Llevando el cuerpo roto a las escuelas del país para enviar un doloroso mensaje
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
jueves 30 de noviembre de 2006 0:02 COT
Sakue Shimohira (Masaru Nishimoto / © Mainichi Shimbun)
(Publicado originalmente el 14 de octubre de 2006)
“Hubo un destello de luz en el cielo y una ráfaga que me mandó a volar. Cuando recobré la conciencia, había cadáveres negros alrededor de mí”.
En la escuela primaria Shiroyama, a cerca de 500 metros del epicentro de la explosión de la bomba atómica que devastó Nagasaki el 9 de agosto de 1945, Sakue Shimohira le habló a un grupo de alumnos de sexto año el 5 de octubre, de visita desde Kurume, prefectura de Fukuoka. Shimohira, de 71 años, ha dedicado su vida a decirle a los demasiado jóvenes para tener recuerdos personales de la guerra aquello por lo que pasó ese horrible día de hace 61 años.
Oí por primera vez hablar a Shimohira hace 17 años. Estaba en sexto año. En el otoño de ese año me trasladaron a la primaria Shiroyama desde una escuela de la prefectura de Saitama.
Levanté la mano. “¿Qué son queloides?” Me encontré con esa palabra en un libro y pensé que sería una buena pregunta.
Sakue Shimohira asiste a una ceremonia conmemorativa nacional por los muertos en la guerra, realizada en Tokio en 2002. (Katsuyuki Uchibayashi / © Mainichi Shimbun)
Los queloides son gruesas cicatrices causadas por el viento caliente de una explosión atómica, explicó Shimohira. Luego nos habló acerca del dolor que la sola mención de la palabra puede provocar en el corazón de un hibakusha, un sobreviviente de la bomba atómica.
“Lo lamento”, dije yo, sin ser capaz de contener las lágrimas.
“Bueno, no lo sabías”, dijo ella con confianza. “¿Cómo podías saberlo? Este es un buen lugar para comenzar a aprender”.
Shimohira ha estado contando su historia por 30 años. Les ha hablado a decenas de miles de niños y adultos sobre lo que significa ser un hibakusha. Da conferencias de cinco horas al día, incluyendo fines de semana y festivos.
Las consecuencias de la explosión le obligaron a que se le retirara el útero, los ovarios, la vesícula biliar. Contrajo hepatitis C de una transfusión de sangre para quitarle el útero. Cada semana debe ir por una dosis de Interferon. Perdió los dientes, se le cayó el cabello. “Mi cuerpo esta vacío”, dice. “Me siento floja todo el tiempo. Es todo lo que puedo hacer apenas para salir de la cama”.
Pero ella tiene una historia que contar y está decidida a seguir contándola. No hace mucho, un estudiante de secundaria le preguntó con rostro serio, “¿fue una bomba atómica que lanzaron sobre Nagasaki?”
“La verdad sobre el bombardeo está desapareciendo entre la gente joven”, afirma. “Se está desvaneciendo. No tenemos tiempo que perder. ¿Cuánto tiempo nos queda a los hibakusha?”
Tras el ensayo nuclear anunciado por Corea del Norte el 9 de octubre, Corea del Sur está considerando iniciar un programa nuclear, informó Reuters el 12 de octubre.
“Que seamos los últimos hibakusha” es el llamado de Shimohira. “¿Qué tan fuerte tenemos que gritar antes de que el mensaje llegue?”
¿Cómo puede el mundo, y Japón, hacer oídos sordos a esta mujer de 71 años que aviva su cuerpo roto para retar su indiferencia?
Por Kazuki Kuraoka, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés por Julián Ortega Martínez
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jueves 30 de noviembre de 2006, 21:23 COT
Como siempre. conmovedor. Chuchill, en su historia de la Segunda Guerra Mundial, le dedica a este genocidio apenas unos cuantos renglones. Alega que el ya no pertenecer al gobierno del Reino Unido, le impide proporcionar mayores detalles. Sin embargo, en esas pocas líneas justifica el hecho diciendo que pese a un intenso bombardeo previo de diez ciudades niponas y el lanzamiento de millones de volantes solicitando la rendición (3 millones por día)el últimatum no fue escuchado, viéndose obligados a lanzar las bombas atómicas. Un país acabado a punto de colapsar, con su flota naval destruida y su fuerza áerea desaparecida, poca resistencia tenía para ofrecer. Fue un crimen inncesario. Más que cuañquier cosa, una demostración al mundo de que un nuevo poder había nacido. Triste historia para la humanidad y más triste aún que hoy se continúe insistiendo en seguir por este horrendo camino que los hibakusha denuncian con las últimas fuerzas que les quedan.
martes 14 de agosto de 2007, 00:02 COT
[…] el 1 de julio, en el aeropuerto Charles de Gaulle de París. Sakue Shimohira, de 72 años, iba camino a casa desde Guernica, España, escenario en 1937 […]
domingo 30 de septiembre de 2007, 21:31 COT
[…] mañana del nuevo año. En el Archivo de la Bomba Atómica de Nagasaki, Sakue Shimohira, de 72 años, apretó las manos en oración silenciosa. “Todos los […]
viernes 6 de agosto de 2010, 14:22 COT
[…] 18 de octubre de 2006. Os invito a leerla y a navegar en los testimonios de otros hibakushas como Sakue Shimohira, Kimi Kishi, Senji Yamaguchi, Masahito Hirose o Sugaku Akizuki. Conocerlos es nuestra pequeña […]