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Colombia - Cargada el 06.09.2017 21:53:41 COT 


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Las voces de equinoXio

Lo mejor y lo peor del deporte en 2014

Columnas > Con los taches arriba Por: Rafa XIII

7 dAmerica/Bogota Diciembre dAmerica/Bogota 2014 11:43 COT

Cuando este año tiene las horas contadas, es tiempo de mirar atrás y hacer un balance de la actividad deportiva durante estos doce meses que están a punto de terminar, y es muy gratificante decir que 2014 será recordado como uno de los mejores de la historia, por la cantidad de logros y momentos alegres que nuestras figuras nos hicieron vivir en diversos escenarios alrededor del mundo.

Lo mejor:

1. Nairo Quintana y Rigoberto Urán en el Giro de Italia

Nairo Quintana

Desde los días de Lucho Herrera, no teníamos a un país con tantos ojos fijando la mirada en las imágenes que las pantallas —ahora no tan chicas— de televisión nos mostraban de las carreteras europeas con un escarabajo colombiano entregando hasta la última gota de sudor para llegar primero a la meta. El ciclista boyacense Nairo Quintana se impuso sin atenuantes en la edición 97 del Giro de Italia, apoderándose de la maglia rosa en la etapa 16, el 27 de mayo, y permaneciendo con ella hasta la llegada de la fracción 22, en Trieste, el 1 de junio. Quintana fue capaz de sacar diferencias insalvables sobre sus inmediatos competidores, su compatriota Rigoberto Urán (que había sido líder transitorio entre las etapas 12 y 15), el italiano Fabio Arou y el francés Pierre Rolland. Para colmo de la dicha, el pedalista tunjano ganó dos etapas y fue el campeón de los novatos. Por si el uno-dos en el podio de vencedores con Quintana y Urán fuera poco, Julián Arredondo, ganador de la etapa 18, se coronó como rey de la montaña.

Esta victoria inobjetable del ciclismo nacional en la segunda competencia por etapas más importante del mundo otorgaba pleno favoritismo tanto a Quintana como a Urán para ser quienes disputaran cabeza a cabeza la camiseta roja de campeón de la 69.ª Vuelta a España, a disputarse entre Jerez de la Frontera y Santiago de Compostela. Por desgracia, la suerte no acompañó a ninguno de los dos. Quintana debió abandonar la carrera tras dos caídas tremendas en las etapas 10 y 11, sufriendo una fractura de omoplato en la última de ellas. Urán debió enfrentar una bronquitis que mermó sus energías hasta dejarlo sin el aliento suficiente para subirse a la bicicleta y tomar la partida de la etapa 17, el 10 de septiembre. Tuvo que retirarse. Pero de todas maneras, lo conseguido por estos dos titanes de la carretera fue suficiente para considerarlo como lo más importante en el deporte colombiano en 2014.

2. La selección Colombia y James Rodríguez

James Rodríguez

Es imposible describir con palabras el instante en el que volvió a sonar el Himno Nacional en una cancha mundialista luego de dieciséis años sin participar en la cita orbital, máxime cuando a la pista musical de los altoparlantes la acompañaron de cuerpo y voz presente miles y miles de aficionados colombianos que viajaron hasta Belo Horizonte para alentar desde las gradas del Mineirão al equipo tricolor en su debut frente a Grecia, el 14 de junio.

Aquel 3-0 ante los helénicos fue el inicio de la participación más exitosa de la selección tricolor en su corto historial mundialista, en donde la ausencia de Radamel Falcao García fue compensada, y con creces, por la figura descollante de James Rodríguez, que se convirtió en el líder del equipo, generando juego y además haciendo goles de todos los sabores y colores. El 10 colombiano estuvo a la altura de la obligación que conlleva vestir la camiseta en la que se encuentra estampado ese número, reservado tradicionalmente a los genios del balón. Rodríguez fue premiado como el máximo anotador del Mundial Brasil 2014, con seis tantos, y el primer gol que le anotó a Uruguay en octavos de final fue galardonado como el mejor del certamen.

Las cifras del onceno cafetero fueron excelentes. Jugó cinco partidos. Ganó cuatro y perdió uno. Anotó 12 goles y apenas permitió cuatro. La prensa especializada vio en Colombia un fútbol no solamente vistoso desde lo estético —jugaba bonito— sino además efectivo —jugaba bien y obtenía resultados—. El técnico José Néstor Pékerman supo combinar de manera acertada las virtudes de cada uno de sus convocados, aprovechando fortalezas y supliendo debilidades, y todo eso dio para pensar que el quinto lugar obtenido se quedó corto. No cabe decir acá que “era gol de Yepes”, cuya polémica no va a terminar nunca, y que por eso nos quedamos injustamente fuera de la semifinal, sino más bien que “no hubo falta de James” (sobre Hulk). Pues fue con ese cobro inventado por el árbitro español Carlos Velasco Carballo, y que se convirtió en el 2-0 de tiro libre de David Luiz, que llegó el desequilibrio a un partido en el que el peor Brasil en muchos años apenas le estaba ganando por un gol a Colombia.

Pékerman y sus hombres unieron a un país, dividido especialmente en aquel mes electoral por cuestiones de la política. Durante los 90 minutos de los partidos se dejaron de lado las diferencias ideológicas y sociales, pues cada gol que anotamos fue cantado con la misma intensidad por ricos y pobres, por blancos y negros, por derechosos e izquierdistas, por creyentes y ateos… y cuando quedamos eliminados, todos lloramos por igual, porque como bien lo dijo James en medio del llanto, “dolió como un hijuemadre”.

3. Colombia en los XXII Juegos Centroamericanos y del Caribe

Caterine Ibargüen

Desde hace bastante rato, nuestras delegaciones han tenido una participación supremamente destacada en los diferentes eventos que forman parte del ciclo olímpico, y en la versión 2014 de los Centroamericanos y del Caribe, llevada a cabo en Veracruz (México), no podía ser de otra manera.
Se sabía de antemano quién iba a ganar la clasificación general. Como pasa en los Panamericanos, no es ninguna sorpresa que los Estados Unidos queden al tope del medallero, pues son la máxima potencia deportiva del continente. Y en ausencia de los gringos, Cuba no tiene quién le quite el primer lugar en el podio. México es el segundo histórico y llamado a darle la pelea. Lo nuestro era la batalla por el tercer lugar, contra Venezuela, el rival a vencer en todos los ámbitos de la vida desde que existimos como países hace dos siglos.

Efectivamente, Colombia se alzó con el tercer puesto de las justas, al sumar 70 medallas de oro, 75 de plata y 78 de bronce, para un total de 223 preseas. Cabe anotar que los venezolanos consiguieron más medallas en el acumulado (245), pero la posición se define por la cantidad de oros, que en su caso fueron apenas 56.

Entre los 70 campeones colombianos en Veracruz, vale la pena resaltar en atletismo a la gran Caterine Ibargüen, ganadora del triple salto, con un registro de 14,57 metros. En el BMX —¡cómo no!— Mariana Pajón se colgó el oro en la rama femenina, y Carlos Ramírez en la masculina. En el ciclismo en ruta, Brayan Ramírez y María Luisa Calle ganaron la modalidad contrarreloj en ambas ramas. En la pista, el gran triunfador fue Fabián Puerta, campeón de la velocidad, el kilómetro contrarreloj y el Keirin. Además, el equipo nacional ganó la prueba de la persecución rama masculina, y Esteban Arango se impuso en la persecución individual. En pesas arrasamos, pues de las 30 categorías en disputa, fuimos primeros en 16. Yuri Alvear ganó el oro en judo en los 70 kilogramos femenino, y Pedro Castro en los 81 kilogramos masculino. La natación masculina nos dio seis primeros lugares, con Ómar Pinzón, Andrés Felipe Montoya, Jorge Murillo y Mateo Angulo. Y fieles a la tradición de ser los duros del patinaje mundial, Colombia se quedó con cinco de las seis medallas otorgadas en esa disciplina. Pedro Causil y Alex Cujavante, en varones, y Yersy Puello y Yenny Serrano, en damas, fueron los vencedores.

