El hombre de la edad de oro
ColumnasPor Juan José Ossa
martes 16 de noviembre de 2010 21:34 COT
Generalmente sobresale de las demás personas que se encuentran cerca de él, porque siempre camina por Rionegro con una nevera de icopor, donde mete sus productos para que éstos no se enfríen. Tiene un porte de antioqueño como de esos de antaño, el cual se acentúa más cuando habla y deja ver sus dotes de “culebrero”. Es un hombre de mirada jovial y desprevenida, alto, de contextura delgada, usa un sombrero de ala ancha sobre su cabeza que lo protege del sol y que está asegurado con un cordón que desciende hasta su mentón.
Ese día Ignacio Uribe pasó, como de costumbre, vendiendo “empabuenas” y “tabuenos”, términos que emplea para referirse a las empanadas y tamales, debido a que como él lo expresa, empanada se descompone entre empa, que es un término indefinido y carente de significado, y la palabra nada, que significa ausencia, es decir, una doble “nada”; esto pasa de igual forma con los tamales, “si está mal ¿para qué se lo va a comer? Por eso yo vendo tabuenos”.
Esa mañana pasó junto a mí y me convenció de comprar una "empabuena", que sería el motivo por el cual tendría que caminar bajo el calor abrasador del mediodía, por desajustar mi pasaje para el bus.
La connotación de las “empabuenas” y “tabuenos”, en este caso no se resume a una estrategia comercial o a un juego de palabras empleado por capricho de Ignacio. De hecho se traslada a lugares más recónditos del ser, a la negación de la negación, o mejor dicho, a la sustitución de lo que pueda percibirse como negativo por algo positivo. Los alimentos que él vende llevan en su interior un relleno 100% libre de carne de cualquier tipo de animal y es que “Lujerco”, como se denomina a Ignacio entre los Tao, guarda en su nevera además de sus productos un ideal y un estilo de vida.
Desde hace quince años Ignacio es taoísta. Afirma que desde niño tuvo una percepción diferente a los demás, la cual define como una visión enfocada hacia el futuro y que no se encuentra viciada por los pensamientos que se forman masivamente, y fue por este motivo que encontró en el taoísmo una forma de crecer espiritualmente.
Los grupos religiosos no son para él un camino hacia la verdad, pues encuentra en éstos, más que una búsqueda espiritual, un negocio rentable para sus líderes que se aprovechan de la ignorancia de la feligresía.
Según cuenta, su búsqueda por una verdad más allá de lo que puede enseñar el común de la gente o una academia, lo llevó hacia los Andes colombianos donde, según sus indicaciones, se encuentra el Templo Vegetal Sakroakuarios Tíbet de América. Allí adquirió parte de una sabiduría, que afirma, la mayoría no está preparada para recibir o simplemente no acepta, pues admiten más fácil una mentira que una verdad.
Sin embargo, esa búsqueda por elevarse espiritualmente que ha llevado “Lujerco” no ha hecho que deje de tener los pies puestos en la tierra. Tiene una fuerte postura política argumentada desde el tao: “igualdad y respeto”. Postura que defiende fervientemente basándose en los sucesos que constantemente ponen en evidencia los atropellos a los derechos humanos, que, dice, “se violan todos los días”.
El camino hacia una igualdad real es para Ignacio Uribe un objetivo que aún se encuentra muy lejos, por esto afirma que es necesario empezar por poner un “granito de arena”, aunque deja en evidencia que le preocupa un poco cuanto pueda tardar, pues afirma que la tierra tiene un tiempo límite para sus habitantes.
Al hablar de este tema, Ignacio deja ver en su rostro algo de preocupación y continúa su discurso acerca de una nueva era a la que está entrando la humanidad: “la edad de oro”.
En un relato que en esta instancia parece hilarse entre la ficción y la realidad, define “siete razas” entre las que se encuentra el ser humano moderno como un proceso de evolución. Inicia así un viaje con humanoides andróginos llamados hiperbóreos, hermafroditas que parían por las pantorrillas, lémures, atlantes que murieron devorados por las aguas durante el diluvio universal, y así sucesivamente, hasta alcanzar el estado del hombre moderno, que “paradójicamente, siendo más evolucionado, es más retrasado en comparación con los otros”.
Por este motivo, afirma que la forma de sobrevivir a la evolución espiritual que debe tener un ser humano está en adquirir un estilo de vida basado en el vegetarianismo y el despojarse de una vida material, para así reencontrarse con la naturaleza.
Cuenta que durante una marcha de taoístas realizada en el 2008 que partió desde “Cartanuestra” (“lo que llaman Cartagena, porque la quieren volver ajena y es nuestra”) hasta Bogotá, la cual dice tuvo una duración de dos meses, nunca se le dio desde los medios un enfoque profundo y no se mencionó que el recorrido se había hecho como forma de protesta para pedir que devolvieran a 1200 personas que fueron desaparecidas, dos líderes y a denunciar 600 muertos, todos pertenecientes al tao.
Por esto afirma que el periodismo está del lado de la bestia, que según él, es el sistema llamado Sionismo (hace alusión al monopolio de un patrimonio sagrado) y sostiene que este modelo es lo que permite mantener a las personas engañadas.
Para “Lujerco” el plan de salvación de la humanidad está en la adquisición de una mentalidad universal que no se encuentre limitada por los esquemas religiosos, por el miedo, por la moral y el tradicionalismo.
Después de un largo rato de charla donde Ignacio menciono toda serie de conceptos interpretados desde el tao, se alejó lentamente hasta perderse entre las calles amorfas del municipio con su nevera terciada.
Demencia o genialidad, es tal vez el interrogante más grande que puede dejar en uno el hablar con una persona como Ignacio. Sólo algo es seguro: él, al igual que muchos, está convencido de su forma de ver el mundo que lo rodea, y es por la diversidad que hay tantas doctrinas y ritos, todos con algo absurdo y real dentro de sus interpretaciones y sobre todo con una cierta dosis de fanatismo.
mircoles 17 de noviembre de 2010, 09:02 COT
El Taoísmo confluye con la sensibilidad , la intuición, la espontaneidad, la vida; o de manera más abstracta como el “sentido”. Lo relevante es no manejarlo con fanatismo.
Me ha gustado saber que una persona que está en el “rebusque” como medio de sustento, como muchos en este país de pocas oportunidades laborales, tenga estas inclinaciones pero, ante todo, esa visión profunda con criterio propio que de pronto pueden influir en las personas para que miren más allá de lo que se nos quiere proponer un sistema.
Cartanuestra, tamalbueno, empabuena; términos que sólo una persona consciente puede nombrar.
Gracias Juan José por darnos a conocer a este personaje de Rionegro que llama a la reflexión.
Un abrazo y, please, mi saludo especial para este personaje que con tus letras lo podría reconocer con facilidad.
mircoles 17 de noviembre de 2010, 20:25 COT
Relatos así van más allá de un tipo de periodismo ameno para leer. Una de sus enseñanzas más especiales radica en darse cuenta de que la cultura es sinónimo perfecto de tolerancia.
Quizá muchos no seamos afines a conceptos, fanatismos o adaptaciones extremas de modos de vida nacidos en otros lares; pero con letras así no queda más que ver más allá, encontrar detras de todo eso a las personas, sus creencias, sus vidas. Expresiones que finalmente nutren de diversidad y color la cotidianidad, que hacen al mundo divertido y heterogéneo.
Felicidades Juan José.
Un abrazo.
viernes 26 de noviembre de 2010, 21:24 COT
“La locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma.”
Johann Wolfgang Goethe
Excelente articulo.