Según un artículo que publicó la revista Gerente hace unos días, el agro tiene ahora un “nuevo rostro”, pues los “…[b]iocombustibles y transgénicos están cambiando el modelo de negocio del sector agropecuario a nivel mundial…” Pero no solamente le están cambiando el rostro al sector agro. Posiblemente les estén cambiando el rostro a los ecosistemas, al ambiente y a las comunidades rurales.
Prometí que iba a hablar sobre el tema de los mal llamados “biocombustibles” hace unos días y en esta entrega ahondaré más; sin embargo intentaré también relacionar esta temática con otro tema que está íntimamente ligado y que en otras ocasiones se ha tocado también de forma tangencial: los cultivos transgénicos.
Agrocombustibles
Vale la pena aclarar, que los carburantes líquidos producidos a partir de masa agrícola reciben el nombre de “agrocombustibles”, y no de “biocombustibles”. Esta propuesta surge debido a que este último término ha sido discutido por movimientos campesinos internacionales como Vía Campesina, pues hace alusión a unas “bondades” ecológicas que chocan de frente con los grandes monocultivos de los que suelen proceder.
Un monocultivo es un sistema simplificado (se limita a una sola especie por cultivo) de producción que necesita casi de forma exclusiva de la mano humana y de recursos externos para su mantenimiento (abonos, agrotóxicos e ingentes cantidades de agua). Por ejemplo, el uso excesivo de agro tóxicos contribuye también al cambio climático con la emisión de sustancias químicas a la atmósfera. Un caso claro es el del óxido nitroso (N2O), que es aproximadamente 300 veces más potente que el dióxido de carbono (CO2) y puede provocar un tremendo impacto incluso en pequeñas cantidades. Los monocultivos de tipo industrial (como los usados para los agrocombustibles) necesitan insumos que poseen nitrógeno porque las tierras suelen estar sobreexplotadas. Los agroquímicos, además, desempeñan un importante papel en la emisión de N2O a la atmósfera mediante las fumigaciones aéreas y el uso continuado de fertilizantes químicos y otras sustancias agrotóxicas[1]. Finalmente dichos insumos químicos contaminan inicialmente tanto fuentes hídricas subterráneas (por filtración) como superficiales (por escorrentía).
Un estudio,[2] presentado recientemente por el Nobel de Química Paul Crutzen y sus colaboradores, analiza las emisiones de N2O de los abonos agrícolas para los cultivos de agrocombustibles, incluyendo algunos de tipo orgánico como el maíz. El estudio concluyó contundentemente lo siguiente: “También hemos demostrado que la sustitución de combustibles fósiles por biocombustibles podría no aportar el buscado enfriamiento climático debido a las emisiones de N2O que los acompañan (…) y hemos demostrado que, dependiendo del contenido de N, el uso de varios cultivos agrícolas para la producción de energía puede llevar fácilmente a un volumen de emisiones de N2O lo bastante importante como para provocar un calentamiento climático en lugar de un enfriamiento por el CO2 fósil ahorrado”.
Sobre las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se ha demostrado que muchos de los estudios existentes omiten variables fundamentales, como el efecto del uso del suelo y las pérdidas de carbono del mismo para los agrocombustibles. Algunos estudios proporcionan resultados con márgenes de error muy grandes, por lo que la certificación basada en los datos que presentan es muy problemática. A su vez, la mayoría de estudios sobre el equilibrio de los GEI de los cultivos energéticos no cuentan con revisión entre pares (que garantiza cierta independencia) y de hecho cada vez más son patrocinados por el sector privado. Los cálculos omiten muchas variables y, además, las metodologías utilizadas varían mucho entre sí, por lo que es difícil comparar los resultados[3].
Es decir, los agrocombustibles son promocionados por sus aparentes beneficios “ecológicos” y económicos, dejando de lado análisis simples y básicos desde la ecología, la agronomía y la química. Pero también existe una gran discusión por los costos sociales que está acarreando la implementación de estos cultivos y los proyectos asociados a los mismos, pues están amenazando la soberanía y seguridad alimentarias de las poblaciones rurales en los lugares en donde se han implementado. Esto sin contar que muchas veces los territorios rurales están siendo expropiados de forma constreñida a través de contrarreformas agrarias promocionadas incluso por entes gubernamentales de diferentes estados y entes multilaterales de financiación (como en Banco Mundial), como posiblemente se está viendo en países como Colombia.
Por todo lo anterior se generó una controversia en la cumbre de Bali debido a que se dejó de lado la discusión de los impactos de los agrocombustibles. Recordemos que, incluso el año pasado en la declaración final de los participantes al II Congreso Latinoamericano de Áreas Protegidas, se reconoció la implementación de los proyectos y cultivos industriales de agrocombustibles como una visible amenaza a estos lugares y al resto de los ecosistemas estratégicos del continente. Ya habíamos reseñado anteriormente que la producción de agrocombustibles lastimosamente podrá financiarse en el futuro a través del Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) y acuerdos similares al del Protocolo de Kioto, o el que le suceda, lo cual daría un tremendo impulso financiero a la expansión de las plantaciones de agrocombustibles.
¿Y que tienen que ver los cultivos transgénicos u organismos genéticamente modificados con los biocombustibles?
La manipulación de la vida a través del uso de organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos ha sido puesta en discusión debido a los aspectos de bioseguridad, afectación a la biodiversidad y seguridad y soberanía alimentaria. Incluso suele ser un pilar dentro de los tratados de libre comercio, como ya oportunamente hemos reseñado.