Lo peor:

1, 2 y 3. América, todavía en la B

Luis Augusto García

Por tercer año consecutivo, el América fracasó en su intento de ascender a la primera división del fútbol profesional colombiano. Y es América, no “América de Cali” porque, como bien afirma un hincha de vieja data, el equipo escarlata no tiene nombre y apellido de casada, al estilo de Pepita Pérez de Gómez o Juanita González de Ramírez. Eso de “América de Cali”, “Nacional de Medellín” o “Millonarios de Bogotá” dejémoslo para los cronistas de los programas y medios deportivos del extranjero.

Este América a secas, es más bien ahora “América Triste”, pues por cuenta de la reorganización administrativa que tuvo luego de la salida de la infame Lista Clinton, la vieja Corporación Deportiva América se transformó en América Sociedad Anónima Deportiva, o “América SAD”, para ser más breve, y ahí saltó la malicia del aficionado raso, que relacionó de inmediato la abreviatura con la palabra en inglés, cuyo obvio significado no hace otra cosa más que reflejar de manera fiel el lamentable estado en que se encuentra el tradicional equipo rojo, trece veces campeón de Colombia.

Los directivos americanos, cuya cabeza visible es Oreste Sangiovanni, lograron matar al tigre de la Lista Clinton antes mencionada, que tuvo maniatada económicamente a la institución durante 17 años, lo cual no le impidió seguir obteniendo resultados deportivos durante ese tiempo, comoquiera que entre 1996 y 2013 fue campeón colombiano cinco veces y ganó además una Copa Merconorte. Lo increíble es que muerto el tigre, se asustaron con el cuero, y no han podido convertir al América en una empresa viable. Los inversionistas que empezaron a aparecer, ya sin el miedo de quedar incluidos en la lista maldita, huyeron espantados ante las condiciones descabelladas que ponían los propietarios para dejarlos invertir. El último gran conglomerado económico que se ha acercado es el Grupo Pachuca, de México, que pretende adquirir la totalidad del equipo para manejarlo a su libre voluntad, y no se ha llegado a nada, porque dentro de los actuales poseedores hay personajes que se niegan a soltarlo. El único avance esperanzador sobre la salud financiera del América se dio mediante un acuerdo de pagos con los acreedores y la compra de la deuda por parte de un inversionista bogotano, que le dio al menos un tiempo más de oxígeno a su delicado estado.

Mientras tanto, en lo deportivo, la cosa va de mal en peor. No se ascendió con jugadores destacados en 2012. Tampoco con otros de menos cartel en 2013. Y mucho menos con un poco de desconocidos en 2014. No pudieron primero los uruguayos y el inglés al mando de Lara. Fallaron los brasileños dirigidos por Umaña. Y era de tontos pensar que iban a hacerlo mejor unos españoles que nadie conoce, “entrenados” por un técnico que en su anterior trabajo había quedado de último en la tabla.

Comentaba yo, el 11 de junio, en un foro de hinchas del fútbol, luego de la derrota ante Jaguares en la final del primer semestre, que no se les hiciera raro que si América no conseguía buenos resultados antes de terminar el segundo torneo del año, la Dimayor iba a convocar a una asamblea para modificar el campeonato de la A, de modo que hubiera más cupos de ascenso desde la B, y así lanzarle un salvavidas a los Diablos Rojos. Algo parecido pensaron hacer en Argentina luego de los descensos de River Plate e Independiente, aunque finalmente dichos equipos no necesitaron de tales ayudas, porque regresaron a la máxima categoría por mérito propio, ganando el primer torneo de ascenso que jugaron.

Debo estar cerca de ganarme la lotería, pues el 7 de octubre, menos de cuatro meses después de mi predicción, la asamblea extraordinaria de la Dimayor aprobó, por una aplastante votación de 32 a favor y cuatro en contra, la ampliación del campeonato de primera A en 2015 de 18 a 20 equipos, de modo que si no ganaba el torneo de ascenso de 2014 ninguno de los clubes tradicionales que han descendido (América, Atlético Bucaramanga, Cúcuta Deportivo, Unión Magdalena, Deportes Quindío, Deportivo Pereira, Real Cartagena y Cortuluá), se les abría la posibilidad de regresar a la división de honor, mediante dos cuadrangulares que se llevarán a cabo en enero y que darán cada uno un cupo a la A.

Como los malos estudiantes, América se atuvo a ese “Plan B” que armó la Dimayor, e hizo un papel catastrófico en los cuadrangulares semifinales del segundo semestre. Perdió dos de los partidos de local, empató tres y sólo ganó uno. John Jairo López, el flamante técnico que venía de quedar colero con el desaparecido Universitario de Popayán, ya había sido despedido, y Luis Augusto García recibió al equipo moribundo. No pudo hacer nada con lo que le dieron para trabajar. Para rematar, la opción que tenía de acceder a la serie de promoción mediante la reclasificación, si Jaguares volvía a quedar campeón semestral, murió cuando el cuadro cordobés fue eliminado en su cuadrangular, a manos del Quindío.

No hay muchos motivos para ser optimistas. Si con nóminas ampliamente superiores a la actual, no fue posible ascender en 2012 ni en 2013, la única manera de que América consiga uno de los cupos de la repesca de enero es cambiando toda la plantilla de jugadores, y por las contrataciones anunciadas hasta el momento, el delantero paraguayo Marco Lazaga (¿alguien lo ha visto jugar?) y el veterano volante de marca Avimiled Rivas, no se ve cómo América Triste pueda ganar siquiera un partido de los tres que jugará.

Una Vuelta para el olvido

Columnas > Con los taches arriba Por: Rafa XIII

11 dAmerica/Bogota Septiembre dAmerica/Bogota 2014 14:07 COT

Nairo Quintana

Para el lector desprevenido, la primera conclusión a la que se podría llegar es que los aficionados al ciclismo y la prensa especializada en Colombia, a raíz de los triunfos de nuestros pedalistas en las grandes competiciones internacionales de años recientes, nos volvimos unos malacostumbrados. Tienen razón. Cuando uno recuerda que en mayo de 2013 Rigoberto Urán se paraba en el segundo puesto del podio al término del Giro de Italia, que en julio del mismo año Nairo Quintana hacía lo mismo en el del Tour de Francia, y que en este 2014 Quintana y Urán hacían el uno-dos en Italia, no era para nada descabellado pensar que este iba a ser el año del triunfo en la Vuelta a España, reverdeciendo la hazaña alcanzada por Lucho Herrera en 1987.

Inconscientemente asumimos la idea de que, obtenido ya el primero o el segundo lugar de la clasificación general de alguna de esas tres competencias, que son las más importantes del ciclismo de ruta en el mundo, cualquier cosa que se consiguiera por debajo de eso sería un fracaso. Y lo es, dado el nivel con el que Nairo y Rigoberto llegaron a la línea de partida del giro ibérico en Jerez de la Frontera. Al lado del británico Christopher Froome, eran los extranjeros favoritos para disputarles el título a los locales Alejandro Valverde, Alberto Contador y Joaquim Purito Rodríguez.

Pero ha sido un fracaso con atenuantes. La sabiduría popular nos dice que hay que estar preparados para lo peor cuando las cosas parecen estar saliendo demasiado bien. Y parecía que estaban saliendo demasiado bien, el 31 de agosto, durante la etapa entre Guadazaón y Valdelinares, porque no solamente Winner Anacona ganó la fracción, sino que además Nairo Quintana se puso la camiseta de líder de la carrera, y tanto Anacona como Urán quedaron dentro de los diez primeros de la clasificación. ¿Qué más se podía pedir?

