La barata virtud de los hombres
Columnas > Limpia - MentePor Johanna Pérez Vásquez
mircoles 9 de abril de 2008 7:29 COT
En la universidad aprendí que a los hombres les atraen, más que a las mujeres, aquellas prácticas sexuales fuera del promedio, con esto me refiero a todas las que el común de la gente no realiza o que al menos no divulga en una conversación cualquiera a la hora del almuerzo.
A través de mis extensas conversaciones con amigas y amigos he llegado a confirmar algunos de esos conocimientos teóricos.
Los hombres parecen estar más abiertos a experimentar prácticas poco comunes como la asistencia a bares swinger mientras que la mayoría de las mujeres se escandaliza ante la sola posibilidad de besar a otra mujer.
Sin importar la orientación sexual de los “entrevistados” esta tendencia parece predominar, por eso he intentado explicarme el por qué de este comportamiento.
Así como para entender la homosexualidad se usan distintas teorías yo he hecho el mismo ejercicio con este asunto.
Desde mi postura como psicóloga que cree la biología y la evolución juegan un papel fundamental a la hora de comprender el comportamiento humano, me parece que las mujeres experimentamos consecuencias más trascendentales o más a largo plazo, cuando algo sale de forma inesperada luego de una relación sexual, no sólo por el embarazo sino por las ETS, porque es frecuente que nosotras debamos ser tratadas por X infección mientras que los hombres sólo son portadores–transmisores de la misma, por esto pienso que rehuímos de acciones potencialmente peligrosas por instinto de conservación.
Luego, poniéndome en el papel de espectadora pura, creo que explicaciones socio-culturales también pueden ayudarme a entender esta diferencia entre géneros.
Aunque la cantidad de mujeres es bastante mayor que la de hombres, en las sociedades occidentales se nos ha enseñado como una virtud el restringir la disponibilidad, es decir, si un hombre quiere relacionarse de alguna manera con nosotras deberá trabajar por esa posibilidad y como es frecuente que aquello que presenta dificultad en su consecución se haga más valioso, un hombre se siente muy afortunado cuando tiene a su disposición acceso a varias mujeres, más aún si le resultan atractivas pues está consiguiendo privilegios sin mucho esfuerzo.
De esto se puede concluir que la virtud femenina carece de valor en sí, al menos desde la biología y la evolución, por ende su apreciación es un producto meramente social y de el se desprende el porque de la competitividad masculina, que en nuestros días se expresa en los contextos laborales, ya los hombres no se baten a duelo por doncellas sino que se pelean por las mejores posiciones y los salarios más altos porque saben su reputación está directamente relacionada con el potencial de acercamiento femenino, o sea, un individuo exitoso podrá darse el lujo que nos damos las mujeres de escoger con quién está; podría llegar a afirmar que los hombres nos envidian por este poder de decisión que tenemos. Luego es extraño el caso en que un hombre desaprovecha la posibilidad de acercársele a una mujer bonita, es más, si llegase a rechazar ocasiones con esta ventaja recibiría críticas fuertes de sus similares, porque en nuestra cultura bobada es rechazar papaya.
Algunas mujeres podrán sentirse incómodas ante esta visión del comportamiento humano, mas creo cierto que si algo incomoda deben hacerse cambios.
Mi propuesta es la de hacerles invitaciones a los hombres, enfrentar el miedo al rechazo, como durante mucho tiempo lo han hecho ellos, para así modificar los esquemas, los conceptos de valor asociado a la mujer por su supuesto lugar de inaccesibilidad en el que hemos permitido ser situadas. Quizás si implementamos de modo cotidiano esta tendencia lograremos una nueva cultura donde los hombres prefieran esperar a la persona adecuada para intimar con ella, pues se sabrán con más oportunidades de interacción con el sexo opuesto, al menos más que sus antecesores, al tiempo que todos damos muestras de cómo el comportamiento racional, el predominio de la lógica puede beneficiarnos más que la mera esclavitud de los instintos de apareamiento, como ocurre en otros mamíferos con cerebros mucho menos desarrollados.
mircoles 9 de abril de 2008, 15:56 COT
Pues yo creo que no es tanto cuestión de haya muchas más mujeres que hombres (al menos en Colombia la proporción de la población es de 49% hombres y 51% mujeres, que no me parece gran diferencia) sino más bien de disponibilidad. Como lo decía el senador Hector Elí Rojas (tal vez de forma politicamente incorrecta para un político), una mujer tiene su oportunidad de reproducirse entre los 13 y los 38 años, mientras que un hombre puede reproducirse desde los 12 0 13 hasta que le funcione el Viagra, por allá a los 90 años.
A eso hay que sumarle que las mujeres ovulan sólo unos pocos días al mes y es cuando están más proclives a un encuentro sexual “no programado”, mientras que un hombre por lo general está “ganoso” los 365 días del año.
Entonces lo lógico es que un hombre tuviera tantas relaciones sexuales como le sea posible con distintas mujeres porque para eso estamos programados genéticamente. Por eso no es raro que la fantasía de un hombre sea un trío con dos viejas, mientras que es extremadamente inusual que sea dos hombres y una vieja.
Pero no somos sólo el hardware de nuestros genes sino la combinación de ese hardware con el software de nuestra cultura, que nos hace tomar en consideración estrategias como la implementación de la monogamia para minimizar los conflictos y el riesgo de que un hombre esté trabajando para hacer perdurar la herencia genética de otro man (cuando sus hijos no lo son sino del amante de la esposa).
Aquí yo creo que la única salida es conservarnos tan física, intelectual y emocionalmente atractivos para nuestra pareja que podamos minimizar el riesgo de que esta vaya a buscar por fuera lo que no se le ha perdido.
sbado 17 de mayo de 2008, 12:54 COT
Apolo justamente porque no se puede explicar todo por la mayoría de mujeres, que en algunos casos da la vuelta, como en un pueblito en Europa que ahora no recuerdo, donde las mujeres se van a las grandes ciudades para estudiar y trabajar, mientras los hombres se quedan allí con una vida más sencilla y relajada; es que uso argumentos de la biología, de la evolución, de la cultura y de la sociología.
En cuanto a lo de conservarnos integralmente atractivos estoy muy de acuerdo, pues en ello está parcialmente la clave del éxito de las relaciones estables y a largo plazo.