Las frases con las que comienzo este escrito se las dije a mi madre en una mañana lluviosa de hoy domingo 20 de junio, fecha de elecciones presidenciales en Colombia, momentos en que observábamos que una pareja de vecinos iba rumbo al puesto de votación, en el marco de una tranquila jornada de elecciones.

(Por Sergio Andrés Giraldo Galeano) Las elecciones a la presidencia del pasado 30 de mayo son la demostración incontrovertible de la anuencia y de la complacencia que mis coterráneos encuentran con un gobierno traqueto.

Ya no se sabe qué pensar del presidente Uribe. Su ánimo pendenciero rebasa todos los límites, pero lo maneja de tal forma que al final concita en su favor el respaldo mayoritario de los ciudadanos. El discurso siempre es el mismo.

Una mirada completa al programa de gobierno de Antanas Mockus demuestra el infundio del ex asesor del presidente Álvaro Uribe.

De medios sin remedio

Templo de Apolo en Turquía (Foto: Rui Ornelas, licencia Creative Commons BY)

En un país donde muchos ciudadanos carecen del criterio y la información suficientes para decidir por quién votar, las encuestas se convierten en el oráculo, fuente donde nace su decisión de sufragar a favor del candidato señalado por la mayoría como el “ganador”. Es algo así como la ayuda del público que se usa en un conocido concurso de televisión.

Es hora de que aparezca un candidato nuevo, fresco y totalmente loco que se meta en esta batahola para agitar las aguas en busca de pesca y ese es el caso del suscrito.

Tu muerte alumbra todo lo que dejaste vivo a tu lado, lo que la violencia no puede matar y el narcotráfico no puede torcer: una mayoría que no vive ni sobrevive por el narcotráfico.

La sicosis de los paramilitares es un monumento a una enfermedad mediana que hace que este país culposo de nacimiento ande más preocupado por el narcotráfico que por el homicidio.