Porqué dejo de publicar en Kienyke
Bloguiverso > Columnas > Ética en Internet > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez31 de Octubre de 2012
Dejé reposar el sinsabor que me causó el despido de Daniel Pardo con la esperanza de que pasara, de que se convirtiera en otra cosa, y sí, se transformó en una incomodidad que no podía ignorar: seguir publicando mis columnas en Kienyke me hace sentir que no soy periodista.
Porque nunca hablo de política = corporaciones
Salvo por una columna que publiqué hace no sé cuánto, después de ver un debate entre dos candidatos a la alcaldía de Bogotá, que también me dejó verborreica y amargada, evado la política tanto como puedo. Antes incluso votaba creyendo que con eso resolvía algo, ahora que tengo cada vez más claro que los países son sólo fincas inmensas de terratenientes con intereses desfondados me importa un pito el sufragio. El tiempo y el análisis me han mostrado que los políticos todos, son títeres pagados, que el mundo está hecho para que los borregos se mantengan en fila india sin protestar, ojalá también sin Internet para que no puedan hacer mucho escándalo cuando les cortan el cuello.
En Colombia, según he visto a mi alrededor, la política es una herramienta multipropósito. Si por ejemplo quieres ser reconocida como líder de opinión y necesitas un tema polémico para ganar notoriedad, basta con sentarte a leer las noticias más controversiales de este tópico, escribir luego una columna en un medio más o menos leído y poco tiempo después tendrás a defensores y detractores mencionándote por todas partes, redes sociales incluidas por supuesto, lo que poco a poco popularizará tu marca. La política es un altavoz que te hace ver como un opinador profesional más serio que aquel que usa el sexo como elemento de difusión. Empero yo aspiro a ser una periodista seria, es más quiero ser cronista, por lo tanto no me conformo con escribir acerca de lo que está de moda ni de lo que la mayoría de la gente quiere leer.
Más meditación menos masturbación
Hace mucho dejé de creer que hablando de política se iba a arreglar algo. Ahora creo que lo mejor es influir en el pedacito que me toca y en los que tengo inmediatamente cerca. Creo que se logra más meditando y siendo conscientes, sanando las heridas propias, combatiendo los demonios íntimos y contagiando a los cercanos con ese bienestar. Hablar de política para mí se parece más a una sesión masturbatoria colectiva en la que todos se pelean por ver quién tiene los genitales más grandes y quién eyacula más lejos, porque ya somos todos tan vulgares que no nos basta con hacer de las deposiciones matinales un ejercicio social. Acá la exhibición se basa en el tamaño de los cerebros y en la grandilocuencia de las ideas, supuestamente bendecidas por el progreso, que nos llevarán a un mundo mejor a punta de palabras y no de actos.
Del anonimato de Blogger al anonimato de Kienyke
Comencé a publicar en Kienyke porque quería darle mayor difusión a una serie de entrevistas que he hecho a libreros. Teniendo en cuenta que me leen un centenar de personas pero que a los medios grandes o, supuestamente, independientes los leen muchas más envié correos electrónicos a Arcadia, El librero, El País de Uruguay y a otro medio independiente, el único que me respondió aclarándome que sólo publican crónicas. Lo siguiente fue Kienyke.
Envié las direcciones de mis blogs para que evaluaran si querrían abrirme un espacio en su plataforma. La respuesta fue positiva y así en julio comencé a publicar allí artículos que había creado para otros lugares. Nunca escribí nada original para ellos, nunca publiqué primero allí algo que no hubiese publicado antes en mis blogs ─incluido equinoXio.
Revisar mi contenido antiguo me llevó a descubrir que la forma en que hace años abordé algunos temas no me convence, a veces por el ritmo otras por los puntos de vista defendidos, sin embargo me decía: “lo haces por la difusión, para que alguien con interés en los contenidos de calidad vea que puedes abordar prácticamente cualquier tema de un modo competente y consistente”.
A mí no me pagaban por subir tres veces a la semana contenido a la plataforma de Kienyke, eso debe quedar muy claro. Lo repetiré: subía mis columnas gratis a la página de Kienyke, nadie me consigna un peso por publicar mis textos en ese medio, por lo tanto no tengo ningún compromiso contractual con ese portal. No me pueden echar, no puedo renunciar, pero sí puedo abandonar el espacio que me dieron si no estoy de acuerdo con ellos, porque como aclaran “las opiniones de los blogueros son de su estricta responsabilidad y no representan la opinión de esta revista”, y la viceversa también es pertinente: los autores de los blogs no estamos obligados a compartir las decisiones del consejo editorial ni de la dirección ni de los dueños y muchísimo menos de los patrocinadores.