En este orden de ideas el ETC Group ha advertido:
“Los promotores de la biología sintética insisten que es la clave para biocombustibles baratos, la cura para la malaria y la solución al cambio climático, todas estas ideas muy impactantes para los medios de comunicación, con las cuales esperan suavizar las críticas del público en torno a esta tecnología tan peligrosa y controvertida. A fin de cuentas, la biología sintética abre el acceso a herramientas para construir armas biológicas, patógenos letales y organismos artificiales que amenacen a los pueblos y al planeta. No solo nos amenaza el bio-terror, sino el bio-error.”
Vemos como el comercio de la vida ajusta perfectamente su engranaje a través de estrategias y proyectos disfrazados de “responsabilidad verde”, y no son más que las mismas visiones “desarrollistas” que tienen al borde de la insostenibilidad a varias regiones del Planeta.
Tal y como ha planteado Mario Mejía Gutiérrez, toda esta ingeniería genética ha roto los mecanismos que la naturaleza había creado en millones de años para reducir la transferencia horizontal de genes a su menor expresión. Debe existir la necesidad de aplicar el principio de precaución, consagrado en el Protocolo de Bioseguridad de Cartagena que aún es muy errático.
Colombia y los agrocombustibles
Nuestro país no es ajeno a esta realidad, de hecho es un protagonista de primer orden. Personalmente desde 2006 he venido siguiendo de cerca este tema en Colombia. El país, por ejemplo, es el principal productor de palma africana de América Latina, destinada no solo para biodiésel sino para otros usos (entre ellos para alimentación), y se perfila como uno de los principales productores a nivel mundial, intentando igualar la producción de carburantes de origen agrícola a países como Malasia o Brasil.
Son asombrosas las cifras del crecimiento de los cultivos de palma africana en Colombia en los últimos años, especialmente para la generación de biodiésel auspiciadas por subvenciones y créditos provenientes del Estado. De hecho desde 2005 en el país se dio la puerta abierta al uso de “biocarburantes” a partir de bioetanol (mezcla entre gasolina y etanol proveniente de la caña de azúcar). Eso sí , también en el país existen movimientos tanto ambientalistas, sociales, de ciertos sectores académicos y especializados que han sentado precedentes que ponen en entredicho a los agrocombustibles por sus impactos a nivel socio-ambiental e incluso de derechos humanos. Hasta se ha discutido el rendimiento y eficacia a nivel automotor de estos carburantes.
Por acá dejo un enlace para documentarse más acerca de los impactos del etanol sobre salud humana y los automóviles. Ah, y otra perla, hace unos días el Gobierno colombiano dio el aval la entrada de más semillas transgénicas sin ningún tipo de estudio o control previo, que quizá abrirán a futuro semillas que fortalecerán la industria de los agrocombustibles.
Conclusiones sobre el tema
Ojo, la agricultura implica mucho más que la producción de alimentos o de biocarburantes. Es cuestión de analizar los aportes a la calidad de vida y los derechos básicos de los pequeños productores y campesinos. Lo que nadie ha entendido (por lo menos los que aman la macroeconomía) es que precisamente la agricultura de pequeña escala es vital porque produce la mayor parte de los alimentos que consumimos y es esencial para otras actividades económicas, culturales y sociales de determinadas regiones y de la construcción social de los territorios (para ampliar más ver red LEISA).
Lastimosamente en nuestro país, como es ya usual, para estos temas no se cuenta con el debido apoyo e iniciativa para trabajar en adelantos científicos y de investigación que soporten el tratamiento político y social hacia estos temas, para una debida gestión ecosistémica y social de evaluación de impactos de estos cultivos. Como siempre, la academia en nuestro país se ha dedicado a replicar avances sin tener un pleno compromiso social y de contexto ambiental nacional en estos asuntos. Sumémosle a eso que los que pueden financiar estos estudios (gobierno y algunos entes multilaterales) tienen los ojos puestos en los negocios, antes de garantizar el goce sustentable de la biodiversidad y de los derechos más fundamentales, como por ejemplo el de la alimentación, pero ante todo el del respeto a la vida. Por lo cual es de suma urgencia que se avance en este campo.
Es así que por acá les dejo una versión, que no sé si llamamos “oficial” o benévola, que me encontré sobre la situación de los biocombustibles en Colombia:
Eso era un abrebocas. Ahora vean el siguiente conjunto de entrevistas, en donde aparece el chileno Miguel Altieri, quien es una autoridad en el tema de la agroecología, como para que saquen sus propias conclusiones:
Finalmente de “ñapa” de año nuevo, dejo por acá varios videos que espero los sensibilicen frente a lo que se mueve detrás de todas las iniciativas de los biocombustibles, por lo menos para nuestro país. Los videos son vía Gacetilla y Un colombiano más (Reloaded):
Las cifras de la Palma
El precio de la Tierra
Palma Africana y Violencia
Y ustedes, ¿qué opinan? La discusión está abierta.
Saludos.
[1] Gilbertson, T., N. Holland, S. Semino & K. Smith. 2007. Preparando el terreno para los agrocombustibles. Políticas europeas, criterios de sostenibilidad y cálculos climáticos. Transnational Institute, págs 41 y 42. Documento disponible gratuitamente en este sitio.
[2] Crutzen, P. J., A. R. Mosier, K. A. Smith y W. Winiwarter. 2007. “N2O release from agro-biofuel production negates global warming reduction by replacing fossil fuels”. Atmos. Chem. Phys. Discuss. 7: 11191–11205.
[3] Gilbertson et al. Op. cit., pág 57.