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Desde el infierno

Columnas > Con los taches arriba
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jueves 29 de marzo de 2012 21:52 COT

En una de las últimas columnas del año pasado, reseñaba la terrible y muy real posibilidad de que el América no solamente tuviera que jugar el repechaje de promoción ante el subcampeón de la B, sino que además pudiera perder la categoría. Días después, cuando se cumplieron ambos temores, odié como pocas veces haber tenido la razón.

El 17 de diciembre de 2011, América vivió la página más triste de sus 85 años de historia, tan solo comparable con la increíble derrota en la final de la Copa Libertadores de 1987. Carlos Chávez, ex jugador americano y arquero del Patriotas, dictó la sentencia de muerte para el equipo escarlata, pateando el penal definitivo de la serie. Desde ese día y hasta la fecha, América vive en un mundo distinto. En una dimensión paralela del campeonato profesional colombiano. En un infierno al que es fácil caer pero del que es muy difícil salir, llamado la Primera B.

A pesar de que el sistema de campeonato ahora es idéntico con respecto al de la A, en la B el panorama deportivo es totalmente distinto. Las nóminas de los equipos son una mezcolanza entre jugadores novatos subidos de las inferiores y de otros que ya están al borde del retiro. Los estadios, salvo contadas excepciones, cuentan con canchas en mal estado, en las que sale un montón de tierra (o de barro, si está lloviendo) cada que le pegan al balón, y algunos tienen apenas una sola tribuna. Nada de aviones. Tanto árbitros como futbolistas, hinchas y periodistas viajan en bus de una ciudad a otra. Para la muestra, imagínense por un momento la odisea que significa para un equipo de Popayán el ir a jugar un mísero partido en Barranquilla, o viceversa. El cubrimiento mediático, por lo menos hasta diciembre del año pasado, fue mínimo. La gente sólo sabía de la existencia del campeonato el día que se jugaba la final, pero el desarrollo de la competencia era un cúmulo de informaciones fragmentarias, refundidas en la página web de la Dimayor o en un rincón despreciable de las secciones de deportes en los periódicos. ¿Transmisiones de radio? De vez en cuando, y eso si el partido tenía algún morbo. ¿Transmisiones de televisión? Ni pensarlo.

El descenso del América vino a sacar en parte del anonimato al campeonato de la B. Al ser uno de los tres equipos con más afición en el país, vino a significar que desde febrero el encopetado DirecTV transmita uno de los juegos de ese torneo en cada fecha, y en alta definición. Era lógico pensar que en cada jornada, el partido más importante fuera el de los Diablos Rojos, y en las primeras de cambio se le transmitieron todos sus encuentros de manera consecutiva, pero a un directivo rojo ambicioso se le hicieron signos pesos en ambos ojos y “exigió” que la Dimayor le entregara una cuota más alta al América por concepto de derechos de televisión, “porque le estaba dando importancia a la categoría B”. Pero el tiro le salió por la culata, y ahora como castigo, le televisan un partido sí y otro no al equipo vallecaucano.

Desde el punto de vista de los hinchas, el sentimiento por el equipo se reavivó con una fuerza que muy pocos esperaban. En lo que va corrido del campeonato, América tiene un promedio de asistencia incluso superior al de sus mejores tiempos en la A. Para nadie es un secreto que los seguidores escarlatas no han sido históricamente los más cumplidos asistentes a las graderías, ni siquiera siendo campeones cinco veces seguidas, ni llegando a cuatro finales de Libertadores. Es por eso que la masiva concurrencia de hinchas para ver al América es algo sorprendente.

El aficionado raso mira la tabla de posiciones y ve al América compartiendo el liderato con el Rionegro, sumando 19 puntos en 9 fechas y superado únicamente en el gol diferencia. Estadísticamente, sería poco lo que se le podría pedir de más, pero las cosas cambian al ver con lupa la campaña. De las 19 unidades conseguidas, el equipo dirigido por Eduardo Lara consiguió 15 en calidad de local, en donde su puntaje es perfecto, porque ha ganado todos los partidos. Pero en condición de visitante, solamente tiene cuatro puntos, fruto de un empate en Bogotá con Fortaleza y una victoria ante el Depor de Aguablanca, que ofició como anfitrión en el Pascual Guerrero en la fecha de clásicos, de modo que ese triunfo a domicilio en realidad no lo fue. Esto significa que fuera de Cali y de su escenario habitual, América sólo ha sacado un empate y perdió los otros dos partidos.

Así las cosas, el punto fuerte de los americanos es la localía, y ganando únicamente sus partidos en casa es posible el milagro de ser campeón y volver a la A. Los defensores del fútbol resultado, entre los que me cuento, podríamos adoptar la posición estricta de decir que no importa si se juega bien, regular o mal, con tal de que se gane. Y es cierto. América puede triunfar en todos sus cotejos por 1-0, de penal, con autogol del rival, de un rebote en la espalda de un jugador rojo que se le atravesó a un tiro que iba para cualquier lado menos para el arco, y nadie se acordará de eso cuando el equipo esté dando la vuelta olímpica. De hecho, ocho de las trece estrellas del escudo del diablo fueron obtenidas con un fútbol netamente resultadista. Gabriel Ochoa impuso su esquema durante doce años, en el que una vez se anotaba el gol, lo primordial era cuidarlo a como diera lugar, aunque el espectáculo para el asistente al estadio fuera nulo. Bajo su mando, América ganó siete campeonatos jugando así. Luis Augusto el Chiqui García llevó al plantel americano a ser campeón y el segundo mejor equipo del mundo, acumulando más puntos que cualquiera en la historia del torneo colombiano, ganando y empatando, aunque durante el transcurso del juego hubiera que reventar el balón al tercer piso de occidental. En cada uno de esos ocho trofeos está el nombre del equipo y dice “Campeón 19…”, y no hay una placa anexa que diga “pero este equipo jugaba horrible…”