“En esta casta naciste, en esa casta te quedas”, sí, como no
Mis apellidos son comunes y no es casualidad. Soy una persona más de la escasa clase media de este país arreglándomelas como se me va ocurriendo para dedicarme a lo que amo y no a lo que toca. Trabajo de modo independiente con agencias de publicidad generando contenido para marcas y empresas que han creado sus espacios para hablar con voz propia, no a través de terceros. Me he untado para seguir adelante, pero el lector si quiere puede verlo como que no me diferencio mucho de aquel que roba para comer, pues dado el esquema actual del mundo en el que vivimos es una utopía vivir atravesándolo de modo impecable.
Pensándolo bien no hablo de política pero sí la ejerzo
De Martín Caparrós he aprendido mucho y sigo haciéndolo. Él opina que hacer política siendo periodista consiste en mirar hacia esos lugares adonde la prensa masiva, oficialista y popular no mira. Estoy de acuerdo con esa forma de pensar. Cuando me contratan para escribir una nota económica lo hago, me documento, la escribo y la entrego pero generalmente no la firmo. La marca paga por su contenido y yo no protesto, la marca paga por un producto, por un resultado no porque respalde con mi nombre su quehacer, en esas condiciones todavía es tolerable trabajar.
De un tiempo para acá, cuando firmo insisto en hacerlo como periodista, creyendo que mi experiencia de décadas con las letras me habilita para ejercer con responsabilidad y ética una profesión a la que llegué de modo empírico, mas esta palabra que encierra tanto se ha desdibujado en demasía, sobre todo cuando un, dizque, profesional trabaja como remedo de redactor publicitario para hacer quedar bien a una de las muchas corporaciones que sólo enmascaran a las poquitas familias que comandan el mundo. ¿Necesita una petrolera canadiense que yo trabaje para ella? ¿Tiene sentido que le ayude a posicionar su contenido vacuo y falaz con textos que escribo para divertirme, formarme y cuestionar a los demás?
Valoro mi independencia, me gusta poder decir lo que quiero sin filtro y más sabiendo que visibiliza perspectivas que se hunden en la marea furiosa de datos que nacen todos los días. Investigo y escribo bien, mejorando cada vez, para que mi audiencia, aunque escasa, pueda diferenciar más fácilmente la paja del trigo. Escribo para mi tribu, para los que valoran su consciencia por eso no me interesa más estar en Kienyke.
En los pocos meses que estuve allí la posibilidad de entrar en el radar de otro medio, realmente independiente o al menos no tan dependiente de la publicidad, no se cristalizó. Empero conseguí otro tipo de certezas: ahora sé que si el capitalismo salvaje finalmente me vence y no me deja ni para pagar una cremación, bien puedo dejarle mi cadáver a los comentaristas compulsivos de medios ¿prestigiosos? para que se encarguen de convertirlo en polvo; además mis blogs independientes siguen mejorando su desempeño, mostrándome que estoy enviando mi energía a un lugar inadecuado. Luego, como si necesitara una confirmación el lunes pasado me enteré del despido de Daniel Pardo, un tipo al que comienzo a admirar porque no se acomoda al mundo que le ayudó a ser el periodista que es, sino que critica todos los días al medio en el que se mueve para que no se olvide que si no cambia se muere mereciendo esa muerte.
¿Periodismo independiente en Colombia? Ahora cuéntame uno de aviones
Es el colmo soberano que en esta república bananera el periodismo de investigación sólo sirva para inflamarles las ampollas de la represión a los padrinos de cuellos blancos y caras ignotas, o a sus esbirros fieles y ciegos. Si me quiero identificar plenamente como periodista no me puedo quedar callada ni mucho menos puedo seguir publicando allá. Aunque lo haya hecho para ampliar mi radio de acción, también a beneficio de guerreros del libro que siguen luchando por su permanencia, no puedo quedarme en donde claramente el negocio se pone por encima de la neutralidad.
No me quedaré callada, seguiré dando lata gústele a quien le guste. No me voy a resignar a trabajar en lo que toca, a quedarme en un lugar donde no moleste a nadie poderoso ni a aquel mando medio tan adaptado a la matriz que protesta cuando le sacuden la realidad. Entretanto me seguirán leyendo los cien gatos raros, fieles y entrañables de siempre que me recuerdan que no estoy sola, así seguiré sabiendo que enriquezco a las corporaciones sólo a costa de mi salud, gracias a la producción de sus omnipresentes alimentos transgénicos/o con antibióticos en nuestra leche de cada día. Mi alma, mis contenidos, esa que no han podido matar no va a seguirles ayudando a vender la visión del mundo que a ellos les conviene extender.