Lucho Herrera

El totazo contra el pavimento y la realidad vino menos de 48 horas después, en la contrarreloj individual entre el monasterio de Santa María de Veruela y Borja, el 2 de septiembre. Le estaba comentando a mi padre, mientras departíamos en la cafetería de una clínica a la espera de una cita médica para él, que Quintana tenía entre sus amistades al corredor Mauricio Soler, que había sufrido un accidente durante una competición, y cuya gravedad fue tal que tuvo que retirarse del ciclismo. Estaba terminando de decírselo, cuando vimos en la televisión a Quintana chocando contra una baranda y dando volteretas por el aire antes de caer violentamente sobre la carretera. A pesar del golpe, “Naironman” se levantó y siguió adelante, con su humanidad magullada, pero su orgullo y ganas de vencer intactos. Los que pasamos del tercero y el cuatro piso tuvimos de inmediato un déjà vu con la imagen de Herrera llegando a Saint Étienne, en 1985, con el rostro ensangrentado por una terrible caída, pero triunfante en la raya de sentencia de aquel tramo.

Nairo perdió tiempo valioso. Perdió la camiseta de líder, a manos de Contador (que no la ha soltado desde ese aciago día). Pero era nuestro Nairo, el invencible. El que cae y se levanta. El que no le tiene miedo a nada ni a nadie. Era imposible que le ganaran tan fácilmente. La sabiduría popular, emparentada con Murphy, nos dice también que cuando algo anda mal, siempre tiende a empeorar. No la quisimos oír, y el comienzo del fin se dio poco después de arrancar la décima etapa, de Pamplona a San Miguel de Aralar. Una caída múltiple de varios pedalistas involucró a Quintana, esta vez, de manera aún más delicada, y una fractura de omoplato lo sacó definitivamente de la Vuelta. Nada qué hacer. Todas nuestras esperanzas quedaron depositadas en Rigoberto Urán.

A diferencia de Nairo, Rigoberto tiene su talón de Aquiles en los terrenos montañosos. No es un gran escalador, y eso se notó a medida que la inclinación de las vías se fue haciendo mayor. Del minuto y ocho segundos que lo separaban de Contador el día del retiro de Quintana, Urán pasó, luego de tres etapas cuesta arriba, a quedar a 18 minutos y 53 segundos del líder español. Fue un auténtico calvario ver cómo llegaban y llegaban ciclistas a la meta en Lagos de Somiedo, el 8 de septiembre, y no aparecía el antioqueño. Cuando al fin pudo hacerlo, su rostro reflejaba lo que no queríamos admitir: que habíamos sido derrotados. Una bronquitis dejó a Urán sin fuerzas, vencido. Nos dieron el aliciente de que había una jornada de descanso antes de la decimoséptima etapa, pero era una falsa esperanza. Lo más sensato era retirarse, y este 10 de septiembre, Rigoberto Urán no tomó la largada. Primero que todo estaba su salud.

Así, un par de caídas y una enfermedad nos privaron de hacer una nueva figuración histórica en la Vuelta a España 2014, por parte de nuestros dos mejores ciclistas. No fue culpa de ellos, ni de nadie más. Fueron circunstancias de la carrera. En el ciclismo, como en cualquier otro deporte, los participantes saben que están expuestos y dispuestos a ganar o a perder. Lo que pasa es que nosotros, los aficionados, ya nos acostumbramos solamente a verlos ganar. No nos gusta que pierdan, y menos de esta triste manera.

Dos a uno: lágrimas de dolor y agradecimiento

Columnas > Con los taches arriba Por: Rafa XIII

4 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2014 22:50 COT

James Rodríguez

Mientras escribo estas líneas cae un tremendo aguacero sobre la capital colombiana. Parece que el cielo también estuviera llorando esta inmerecida eliminación de Colombia en el mundial Brasil 2014, a manos de la selección local y con la complicidad manifiesta del árbitro español Carlos Velasco.

No se trata de una actitud rencorosa ni de un sentimiento de malos perdedores de parte de los colombianos, sino de una certeza acerca de algo que se veía venir en los días anteriores al partido y que desgraciadamente se confirmó a medida que pasaron los 90 minutos de juego en estadio Castelão de Fortaleza. Se temía que la terna arbitral estuviera cargada del lado de Brasil y, en efecto, así sucedió.

De todas maneras, Colombia no hizo lo que tenía que hacer para contrarrestar el hecho de jugar contra doce (más bien catorce, contando los jueces de línea) y permitió que la selección auriverde se pusiera arriba en el marcador demasiado rápido. Había que aguantar al menos 20 minutos, pero a los seis del pitazo inicial cayó el primer gol local, en una desatención de Carlos Sánchez en el tiro de esquina, que dejó libre a Thiago Silva para anotar sin marca alguna en el arco de David Ospina. Cualquier planteamiento que hubiera tenido José Pékerman tendría que empezar a modificarlo inmediatamente, porque la opción era empatar o salir goleado. Daba lo mismo perder por uno o por diez goles, igual, seríamos eliminados.

La igualdad casi se dio a los diez minutos, con un remate de media distancia de Cuadrado que habría cambiado la historia del juego. De ahí en adelante, fue un monólogo de pito en contra de Colombia, porque el central señalaba absolutamente cualquier falta cometida por los nuestros mientras se hacía el de la vista gorda con la golpiza que Fernandinho, Paulinho y Marcelo les dieron a James y a Cuadrado. Las tarjetas amarillas apenas si se vieron al final de la primera parte, a pesar del concierto de patadas, agarrones y empujones de los brasileños.

Menos mal Ospina soportó incólume el aluvión. A los 19, contuvo dos tiros consecutivos de Hulk y Oscar, otro más de Hulk en el 27, un cabezazo de Fernandinho a los 33 y un tiro libre de Neymar Jr. a los 43. Lo mejor era que el primer tiempo terminara pronto, de modo que don José le cambiara la cara al equipo nacional en el camerino en el entretiempo, como tantas veces lo había hecho.

El XI titular colombiano en Fortaleza

Como se dijo más arriba, la cuestión era empatar o salir goleados. Pékerman sacó a Ibarbo, metió a Ramos y la tricolor se vio más ofensiva. Guarín se acercó con un zurdazo de media distancia a los 58. Y vino la jugada polémica a los 65. Tiro libre cobrado por Rodríguez, borbollón en el área y Mario Yepes finalmente metió la pelota en el arco. El árbitro y el asistente señalaron fuera de lugar, que en ningún momento existió porque, si bien en el instante previo a que James pateara Guarín estaba adelantado, cuando la bola iba por el aire regresó a posición lícita y él NO participó en la acción. Yepes, Zapata y Ramos, que saltaron a cabecear en el racimo de jugadores, estaban en línea con los defensas verdeamarelos. No había ninguna razón para anular la anotación colombiana.

Y como el mandadero tenía que completar su misión, dos minutos más tarde, Velasco pitó una falta inexistente de James —con tarjeta amarilla para el 10 cucuteño— sobre Hulk, que causó el tiro libre para el golazo de David Luiz. Ahora había que pensar no en hacer un gol para empatar, sino meter dos para alcanzar el milagro. Enseguida entró Bacca por Teófilo Gutiérrez. Si íbamos a perder, que fuera con las botas puestas.

El premio al esfuerzo de la selección cafetera se dio por un penalti increíblemente pitado a nuestro favor por Velasco. Habría sido el colmo que no lo concediera. Júlio César, el arquero de Brasil, derribó a Bacca cuando se encaminaba a la portería. Era penal, en Fortaleza, en Río de Janeiro, en Bagdad y en Cafarnaúm. Pero también debió ser expulsado el guardameta, puesto que era el último hombre y cortó con infracción una jugada inminente de gol. El referee se lavó las manos con una simple tarjeta amarilla. Gol de James Rodríguez, 2-1. Entró Quintero por Cuadrado y parecía que se iba a conseguir la hazaña.

Los últimos diez minutos del partido fueron la demostración de que Colombia tenía con qué jugársela el todo por el todo y que Brasil, muerto de miedo, solo pudo superarnos con la complicidad de los hombres de negro —hoy de verde—. Pedían tiempo, pegaban, pegaban y pegaban. Tras el penal anotado por Rodríguez hubo seis llegadas al área de Júlio César por ninguna a la de Ospina, que incluso se aventuró a cabecear un tiro libre en el tiempo agregado, cuando ya habíamos quemado las naves.

