Un paso adelante, dos hacia atrás
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
martes 14 de agosto de 2007 0:01 COT
(Publicado originalmente el 4 de agosto de 2007)
Sakue Shimohira (© Mainichi Shimbun)
Las lágrimas no paraban. El cuerpo entero le temblaba de la ira. Las rodillas cedieron hasta caer al suelo.
Sucedió el 1 de julio, en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Sakue Shimohira, de 72 años, iba camino a casa desde Guernica, España, escenario en 1937 del peor bombardeo masivo en la historia hasta entonces. Allí, el 27 de junio, Shimohira había hablado en la inauguración de una exposición dedicada a los sobrevivientes de las bombas atómicas de Japón.
Un japonés que estaba cerca de ella en la sala de espera del aeropuerto de Gaulle estaba leyendo un periódico de su país, y Shimohira vio el titular de la primera plana: "Los bombardeos atómicos eran ‘inevitables’: Kyūma". El artículo informaba de un comentario que el entonces ministro de Defensa Fumio Kyūma había hecho en un discurso. Le quitó el aliento a Shimohira. Ella tenía 10 años el 9 de agosto de 1945, cuando la explosión de la bomba atómica golpeó Nagasaki no lejos de su casa, matando a tres de sus parientes, entre ellos su madre y su hermana mayor.
Su experiencia en Guernica la había llenado de esperanza. Un español de 83 años, llorando luego de su charla, dijo: "Bush justifica el bombardeo atómico… hagámosle entrar en razón". Justo ahí entonces él empezó a redactar una carta dirigida al presidente estadounidense. Un joven treintañero dijo: "es responsabilidad de la generación más joven abolir las ojivas". Había cerca de 100 personas en el público, y Shimohira supo que los había conmovido. En más de 30 años de charlas públicas acerca de su vida como hibakusha, nunca había visto tanto entusiasmo por la causa de la eliminación de las armas nucleares. "Si sólo pudiéramos entender esto en Japón y difundir el mensaje", pensó, "podemos eliminarlas".
El titular del periódico le estrelló el ánimo. "Kyūma es de Nagasaki, y aun así les da su sello de aprobación a los bombardeos atómicos de Estados Unidos", dice. "Con una palabra hace a un lado las muertes de 70.000 personas y el sufrimiento de los sobrevivientes, quienes hemos estado padeciendo las consecuencias y clamando por el desarme nuclear durante 62 años".
De regreso a Nagasaki, con pasos firmes, enfrentó el "infierno de julio". En agosto, los estudiantes de las excursiones vienen de todo el país… hay públicos a los cuales dirigirse, experiencias por contar. Pero en julio hay poco de eso y no mucho por hacer más que languidecer en casa, presa de insoportables recuerdos que empiezan a aflorar por esta época del año: las calles reducidas a montañas de escombros, los cadáveres ennegrecidos y amontonados. Cada año ella revive todo eso. El comentario de Kyūma, desde luego, no lo hace más fácil. "Luego de Guernica, pensé que podía seguir. Ahora… quiero morir". Una ola de desesperación la golpea de repente mientras nos despedimos. Ella ve mi agitación y dice "estoy bromeando". Pero su expresión permanece firme.
Me pregunto si Kyūma entiende lo que su comentario significa para alguien como Shimohira.
Por Kazuki Kuraoka, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés por Julián Ortega Martínez
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