental específico. El hemisferio izquierdo es independiente del medio (analítico) mientras que el derecho es dependiente (sintético). Varios estudios han confirmado, que las condiciones ambientales determinan que uno de los hemisferios cerebrales puede dominar al otro.
Un estudio de la Universidad Pedagógica Nacional del año 1999[3] concluyó que los estudiantes de la costa caribe de Colombia tienden más a la síntesis y hacia la intuición (hemisferio derecho) que los estudiantes de las cordilleras. Lo anterior nos podría estar brindando luces de cómo ha sido el apropiamiento ambiental del territorio nacional por regiones, e incluso sobre los orígenes y permanencia del conflicto armado en ciertos lugares del país.
Quizá las condiciones ambientales podrían estar influyendo la estructura cerebral de las personas, determinando un conjunto de valores que ayudan a construir una “conciencia ambiental” que permita reflexionar hacia un comportamiento coherente con las bases del ambientalismo. Para esto se necesita de la reflexión, ejercicio que, sin embargo, por estos tiempos se ha perdido por darle paso a la competencia extrema tomada hoy como virtud social. Volviendo una vez más con mi paradigma intelectual criollo, Julio Carrizosa-Umaña, el comenta que la capacidad de reflexionar acerca de sí mismo y hacerlo de forma crítica, es una condición imprescindible no solo para tener una conciencia ambiental, sino de manejar conflictos evitando la violencia como mecanismo para resolverlos. Parece que este ejercicio es el más adolecemos los colombianos.
Como vemos, cada persona posee un modelo mental único, determinado por una complejidad ambiental, económica, social, afectiva y hasta por factores como la nutrición. Es por esto preciso, que nuestros destinos ambientales no solo sean definidos por indicadores económicos y de “desarrollo”, que sesgan la complejidad de la realidad. Como siempre los problemas no se ven de forma estructural, sistémica y compleja.
Ya que ahora todo el mundo anda tan preocupado por el cambio climático, la crisis ambiental y la guerra, hay que comprender que las exigencias éticas de una verdadera justicia global, se deben tener presentes de igual forma las éticas de la biología y de la economía en un mundo marcado por la incertidumbre. Frente a esto la sociedad contemporánea denota una incapacidad para adaptarse a los abruptos cambios y tener la suficiente resiliencia para soportarlos. Esto es lo que define Gustavo Wilches-Chaux como vulnerabilidad.
Sigo insistiendo queridos lectores, no bastan los romanticismos ecológicos, sofismas de distracción en torno a la biodiversidad, oportunismos proselitistas ambientales y discursos ecologistas oscurantistas, para cuidar la vida humana y no humana, frente a su vulnerabilidad hacia la incertidumbre ambiental.
Y ustedes, ¿con qué modelo mental ambiental se identifican? Racional, emotivo, depresivo, espiritual, caótico, utilitarista…
¡Saludos!
Notas y referencias
[1] Según S. Pinker, 1997.
[2] En su artículo: Animismo y prosopopeya: una mirada crítica a la ética ecológica. 2005.
[3] Hederich, C. & A. Camargo. 1999 (mirar referencia completa al final del artículo).
- Bello, G. 2005. Animismo y prosopopeya: una mirada crítica a la ética ecológica. Medio Ambiente y Comportamiento Humano 6(2), 167-181.
- Carrizosa-Umaña, J. 2003. Colombia: de lo imaginario a lo complejo. Reflexiones y notas acerca de ambiente, desarrollo y paz. Instituto de Estudios Ambientales IDEA. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá.
- Corraliza, J.A. & R. Martín. 2000. Estilos de vida, actitudes y comportamientos ambientales. Medio ambiente y comportamiento humano 1(1): 31-56.
- García-Mira, R. & E. Real-Deus. 2001. Valores, actitudes y creencias: hacia un modelo predictivo del ambientalismo. Medio ambiente y comportamiento humano 2(1): 21-43.
- Hederich, C. & A. Camargo. 1999. Estilos cognitivos en Colombia: resultados en cinco regiones culturales colombianas. Universidad Pedagógica Nacional. Colciencias. Bogotá.
- Pinker, S. 1997. How the mind works. Norton, New York. p. 53.
martes 7 de agosto de 2007, 02:18 COT
Mi modelo para la solución de problemas ambientales y científicos de alta complejidad es mucho más simple: “Lo niego, luego no existe.” 😉
SALUDOS.
mircoles 8 de agosto de 2007, 20:08 COT
Thilo:
Jajajajajajajajajajajajajaja!
Me has causado un buen rato amigo mio. Gracias por tu comentario, un saludo especial a sumercé.
mircoles 29 de agosto de 2007, 11:17 COT
FELICITACIONES POR SU ARTICULO. AYUDENOS A DIFUNDIR LOS VALORES DE VIDA QUE SON:LA VERDAD, LA JUSTICIA, LA UNIDAD, LA LIBERTAD, LA PAZ, LA ARMONIA, LA VIDA. LOS VALORES, SON UN CONJUNTO DE ELEMENTOS DE VIDA, QUE ESTÁN ÍNTIMAMENTE LIGADOS EN NUESTRA VIDA INTERNA. LOS VALORES ESTÁN EN NOSOTROS DESDE EL MOMENTO QUE TENEMOS VIDA, Y SON RECONOCIDOS POR NUESTRO ESPÍRITU. LOS VALORES YA ESTÁN EN NUESTRA VIDA, DEBEMOS CONOCERLOS, REHABILITARLOS Y CULTIVARLOS PARA TRIUNFAR EN LA VIDA. GRACIAS POR DIFUNDIRLO. VASQUEZ
jueves 30 de agosto de 2007, 21:40 COT
Hernán:
Gracias por tu aporte y comentario.
Pienso que los valores, más que rehabilitarlos, se construyen.
Un saludo especial.
domingo 6 de enero de 2008, 22:15 COT
[…] de la capacidad en que nuestra cultura y apropiación por lo que nos rodea surja de una revolución mental y espiritual, y en donde la capacidad de resiliencia de nuestro ser permita darnos un poquito de […]