James y Pékerman

Final del encuentro. James lloró, Pékerman lloró y todos lloramos. Tristes, porque no sólo los coterráneos sino también los extranjeros vieron que el resultado estuvo ensombrecido por la intervención de un arbitraje amañado y localista, pero a la vez sentimos una gratitud enorme hacia este plantel de futbolistas, que desde el DT hasta el tercer arquero fueron unos dignos, dignísimos representantes del fútbol colombiano y que lograron la mejor figuración en nuestro corto historial mundialista.

Gracias a don José, a James y a todos. Lo que hicieron superó las expectativas del más optimista de los hinchas. Si queremos estar en Rusia 2018, lo mejor es darle continuidad a este proceso y hacer oídos sordos a voces estúpidas como la de Carlos Antonio Vélez y sus secuaces, que, favoreciendo oscuros intereses personales como la promoción de jugadores de su cuerda y la obtención de comisiones, claman por el regreso de la rosca maldita que impidió el avance del fútbol de Colombia en las tres eliminatorias anteriores.

DOS a cero: Colombia, entre los ocho mejores del mundo

Columnas > Con los taches arriba Por: Rafa XIII

28 dAmerica/Bogota Junio dAmerica/Bogota 2014 23:19 COT

James Rodríguez

Asumí el riesgo de escribir en caliente, cuando por fuera de la ventana retumban las vuvuzelas y, a pesar de la prohibición, la harina vuela por los aires y los borrachos se tambalean en los andenes. Colombia celebra alborozada esta clasificación inédita a los cuartos de final de la Copa Mundial de la FIFA Brasil 2014.

¿Por qué? Es la única forma de interpretar lo sucedido en los noventa minutos antes de que se enfríe la emoción, y el fragor de lo ocurrido en la cancha se convierta en una simple estadística de formaciones, tiros al arco, faltas, tarjetas y porcentajes de tenencia de la pelota, acompañadas de las imágenes en video de los goles. Ese el registro para la posteridad, pero lo que se siente entre pecho y espalda no es capaz de describirlo ningún alfabeto de ningún idioma, ni la cámara con la más alta definición que se haya inventado hasta el momento.

Colombia, al mando de José Néstor Pékerman, superó al palmarés de Uruguay, con sus dos títulos mundiales, sus dos olímpicos y sus casi veinte Copas América, jugando al fútbol, y aprovechando dos de las tres oportunidades de gol que tuvo durante el trámite del partido. El gran protagonista de la jornada fue sin duda James Rodríguez, que esta vez se puso el traje de definidor en lugar del de pasador, anotando un gol antológico de picabarra a los 27 minutos de la inicial, y otro con su pierna menos hábil —la derecha— a los tres del segundo tiempo.

James Rodríguez

Como era de esperarse, los uruguayos dieron muchas dificultades, puesto que que generaron nueve remates al arco colombiano, conjurados por David Ospina, siendo las más destacadas la atajadota a un tiro de media distancia de Cristian Cebolla Rodríguez en el minuto 18 de la segunda parte; la que le detuvo con el pecho a Maximiliano Pereira, cuando el reloj marcaba 33 minutos de la complementaria; y una más a Édinson Cavani, faltando siete para el pitazo final. Pero también los celestes se dedicaron gran parte del tiempo a repartir pierna fuerte y malintencionada, en la mayoría de los casos dirigida a Cuadrado, James y Teófilo Gutiérrez, con la complacencia del árbitro neerlandés Bjorn Kuipers. La más infame de todas fue una patada sin el balón en juego de Gastón Ramírez a Pablo Armero. Era para tarjeta roja directa, pero el central de manera increíble amonestó a Armero, seguramente por dejarse pegar. Tanto a los charrúas como a sus cuasi hermanitos, los argentinos, siempre se les ha reconocido ese espíritu de lucha que los lleva a no rendirse tan fácilmente ante la adversidad, con lo cual han logrado una cantidad de triunfos en circunstancias heroicas cuando todo parecía perdido. Pero también es amplio su historial de sucesos bochornosos cuando son vencidos por sus oponentes. En el Cono Sur, particularmente en ambos lados del Río de la Plata, son pésimos perdedores, y acuden a cuanta cochinada saben para ensuciar el triunfo de quienes los derrotan.

No deja uno de pensar cómo habría sido esta Selección Colombia en Brasil si hubiera estado Radamel Falcao García. Si así no más gana, gusta y a veces golea, ¿qué tal si lo tuviéramos a él? Creo que ni el más optimista de nosotros esperaba una presentación tan llena de elogios por parte de los expertos y los aficionados rasos, que ven en la tricolor —ahora bicolor, por cuestiones de la moda— un estilo de juego práctico y contundente, en el que Pékerman ordena, James ejecuta —con Cuadrado, Teo, Jackson y Sánchez como escuderos— y Yepes, Zapata y el gran Ospina custodian la retaguardia como perros de presa.

Hemos superado el listón dejado en Italia 1990 en esta fase, cuando Roger Milla nos envió de regreso a casa, tras aquel lamentable error de René Higuita. Unos días antes de comenzar el mundial, más exactamente el 23 de mayo, decía pensando en voz alta que era iluso y absolutamente contrario a la razón, pero que nada costaba soñar con que el capitán Mario Alberto Yepes regresara a Colombia con un trofeo en la mano. Hoy, todavía sigue siendo iluso y contrario a la razón pensar que esto sea posible, pero el derecho a soñar continúa. El viernes 4 de julio, en el estadio Castelão, de Fortaleza, nos espera Brasil, con sus cinco títulos mundiales, ocho Copas América, cuatro Copas Confederaciones y más de 200 millones de torcedores en contra nuestra. Ya eliminamos en franca lid a un grande como Uruguay, ahora vamos entonces por otro, y por la hazaña…

CUATRO a uno: el diez y el récord

Columnas > Con los taches arriba Por: Rafa XIII

25 dAmerica/Bogota Junio dAmerica/Bogota 2014 13:37 COT

James Rodríguez

La nueva edición de esta columna parecía escribirse sola, porque un marcador tan abultado prácticamente diría todo y era poco lo que habría agregar a un triunfo categórico, que demostraba la superioridad futbolística de Colombia sobre Japón en el partido de cierre de la primera fase del Grupo C, en Brasil 2014.

Pero no fue así. Un equipo puede golear a otro con tres o más anotaciones, todas de penalti, o con un par de goles ilegales que desequilibren un apretado uno a cero, o el árbitro puede mermar a uno de los oncenos con expulsiones, y luego de que éstas se producen, el rival aprovecharse de la ventaja numérica y pasarle por encima.

No ocurrió nada de eso en el Arena Pantanal, de Cuiabá. Lo que en realidad sucedió tuvo lugar en el intermedio del juego, en el que, como ya es usual, José Néstor Pékerman determinó la variante que cambió para bien del seleccionado cafetero el curso de las acciones.

Y es que en el primer tiempo la cosa estuvo fea. Los japoneses, con apenas un punto en la tabla, se aferraron a la pequeña esperanza matemática que aún les quedaba para clasificar, que consistía en vencer a Colombia y esperar un empate entre Costa de Marfil y Grecia, para intentar superarlos por gol diferencia. Después del penal convertido por Cuadrado, con el que la tricolor colombiana se puso adelante, hubo cuatro opciones claras de gol de los nipones, por parte de Kagawa (dos), Honda y Okubo. El empate, como dicen en España, estaba al caer, y cayó en el último minuto de la inicial, con un cabezazo de Okazaki, superando en el centro del área a Carlos Valdés, que llegó tarde a cerrarlo.

El diez

Cuando parecía que había fracasado el experimento de haber puesto desde el vamos a ocho jugadores diferentes a los de los anteriores partidos, el técnico compuso el andar de Colombia, mandando al terreno de juego a James Rodríguez a partir del comienzo de la etapa complementaria. De inmediato se sintió la mejoría del equipo. El desorden que había tenido el combinado nacional en la primera parte, con un Quintero deslucido y gris, se transformó en un engranaje perfectamente sincronizado.