Aclaremos: una cosa es jugar feo y otra es jugar mal. Ochoa y García, al igual que Jorge Luis Pinto, Fernando el Pecoso Castro, Carlos Bilardo, Osvaldo Zubeldía, Enzo Bearzot, Luis Cubilla y hasta José Mourinho, siempre plantaron y han plantado a sus equipos en la cancha de manera correcta, con orden. Las funciones de cada jugador están plenamente definidas y ejecutadas. Si hay que tirar un balón que queda flotando al borde del área se sabe exactamente a quién le toca hacer eso. En jugadas con bola quieta (tiros libres o de esquina) las marcas están asignadas. Se sabe cuáles son los dos o tres que quedan listos para iniciar el contragolpe. Se tienen definidos los relevos. Están designados los ejecutores de las faltas y los saques. Todo está tan fríamente calculado que el espectáculo es secundario. Estéticamente, se juega feo, pero táctica y técnicamente, se juega bien.

Eduardo Lara

En un equipo que juega mal, en cambio, nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que tiene que hacer, cómo lo tiene que hacer y cuándo lo tiene que hacer. No se tienen variantes según las circunstancias del partido (por ejemplo, ante una expulsión, un gol tempranero o la lesión de una figura). No se cuidan a los jugadores amonestados. No se hacen los cambios en el momento adecuado, para voltear el resultado o para quemar tiempo, una vez conseguido el marcador deseado. Y lo más importante: cuando se juega mal, no se aprovechan las debilidades o las ventajas que da el equipo rival.

El párrafo anterior describe al América de Lara como si fuera una fotografía. Ha ganado cada uno de sus partidos jugando MAL. Prácticamente en todos ha terminado pidiendo tiempo y con los hinchas comiéndose las uñas. Los goles han sido, en muchos casos, acciones fortuitas como un autogol, un penalti que no era o un remate aislado en tiempo de reposición. El desarrollo de los juegos mantuvo la constante de ser angustioso. El DT no hacía los cambios cuando debía, y en dos partidos, desaprovechó el papayazo de que su oponente estaba en inferioridad numérica.

El primer síntoma de un equipo que juega mal es cuando no hay buena entrega de la pelota. Una gran cantidad de jugadas rojas no van más allá de los tres pases. Al cuarto pase, la bola va indefectiblemente a parar a un futbolista contrario. Segundo síntoma: A pesar de la mala entrega, cuando se logra armar una jugada, América llega al arco contrario, pero o nadie define, o define torcido, o el remate es bueno pero el arquero adversario tapa como nunca en su vida (miren los tres tiros de gol cantados que Javier Dussán salvó en el pórtico del Aguablanca). Tercer síntoma: La defensa es demasiado vulnerable y la atacan por todas partes. Siete goles en contra en nueve partidos disputados son mucho para una zaga en la que haya un trabajo serio de marca, y es benevolente si se compara con las veces que el arco de Arenas —hoy a cargo de Mosquera— estuvo en inminente peligro. Por suerte, si la definición de América es mala, la de los que lo enfrentaron ha sido peor. Ese peligro inminente de gol en el arco americano es lo que saca de casillas al hincha, que ha silbado al equipo, viendo con impotencia que su contraparte se le va encima y no hay reacción.

Está bien que América tenga que pasar trabajos y apelar a la táctica murciélago ante un contrincante más poderoso o cuando se encuentre por circunstancias del partido en una situación manifiesta de desventaja, ya sea por lesión de jugadores, por expulsiones, por el estado de la cancha o porque el árbitro lo está perjudicando. Pero, ¿pasar angustias ante un rival con nueve hombres al que se le está ganando? ¿Empatar con un equipo al que le expulsaron un jugador y no hacer ni un solo cambio para sacar provecho de esta ventaja y más bien permitir que le hagan el segundo gol? En instantes como esos es cuando el técnico se para del banco e imparte las órdenes del caso para corregir el andar del equipo. Tal cosa no ha sucedido. Lara utiliza el mismo libreto para jugar de local, de visitante, ganando, empatando o perdiendo. Hasta el momento nos calla la boca a todos con sus 19 puntos y su efectividad total como local, pero, ¿qué pasará el día en que no gane en el Pascual Guerrero? ¿Qué hará cuando tenga uno o dos jugadores menos en la cancha por expulsión? ¿Cómo manejará un 2-0 en contra? Ahí ya no podrá usar el libreto de marras y tendrá que cambiar, porque el objetivo del equipo, jugando bien, regular, mal u horrible, es uno solo al término de 2012: regresar a la A.

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Un comentario a la entrada “Desde el infierno”

  1. GeorgeJR_31
    jueves 10 de enero de 2013, 13:43 COT
    1

    Maldita sea no puede ser que todos veian eso en los plateamientos de Lara el año pasado menos el mismo, no puedo creer que en 12 meses (DOCE MESES) no encontro, buen juego, ni varientes, ni un concepto global defensivo. Aunque nos duela y aunque estemos economicamente podridos no puede ser que en el 80% de los partidos terminaramos pidiendo tiempo, PAPÁ nosotros somo America de Cali uno de los mas grandes del continente LPM!!… Lara lara como pudiste?? o mas bien ¿como NO pudiste??… por eso JAMAS confie en ti perro…



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