Finanzas públicas y voluntad política
Columnas > EconomíaPor Julián Rosero Navarrete
domingo 11 de noviembre de 2007 0:01 COT
Mientras se abre una polémica por la carencia de recursos para construir el Metro de Bogotá, las adiciones presupuestales para el sector defensa se realizan sin controversia alguna, pese a los cuantiosos recursos comprometidos a futuro.
En ocasiones, la ortodoxia económica cae en el error de tomar las finanzas públicas únicamente como si fuese un puñado de monedas en el bolsillo de un ciudadano cualquiera. Es decir: gastos menos lo que hay, saldos, un par de proyecciones con las existencias y pare de contar.
Pese a que de manera operativa así funcionaría, el gasto público y la provisión de bienes y servicios estatales se mueven bajo otro tipo de incentivos que usualmente se proyectan para el impacto benéfico de interés común en el corto o largo plazo, dependiendo de la obra o proyecto a realizar. Pues bien, esa sería entonces la gran diferencia que tienen las finanzas públicas de las finanzas particulares: el interés común y la voluntad general.
Por lo tanto, así matemáticamente o desde la perspectiva financiera individual, ciertas partidas de interés general pareciesen no viables o insostenibles en el largo plazo, la voluntad política emanada desde un pálpito popular, determinado por el ansia de saciar necesidades comunes, es capaz de viabilizar proyectos y volverlos sostenibles financieramente.
Esto, principalmente, se debe a dos canales:
- El incentivo a generar recursos o conseguirlos para satisfacer una necesidad.
- La persistencia de gobernantes y su aliciente colectivista, que sacie su ego individual y cultive su imagen para engrandecer su capital político.
Lo anterior viene de la mano con la actual discusión acerca de la construcción del Metro en Bogotá. Por un lado, se decía que su construcción desangraría las finanzas distritales y que no habría sostenibilidad financiera de largo plazo que compense la realización de la obra. Por otro, que se debían encaminar los esfuerzos para realizarlo y que todo era cuestión, como lo decía el ex alcalde Jaime Castro, de “voluntad política”.
Es claro que la ortodoxia en asuntos económicos pudo haber postulado de manera jocosa y coloquial que “nadie come voluntad política”. No obstante, el tema de existir o no recursos para el Metro está tan politizado que, más que una discusión por el futuro de Bogotá, se convirtió en la manzana de la discordia, producto de la pelea entre dos grandes sectores políticos que luchan por colonizar la opinión pública.
La ortodoxia económica, muchas veces politizada, concuerda en que no existen recursos para la construcción de un Metro en Bogotá. Es más, trayendo a colación el asunto de la reforma al Sistema General de Participaciones (los montos que se transfieren desde la nación hacia las entidades territoriales para salud, educación y saneamiento básico), la ortodoxia también sostuvo de manera categórica que como se disponía en la Constitución, el incremento del SGP no era sostenible en el largo plazo y que además, comprometía la salud de las finanzas nacionales.
Sin embargo, cuando el Consejo Nacional para la Política Económica y Social (CONPES)[1] aprueba una adición presupuestal (es decir, por fuera de lo que financieramente ya estaba estipulado en el Marco Fiscal a Mediano Plazo) en el presente cuatrienio de $7,54 billones para la adquisición de equipos y maquinaria para el sector defensa, y además, que el gasto en armas y en asuntos bélicos haya pasado de $1,9 billones a más de $3 billones para la vigencia de 2008, no se discute frente a la opinión pública como sí se ha hecho con el Metro o el Sistema General de Participaciones.
En cualquiera de los casos mencionados, se está o se estaría requiriendo de esfuerzo financiero “extra” para financiación; y además, este esfuerzo puede darse acudiendo a otras instancias como préstamos de la banca internacional, o quitando recursos de otros rubros para sostener éstos. En todo caso, no es una cuestión financiera en sí, como se ha venido diciendo, sino de voluntad política del gobernante de turno.
Se puede decir que no hay recursos para un proyecto y que además, conseguirlos es contraproducente, pero si hay voluntad política, se desecharían estos argumentos y se encaminaría adecuadamente el gasto o inversión del cual es objeto.
Así pues, la financiación o no de grandes obras públicas no propiamente depende de los resultados matemáticos que se den en los cuadernos de aquellos encargados de buscar los recursos. Eso simplemente se puede pasar por alto si un gran sector de la sociedad se empecina en realizar la obra o encaminar un gasto. Para nuestro caso, la voluntad política del Presidente de la República, recae en sostener, ampliar y consolidar su política de seguridad, mientras que la del Alcalde Mayor electo, se irá en la construcción de un Metro para la ciudad.
En los dos casos, ¿importa de dónde se sacarán los recursos? Es claro que bajo los canales 1) y 2) señalados en el presente escrito, eso pasaría a un segundo plano pues las cosas se hacen porque se hacen y después se verá cómo y con qué. ¿O acaso aquellos detractores del metro y escépticos al manejo financiero que se le dará, alguna vez han cuestionado con la misma vehemencia si la Política de Defensa y Seguridad Democrática es sostenible y generaría retornos que volverían viable el programa en el largo plazo?
Si lo han hecho, se podría enaltecer públicamente su consistencia y objetividad; si no, es hora de entender que las finanzas públicas no se pueden concebir y manejar como un bolsillo cualquiera. Así pues, los resultados, tanto para la seguridad democrática como para el metro, aún están por verse. Hasta el momento no hay más que expectativas, y por ello la planeación de finanzas recibe el empuje de un aliciente no propiamente financiero: la voluntad política de un sector de la sociedad.
[1] Documento No. 3460 de 2007
* El autor es economista de la Universidad de los Andes y estudiante de Maestría en Economía de la misma Universidad. Historiador de oficio. Coautor de dos capítulos del Estudio Colombia de Valores y escritor en revistas universitarias. Actualmente se desempeña como asesor legislativo en el Senado de la República. Analista económico enfocado en economía pública, política económica y macroeconomía. A partir de la fecha se integra al equipo de equinoXio como editor de la sección económica.
domingo 11 de noviembre de 2007, 08:32 COT
Pensar por encima de los políticos y las políticas es pensar en las prioridades colectivas de la gente, que no en las personales; según innumerables estudios y por simple apreciación, la caótica movilidad está convirtiendo a Bogotá en una pobre ciudad, al antojo de los transportadores privados, verdadera mafia que todos conocemos. Desde el urbanismo, la necesidad de consolidar y articular un sistema integral y masivo de transporte con base en el Metro es una clara necesidad, ojalá antes de la hecatombe.
Bienvenido, Julián a estas páginas virtuales. Excelente colabración y lo leeremos con gusto,
Sentido Común
domingo 11 de noviembre de 2007, 16:16 COT
Julián:
Y eso que por la coyuntura actual, no tocaste el manejo que se le da al tema ambiental en el país. Buen análisis y bienvenido a equinoXio.
Saludos!
lunes 12 de noviembre de 2007, 08:51 COT
Les agradezco mucho la bienvenida. Espero estar publicando artículos de opinón o informativos en asuntos económicos cada semana o cada 15 días dependiendo de lo nuevo que salga.
Pues bien, en este caso me costo algo escribir la columna pues es un esfuerzo máximo por parte de mía en romper el paradigma en el cual fui circunscrito a la brava mientras estudiaba economía. Verán, ser ortodoxo es demasiado fácil … ser heterodoxo es un gallo!! pero bueno, a eso vamos …