Como en los mejores días del Pibe Valderrama, la camiseta 10, ahora con Rodríguez, fue la que distribuyó la pelota a lo largo y ancho del césped. El 2-1 llegó en un tirazo cruzado de Jackson Martínez, tras un pase de, adivinen de quién… de James, que se la dejó servida, a un lado del punto penal. Por fin se le abría el arco a Chachachá. Con ese resultado morían las ilusiones de Japón, porque necesitaría no sólo voltear el tanteador sino hacer bastantes goles y, para colmo de males, ya iba ganando Grecia. Esto no quiere decir que los japoneses no lo intentaron, pues de hecho tuvieron tres disparos al arco después del segundo gol de Colombia, pero era demasiada el agua en contra con la que tenían que remar y en el arco estaba David Ospina.

¿Les digo de quién fue el pase en profundidad desde casi la mitad de la cancha para el tercer gol de Colombia, y segundo de Jackson? Adivinaron. OTRA VEZ de James Rodríguez. Y para que la faena fuera completa, el propio James nos regaló el 4-1, con una espectacular jugada individual de doble enganche sobre su marcador y una obra maestra en la definición, para el delirio de la fanaticada en las gradas del estadio y en todos los rincones del país y del mundo en donde hubiera alguien nacido en esta tierra. El diez de Colombia no solo entrega la pelota en bandeja para que sus compañeros la pongan en el fondo de la red, sino que también los hace cada que tiene la oportunidad. Ante la ausencia de Falcao, el gran James Rodríguez es quien lidera a nuestra selección en el campo de juego y lo hace con lujo de detalles.

El récord

Faryd Mondragón

Con el partido resuelto, vino el momento para la historia. Pékerman utilizó el cambio que le quedaba para rendirle un homenaje a Faryd Mondragón, y de paso convertirlo en el jugador más veterano en la historia de los mundiales de fútbol, a sus 43 años recién cumplidos. Además de la ovación cerrada de los hinchas y del registro para la posteridad, el guardameta vallecaucano le puso el moño a su carrera deportiva atajando en el tiempo de adición un remate de Kakitani.

Hace 16 años, en Francia 1998, Mondragón lloró de tristeza al ver que su esfuerzo sobrehumano en el partido contra Inglaterra había sido inútil y que, si bien evitó una goleada de proporciones vergonzosas, de todas maneras quedamos eliminados en aquella ocasión. Ahora lloró de alegría y nostalgia, al recibir el reconocimiento de la afición que vio en él, en Córdoba y en Calero a los tres arqueros más importantes del pasado reciente de nuestro fútbol.

Fue una actuación extraordinaria de Colombia. Llegan los cuartos de final frente a Uruguay el sábado 28 de junio, en el Maracaná de Río de Janeiro. Ahí comienza –o termina- todo otra vez. En cualquier caso, serán 90 o 120 minutos en los que contendremos la respiración.

DOS a uno: ¡estamos clasificados!

Columnas > Con los taches arriba Por: Rafa XIII

20 dAmerica/Bogota Junio dAmerica/Bogota 2014 10:41 COT

James Rodríguez y sus compañeros

Sabíamos de antemano que no iba a ser fácil. Y no fue fácil. Desde un comienzo teníamos claro que el rival a vencer en este grupo era Costa de Marfil, y los elefantes africanos de verdad que fueron el oponente más difícil que ha tenido Colombia desde aquel épico partido contra Chile en la eliminatoria sudamericana, el día que se obtuvo la clasificación a Brasil 2014.

Basta con repasar las acciones del primer tiempo en el Mané Garrincha, de Brasilia, para darse cuenta de que los marfileños no dejaron que nuestra selección tuviera el más mínimo ápice de comodidad para desplegar su juego. Pékerman repitió la formación con la que se impuso a Grecia hacía cinco días, pero esta vez Víctor Ibarbo, uno de los más destacados de dicha jornada, fue completamente distinto: aparatoso en el choque, nulo en los piques y torpe para eludir a la zaga. En general, la tricolor no pudo llegar mucho al arco de Costa de Marfil en la etapa inicial. A los cinco, Teófilo Gutiérrez falló un tiro desde fuera del área sobre el palo de la mano izquierda de Barry. La razón principal para la mala definición de Teo fue que el balón le quedó para la pierna zurda, y él es diestro. A los 16, fue Zokora quien estuvo a punto de cometer un autogol al desviar un centro de Cuadrado. Y a los 27, otra vez Gutiérrez se encasquilló al momento de finalizar un pase preciso de James al punto penal. De nuevo le quedó el esférico para su perfil menos hábil. A estas tres opciones colombianas habría que sumarle un tiro bastante chueco de James Rodríguez que pasó lejos de la meta. Eso fue todo nuestro volumen ofensivo en los primeros 45.

Costa de Marfil mantuvo a raya a Colombia con base en el juego fuerte, con faltas reiteradas sobre Cuadrado, a quien le dieron golpes de manera alternada Tiote, Zokora, Serey y Boka. El equipo de Lamouchi también se acercó a la valla de Ospina con relativa peligrosidad, con lanzamientos de Aurier a los 31 y Serey a los 36. Sobre los 43, hubo una jugada que en mi concepto era penalti por empujón de Zapata sobre Gradel, el cual por fortuna para Colombia no fue concedido por el juez central Webb.

Pékerman nos tiene acostumbrados a cambiarle la cara al equipo para el segundo tiempo. No sabemos qué les dirá en el intermedio, pero siempre que las cosas no andan como queremos en el inicio, para el complemento se ve al combinado nacional con otra actitud. Hasta Ibarbo, que había estado intrascendente, se inventó una jugada a los tres minutos en la que increíblemente se gambeteó a sí mismo, desperdiciando una oportunidad clara de anotar porque, de haber sido exitoso en el drible en la medialuna, quedaba de frente al arco. Instantes después vino el movimiento que enderezó el rumbo colombiano, con la entrada de Juan Fernando Quintero por el propio Ibarbo. Automáticamente, James tuvo el socio ideal para generar peligro. Y fue precisamente por los pies de Quintero que pasó el balón que Cuadrado estrelló en el horizontal. El reloj marcaba 13 minutos de la segunda etapa.

Lamouchi envió a Drogba a la cancha. Se produjo un “¡Uh…!” entre los que estábamos viendo el partido, porque esa era el arma más poderosa de los africanos. Lo paradójico es que no llevaba ni 180 segundos en el césped cuando en un tiro de esquina que cobró Cuadrado, cabeceó James —¡ganándoles el salto a los gigantes Drogba y Zokora!— y fue el primer gol colombiano. La reacción de Costa de Marfil no se hizo esperar, y ahí de nuevo apareció Ospina a los 22 para conjurar el tirazo de Aurier. Afortunadamente, dos minutos más tarde, James le robó la bola a Serey en la bomba central, recibió Gutiérrez, y éste le hizo el pase mortal a Quintero, que la mandó al fondo de la red con sutileza y sangre fría.

No era necesario correr más riesgos. Arias entró a tapar el hueco que dejaba Armero al ir al frente y que era aprovechado constantemente por Aurier para hacer daño por esa banda. Sin embargo, quedó un agujero por el otro lado, y Gervinho, solo, sin la ayuda de nadie, se llevó por delante a Aguilar, Sánchez y Zúñiga para poner el descuento. Una jugadota individual del 10 marfileño al servicio del AS Roma. Quedaban 17 minutos, los cuales, desde nuestro punto de vista, iban a durar ochenta segundos cada uno, sin contar los que agregaran en la reposición. Había que resguardarse y por eso Pékerman puso a Mejía en lugar de Aguilar, pero se negó a renunciar del todo al ataque. Cuadrado tuvo el tercero faltando 15 minutos, y Quintero quiso colgar a Barry con un globo de más de media cancha que por poco se mete en el pórtico.

Para, como dicen los entendidos, cerrar el partido, se debe contar con jugadores curtidos, con muchos almanaques y vueltas olímpicas encima, que sepan emplear la marrulla adecuada para neutralizar el avance del otro equipo y enfriar los ímpetus. Yepes fue el hombre de los últimos cinco minutos y del tiempo adicional. Les ganó a todos en lo canchero. Hasta se dio el lujo de cometer un penal de esos que no le pitaban nunca en contra a Pasarella, Baresi o Moore. Nadie lo vio, y aunque lo hubieran visto, ningún árbitro se lo habría marcado, por puro respeto a su veteranía.

El pitazo final y el empate entre Grecia y Japón instalaron a Colombia en octavos de final de esta Copa del Mundo, en donde enfrentará a alguno de los dos seleccionados que clasifiquen en el grupo D. Ya igualamos lo conseguido hace 24 años. Cualquier instancia que alcancemos de aquí en adelante será nuestro nuevo referente histórico que dejará atrás el 4-4 con los soviéticos en Chile 1962 y el 1-1 con Alemania en Italia 1990.

TRES a cero: el debut soñado

Columnas > Con los taches arriba Por: Rafa XIII

15 dAmerica/Bogota Junio dAmerica/Bogota 2014 8:39 COT

Pablo Armero

Colombia puso fin a 16 años de ausencia mundialista con una gran victoria, ganando y goleando a Grecia, y dando un paso importante con miras a clasificarse a la segunda ronda de Brasil 2014.

Dicen los viejos zorros del fútbol que ganar el primer partido del mundial no solo es un gran golpe anímico favorable para el grupo de jugadores, el cuerpo técnico y la afición, sino que aumenta exponencialmente sus posibilidades de seguir con vida en el torneo. En el caso colombiano, nuestra única aventura más allá de la primera fase se dio precisamente en Italia 1990, al vencer en su primera aparición por dos a cero a Emiratos Árabes. La derrota ante Yugoslavia y el empate con Alemania pusieron a Colombia en octavos de final, en donde Camerún nos envió de vuelta a casa. En las otras participaciones anteriores y posteriores, arrancamos perdiendo el primer juego (1-2 con Uruguay en Chile 1962, 1-3 con Rumania en Estados Unidos 1994 y 0-1 también contra Rumania en Francia 1998) y quedamos eliminados luego de los tres partidos de rigor.

Claro que perder el primer juego o uno de los encuentros de la ronda inicial tampoco es una sentencia de muerte. De hecho, Argentina perdió con Italia 0-1 en 1978, de todas maneras avanzó y fue campeón. Más recientemente, en Sudáfrica 2010, España cayó ante 0-1 ante Suiza y también se alzó con el título. En cualquier caso, y haciéndole una extensión al postulado pambeliano de que es mejor ser rico que pobre, en los mundiales y en cualquier otro torneo, largo o corto, siempre será mejor arrancar ganando que perdiendo.

Y eso lo tenía absolutamente claro el técnico José Pékerman. El DT de la selección Colombia supo sortear la desventaja que tenía desde antes del pitazo inicial al no tener entre sus once jugadores a la figura máxima de Radamel Falcao García, cuya lesión fue imposible de recuperar a tiempo para contar con él en este mundial. En los partidos de fogueo realizados en los últimos meses había empezado a destacarse el desempeño de Víctor Ibarbo, futbolista de quien, a la primera impresión, uno estaría tentado a pensar que por ser un camaján (para los no colombianos, esta palabra es sinónimo de corpulento) no es habilidoso. Todo lo contrario: es veloz, con una zancada larga que supera a quienes lo intenten marcar, y poseedor de una muy buena gambeta. Partiendo desde el medio, Ibarbo llegó permanentemente por el costado izquierdo del ataque cafetero, para hacerle compañía a Teófilo Gutiérrez, que sobre el papel era el único atacante.

El gran temor de todos era que, ante la ausencia irremediable de Falcao, autor de la mitad de los goles de Colombia en la eliminatoria, el combinado tricolor quedara castrado en su capacidad ofensiva. Por fortuna, no fue así. El gol que rompió la sequía de más de una década y media lo hizo Armero, el lateral izquierdo, muchas veces cuestionado por ser demasiado bueno para proyectarse en ataque, pero no tanto para regresar a su obligación básica, que es la de defender.

De la misma manera que se le hicieron reparos en su momento a Armero por subir mucho y bajar poco, la defensa colombiana en general estuvo en entredicho en gran parte de la eliminatoria y los amistosos debido, por ejemplo, a la lentitud de los centrales Yepes y Perea. Con todo, el argumento estrella de Pékerman para desvirtuar tales señalamientos era el de que la valla menos vencida fue la nuestra. Y eso tiene su explicación: a Colombia le llegaban, pero David Ospina nos salvaba los muebles, con voladas milagrosas que evitaban goles cuasi cantados.

Esta vez no fue la excepción. Cuando finalizaba la primera parte y Grecia se había apoderado del control de la pelota, Ospina hizo una atajada portentosa ante un remate furibundo de Panagiotis Kone, que de meterse en el arco pudo haber cambiado la historia del juego.

Teófilo Gutiérrez

James Rodríguez, opaco durante prácticamente toda la primera parte, salió con otra actitud para la complementaria, y eso se reflejó en la mejoría del equipo. James se puso la ropa de organizador, haciendo la pausa cuando los griegos apuraron y acelerando el ritmo cuando ellos estuvieron a contrapié. En alguna ocasión le comenté a un grupo de amigos en una tertulia de fútbol que Teófilo Gutiérrez en la selección era destacadísimo jugando en Barranquilla y menos desequilibrante en los partidos de visita, tal vez porque le hacía falta el fervor de su público. Con un estadio Mineirão lleno en un 98 por ciento con aficionados colombianos, Teo debió sentirse como si estuviera en el Metropolitano, pues su trabajo frente a Grecia fue digno de un nueve sobre diez, con una anotación en el momento clave para darle la tranquilidad a Colombia, porque, instantes después, un cabezazo de Theofanis Gekas pegó en el horizontal y de picabarra regresó al terreno de juego.

Era el momento de los cambios. Pékerman, para mantener el resultado, y Santos, para tratar de achicar la distancia. Este duelo también lo ganó el entrenador argentino. Aguilar, Arias y Jackson Martínez reforzaron la marca —los dos primeros— y el ataque —el último—, aunque Martínez no generó realmente oportunidades manifiestas de peligro en el arco helénico.

James Rodríguez

Faltaba el gol de James, que llegó en el tiempo de reposición, merced a un taco de lujo de Cuadrado. Fue el premio al mejor del partido. Un debut soñado, con un marcador abultado que es beneficioso para un eventual desempate (¿con Costa de Marfil?) por el ítem del gol diferencia y con el alivio de que, aún sin Falcao, Colombia tuvo juego colectivo y poder anotador. Estamos alegres. Es apenas normal que celebremos con alborozo. Pero no despeguemos los pies de la tierra.

Quintana y Urán, de oro y plata

Columnas > Con los taches arriba Por: Rafa XIII

1 dAmerica/Bogota Junio dAmerica/Bogota 2014 12:49 COT

Nairo Quintana
Rigoberto Urán

Los de mi generación somos unos privilegiados. Hace tres décadas, siendo niños y adolescentes vimos cómo Alfonso Flórez ganaba por primera vez una carrera en Europa: el Tour de l’Avenir, en 1980. Poco después, vimos también a Lucho Herrera coronando el mítico Alpe d’Huez en el Tour de Francia de 1984. En el 87, a través de la radio y la televisión, nuestros oídos y ojos fueron testigos de cómo el mismo jardinerito de Fusa llegó primero a Lagos de Covadonga, se adueñó de la camiseta de líder y el 15 de mayo se consagró como el primer —y hasta ahora, único— colombiano en ganar la Vuelta a España. Lucho fue el máximo exponente del pedalismo nacional, secundado por otros grandes corredores como Fabio Parra, Martín Ramírez, Francisco Rodríguez, Édgar Condorito Corredor, José Patrocinio Jiménez, Israel Pinocho Corredor, Samuel Cabrera, Manuel el Jumbo Cárdenas, Herman Loaiza, Nelson Cacaíto Rodríguez, Pablo Wilches y Abelardo Rondón, entre otros. Cada uno de ellos, en mayor o menor medida, fueron nuestros ídolos y motivo de grandes satisfacciones para la afición colombiana.

Alfonso Flórez

Ahora que estamos en la madurez, vemos con alegría que volvemos a tener verdaderos monstruos de la bicicleta, como los de aquellos viejos tiempos. Lo que han alcanzado Nairo Quintana y Rigoberto Urán no solo iguala sino que supera con lujo de detalles las hazañas de nuestros corredores criollos en la década de los ochenta del siglo pasado. Al triunfo de la Vuelta a España (la tercera competencia de ruta más importante del mundo) en 1987 de Herrera y al tercer puesto de Parra en el Tour de Francia (la carrera más importante) de 1988, le anteponemos el doblete como subcampeón de Urán en el Giro de Italia (la segunda carrera a nivel mundial) en 2013 y 2014, el subtítulo de Quintana en el Tour francés del año pasado y su flamante corona de campeón del Giro italiano en este 2014, el triunfo más importante del ciclismo colombiano de ruta en toda su historia.

Este Giro ha tenido sabor a Colombia por donde se le mire. Desde la etapa 12, la franela de líder de la competencia estuvo en poder de un compatriota. Rigoberto Urán se adueñó de la codiciada maglia rosa –camiseta rosada— el 22 de mayo, en la contrarreloj individual entre Barbaresco y Barolo, y la cedió a Nairo Quintana cuando éste ganó la etapa Ponte di Legno-Val Martelo, cinco días más tarde. El boyacense mostró un paso impresionante en el ascenso, a pesar de haber tenido en las horas previas dificultades de salud debido a un resfriado. La consolidación de Nairo se dio en la cronoescalada individual del viernes 30, en una durísima subida a la Cima Grappa, desde casi el nivel del mar hasta los 1.775 metros de altura, lo cual, para las condiciones climáticas y topográficas europeas, es comparable a trepar a un páramo de los nuestros que esté por encima de los tres mil metros. Quintana ganó la etapa y le sacó ventaja suficiente a sus perseguidores como para correr tranquilo el sábado y el domingo hasta la meta final, por cuanto dejó a su compatriota Urán a 3:07, al italiano Fabio Aru a 3:48 y al francés Pierre Rolland a 5:26. A no ser que ocurriera una debacle de proporciones nunca vistas, era imposible que a Nairo le quitaran el máximo lugar de honor del podio en Trieste.

Sin embargo, Quintana no bajó la guardia en la fracción del 31 de mayo, también montañosa y con llegada en un puerto de primera categoría en el Monte Zoncolan, y se mantuvo al acecho de los que protagonizaron fugas. Para que no quedaran dudas, mantuvo a Urán con la misma distancia y amplió la diferencia sobre Aru y Rolland, que al término del vigésimo tramo quedaron a 4:04 y 5:46, respectivamente. No había nada que hacer. Era solo cuestión de hacer el desfile triunfal el último día, alistar las banderas, las botellas de champaña y empezar a celebrar.

Julián Arredondo

Amén del uno-dos en el podio, la actuación colombiana en Italia significó también la maglia bianca —camiseta blanca— para el propio Quintana como el mejor joven de la competición y la maglia azzurra –camiseta azul— para Julián Arredondo como el mejor de la montaña, quien además se impuso en la categoría de la combatividad. A manera de bonus track, Nairo alcanzó el primer lugar en el escalafón de la Unión Ciclística Internacional, con 345 puntos, frente a 308 de Alberto Contador. Todo salió a pedir de boca. Como hace tres décadas, hoy mi generación afortunada está aquí para verlo, oírlo y disfrutarlo.

Los hombres de Pékerman

Columnas > Con los taches arriba Por: Rafa XIII

13 dAmerica/Bogota Mayo dAmerica/Bogota 2014 21:07 COT

Tras una larga pausa, ocasionada por circunstancias de fuerza mayor, retomo este espacio en la época precisa en la que el mundo se apresta a vivir el evento máximo del rey de los deportes: el Mundial de Fútbol Brasil 2014.

Ha corrido bastante agua por debajo del puente desde la columna anterior, publicada a finales del año pasado, aún en medio de la euforia por la clasificación de Colombia a la cita orbital, poniendo fin a 16 años de ausencia. Primero vino el sorteo de los grupos, en los que nuestra selección, en su condición de cabeza de serie, evitó toparse en primera instancia con los equipos más fuertes, y como se dice coloquialmente, le dieron pasto para que pase sin mayores apuros a octavos de final.

Con la llegada de 2014 empezaron las malas noticias. La lesión de Radamel Falcao García sembró la preocupación en los hinchas colombianos, porque tal como ocurrió en 1994 con el Pibe Valderrama, perdíamos a la figura más importante del equipo. Otros jugadores seleccionables, como Teófilo Gutiérrez, Éder Álvarez-Balanta y Mario Alberto Yepes, también sufrieron inconvenientes de salud por golpes fortuitos y lastimaduras de rutina que no revistieron la misma gravedad que el caso de Falcao.

Desde entonces, la evolución médica de García ha sido difundida por los medios más con el corazón que con el rigor científico que debería tener. Es claro que él quiere jugar el mundial, que todos los colombianos queremos que él juegue el mundial, y hasta los de los equipos contrincantes quieren que él esté en el mundial, pero únicamente un milagro atribuible a los recién canonizados Juan XXIII y Juan Pablo II permitiría que el Tigre, además de ir a Brasil 2014, esté en condiciones plenas para jugar. Nos pasó con el ya mencionado Valderrama en Estados Unidos 1994, que se recuperó pero anduvo a media máquina, siendo un extra sin parlamento en la pobre actuación que tuvo Colombia en canchas norteamericanas a pesar de su favoritismo. Dos décadas después, por más campañas que hagan en televisión, por más trinos y retrinos en Twitter, y cadenas de mensajes que se publiquen en los muros de Facebook, la rodilla de Falcao no estará al 100 % para el primer partido de la tricolor ante Grecia el 14 de junio.

Los convocados

Por esta razón José Pékerman fue prudente y paciente en grado sumo para dar su lista de 30 preseleccionados. Esperó hasta los últimos quince minutos de la última hora del último día de plazo que daba la FIFA para tal propósito. Así terminaron cuatro meses de conjeturas y especulaciones que hacían —hacíamos— los 47 millones de directores técnicos en potencia que existen —existimos— en Colombia. Y haciendo uso de mi condición de “técnico” de “mi selección”, previamente, a través de las redes sociales, el 7 de mayo me aventuré a lanzar los 23 nombres que en mi concepto serían los seleccionados…

Los trinos photo Trinos_zps06dd0e98.jpg

ARQUEROS: Ospina, Mondragón y Vargas. DEFENSAS: Zúñiga, Armero, Arias, Yepes, Zapata, Álvarez y Mosquera. VOLANTES: Aguilar, Guarín, Valencia, Cuadrado, Rodríguez, Sánchez y J.F. Quintero. DELANTEROS: Bacca, Gutiérrez, Martínez, Ramos, Ibarbo y Muriel.

Y estos fueron los 30 que llamó Pékerman (en itálicas los siete jugadores extras):

ARQUEROS: David Ospina, Faryd Mondragón, Camilo Vargas. DEFENSAS: Éder Álvarez-Balanta, Santiago Arias, Pablo Armero, Aquivaldo Mosquera, Mario Yepes, Cristian Zapata, Camilo Zúñiga, Luis Amaranto Perea, Carlos Valdés. VOLANTES: Abel Aguilar, Edwin Valencia, Juan Guillermo Cuadrado, Fredy Guarín, Juan Fernando Quintero, Carlos Sánchez, James Rodríguez, Aldo Leao Ramírez, Alexander Mejía, Macnelly Torres y Elkin Soto. DELANTEROS: Carlos Bacca, Teófilo Gutiérrez, Víctor Ibarbo, Jackson Martínez, Luis Fernando Muriel, Adrián Ramos y Falcao García.

Nada mal. Acerté 22 de los 23 porque no quise poner a Falcao. Consideraba y aún considero innecesario, al igual que muchos colegas, el hecho de llamar a 30 para luego dejar 23. La mayoría de los técnicos mundialistas hicieron de una vez su lista definitiva y asunto terminado. De todas maneras, los escogidos por el DT argentino al servicio de la Federación Colombiana de Fútbol se ajustan a la realidad del momento y al proceso que dio como resultado la clasificación. Ellos han sido sus hombres de confianza y merecían la convocatoria. Además, había que incluir a Falcao para no echar por tierra la enorme parafernalia mediática y publicitaria que se ha levantado en torno a él. Aunque no juegue, García será una especie de Cid Campeador, que gane las batallas sin estar en el combate, pero que con su sola mención y presencia sirva como elemento de disuasión para los contendores.

Así las cosas, los siete que pueden quedar al margen de la planilla que se inscribirá a comienzos de junio ante FIFA para el campeonato serían Perea (por algo llamó a Mosquera), Valdés, Álvarez-Balanta, Guarín (que no puede jugar el primer partido por haber sido expulsado en la última fecha de la eliminatoria), Soto, Mejía y Muriel.

Nuestros rivales

En cuanto a los llamados por los tres equipos que enfrentarán a Colombia, tampoco hubo mayores sorpresas. Costa de Marfil tiene a Didier Drogba, Gervinho y Yaya Touré como figuras descollantes, y en mi concepto es el único equipo que de verdad le hará oposición al combinado colombiano en el Grupo C. La velocidad de los africanos puede llegar a ser un verdadero dolor de cabeza ante centrales lentos como Yepes, Perea y/o Mosquera, y laterales que van al ataque y no regresan, como Zúñiga y Armero.

Con respecto a los otros dos, no nos digamos mentiras. Esta Grecia no es la misma que ganó la Eurocopa de Naciones en 2004 ¡hace DIEZ años a punta de táctica murciélago! En la lista de 29 futbolistas dada a conocer por Fernando Santos hay doce jugadores que militan en la liga helénica, y de los que juegan en el exterior sobresalen Sokratis Papastathopoulos, del Borussia Dortmund, Vasilis Torosidis, del Roma, y Giorgios Samaras, del Celtic de Glasgow. Los demás están en equipos de poca relevancia.

En Japón, si bien es cierto que de los que quedaron campeones de Asia en 2011, también al mando del actual entrenador italiano Alberto Zaccheroni, fueron convocados trece integrantes, esa superioridad en su continente (casi hegemónica en tres de las últimas cuatro versiones de la Copa Asiática), no se ha visto reflejada en sus participaciones mundialistas: dos eliminaciones en primera ronda y dos en octavos de final. Son buenos, aunque tampoco es para salir corriendo a escondernos del susto. Pero por si las dudas, cualquier precaución no sobrará para tener a buen recaudo a Hasebe, Honda, Kagawa y Okazaki.

Bogotá: la maldición de la no movilidad

Columnas > Economía Por: Julián Rosero Navarrete

4 dAmerica/Bogota Marzo dAmerica/Bogota 2014 13:08 COT


Manifestaciones tras colapso del sistema Transmilenio, Estación General Santander (Avenida NQS), 4 de marzo de 2014 (Foto original: Sandra González Franco).

En tiempos de revocatoria, destitución y la desgracia de una posible interinidad, surge ante los ojos de los ciudadanos el eterno problema de la ciudad: la movilidad. Hace unos días, el diario El Tiempo publicó un artículo que hacía alusión a la falta de planeación de la ciudad; cómo quienes se encargaron de diseñarla, en aras de traer un falso progreso y crecimiento urbano, decidieron trazar avenidas rectas y planas como la apariencia gris y tosca que luego proyectaron, llevándose por delante monumentos y finos espacios arquitectónicos. Como enuncia el artículo, Bogotá fue demolida una y otra vez, volviéndola así la ciudad de “ensayo y error”, y llevando a erigir el leviatán urbano que es el día de hoy.

Claramente, esa fue la filosofía, el trasfondo de esta urbe: un completo caos de cemento que redundó en la imposibilidad de pensar una ciudad en crecimiento, una metrópoli, en volver habitable el conglomerado urbano más importante del país. A nadie se le ocurrió hace varias décadas que la ciudad capital, entrado el siglo XXI, iba a contar con más de 8 millones de habitantes, con una población flotante de más de 10 millones y con una densidad poblacional que, si se excluye la localidad de Sumapaz, supera los 15.000 habitantes por kilómetro cuadrado. Y fue esa miopía la que llevó a que ciertos académicos en la década de 1970, desde un prestigioso think thank que es irrelevante nombrar, propusieran gastar recursos para demostrar que no valía la pena usar fuentes del erario para construir un metro. Que el sistema existente ya era por sí eficiente y, pues, no requería tal inversión. Que se gastara esa platica en otros menesteres. Así pues, el monstruo de ciudad que se venía se quedó sin una solución estructural para el problema del transporte masivo.

Manifestantes toman vías de Transmilenio y presencia de la fuerza pública, tramo entre estación de Comuneros y estación de Ricaurte (Avenida NQS), 4 de marzo de 2014 (Fotos originales: Ángela Pérez España).

El problema del metro ha estado en el debate público desde entonces. Esta ciudad, por la cantidad de habitantes que tiene y su densidad poblacional, necesita todo un sistema integrado de transporte: metro, buses articulados, buses urbanos tipo SITP, trenes de cercanías, ciclorutas, etc. Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas tan solo se han formulado soluciones cortoplacistas: desde la troncal de la Caracas (luego un nido de delincuencia) hasta el afamado Transmilenio (al borde siempre del colapso). Y es tal la visión de “ensayo y error” que quien impulsó el proyecto Transmilenio, con tal de entregar rápido la obra la ciudadanía, aceptó una infraestructura incompatible con los suelos de la ciudad, que llevaría a un imparable reparo de las losas que la conforman. Esto, claramente, ha costado miles de millones de pesos al erario distrital. A los bogotanos les ha costado mucho dinero esa falta de visión. Alguna vez, cuando un experto extranjero en alguno de los tantos foros que se ha hecho sobre el tema cuestionó por qué no se había encaminado todos los esfuerzos financieros en Bogotá para la construcción de un metro y un sistema integrado, algún experto del peñalosismo le respondió que un sistema así era como un Rolls Royce y pues, que solo había dinero para un “Mazdita”. La respuesta del experto redundó en que ese es el problema de los latinoamericanos: que ven la política pública en temas de mejora en movilidad como si fuera un lujo y no como la necesidad que es.

Hoy por hoy, el sistema Transmilenio sigue al borde del colapso y las soluciones alternativas aún no responden a la demanda que tiene la urbe. La ciudadanía constantemente hace manifestaciones para exponer el descontento y cada vez más surge una ciudad con una movilidad imposible. Y no es del todo culpa de los gobiernos socialistas de Petro y Lucho, ni de la mediocre visión de ciudad de Samuel o Peñalosa: es la ausencia de un pacto social, de un acuerdo último y total sobre la movilidad como algo esencial. Es culpa de la ausencia de voluntad política, no solo de los cabildantes y el ejecutivo distrital sino también de la falta de compromiso de empresarios, organizaciones ciudadanas, de la sociedad en su conjunto, para encaminar una solución estructural al problema.

Finalmente, cabe señalar que si nunca se da un pacto social por la movilidad y no se instituye la voluntad política para lograrla, como menciona el artículo antes citado, Bogotá continuaría siendo un “sueño de ciudad inconcluso”, un “juego inmemorial de piezas intercambiables” que, en comparación a las grandes urbes, no sería más que un gigante amorfo y amotriz, con millones de transeúntes que nunca se pusieron de acuerdo para enderezarla.

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