El Mundial que pasó… y el que llega
Martes 13 de Julio de 2010 9:59 COTComo al que no quiere caldo, se le dan dos tazas, se termina Sudáfrica 2010 y empieza el mundial femenino sub 20 de Alemania.
Colombia - Cargada el 06.09.2017 21:52:45 COT
Como al que no quiere caldo, se le dan dos tazas, se termina Sudáfrica 2010 y empieza el mundial femenino sub 20 de Alemania.
El mejor gol del mundial, no por su belleza, que hubo otros mejores, vamos que sí, sino porque con él se cerró con broche de oro el ciclo de una generación brillante que la historia del fútbol recordará con admiración y cariño. No jugó su mejor fútbol en este mundial, pero tal vez no ha habido un campeón como España que la haya sufrido tanto, que se haya inyectado adrenalina a dos manos en cada partido, que con el corazón en un puño la haya luchado con la fe del que sabe que la historia tiene una deuda por pagar.
Sí, definitivamente este no fue el día del arquero uruguayo. Mientras su equipo hacía las cosas bien, Muslera no se cansaba de hacer las cosas mal. Los unos tratando de armar jugadas, llevar peligro al arco alemán, respondiéndole de igual a igual, y él poniendo el codo para borrarlo a punta de imprecisiones e inseguridades. Tres pifias, tres goles.
En estos momentos de euforia, donde los superlativos están a la orden del día, con el pulpo Paul incluido, decir que España apenas le pudo ganar a un joven equipo alemán en trance de formación, con escaso roce internacional, de suyo constituye un sacrilegio.
Por Raquel Eugenia Consigli y Horacio Martínez Paz
A pesar de haber caído por goleada alemana en el campeonato mundial de fútbol de Sudáfrica 2010, Argentina ha ganado.
Debe reconocerse que ganó el mejor, que quiere decir, el más eficaz. Pero también se merece su cuota de incienso la celeste, que perdió, es cierto, pero batallando, en unos minutos memorables donde hubiera podido torcerse el destino, pero los dioses fueron esquivos, no sólo para infortunio de Uruguay, sino también de América Latina que aplaudió a su campeón llevando la enseña de los millones de mestizos que esperaban el milagro de la tierra fértil.
Argentina, desde que el fútbol se enquistó en nuestro continente, siempre ha sido una cantera de jugadores virtuosos con el balón, hasta el punto de haber ganado dos veces el campeonato mundial, pero igual también se ha caracterizado por ser una suma de egos, de desbordantes individualidades que resuelven partidos, ganan títulos, encantan la tribuna y derriban adversarios.
Cuando el árbitro pitó el fin del partido, mi hijo menor se volteó y me miró como si regresara de un sueño. Suspiró y me dijo: “Qué verracos”. En la pantalla se veían rostros agotados de los paraguayos, entre los que se destacaba el de Haedo Valdez, levantando los brazos ante sus hinchas, respondiendo a los aplausos de propios y extraños que premiaban su entrega en la cancha.
En este mundial de Sudáfrica donde las decepciones han primado sobre las emociones, este partido entre Uruguay y Ghana va a ser recordado. No por el encuentro en sí, que mostró a dos equipos esforzándose por ganar, sino por el último instante, donde un goleador se transforma en portero y salva momentáneamente a su equipo de la eliminación y otro goleador marra el penalti que hubiera podido escribir una página gloriosa para un continente.
Se repitió la película. El Brasil de las estrellas fulgurantes se fue al piso como en 2006. Hay dos chivos expiatorios. Uno, el obvio, Dunga, a quien los éxitos habían salvado del patíbulo. El otro, Melo, que desde su ingreso a la canarinha fue crucificado, muerto y sepultado por la afición, pero resucitado por la terquedad de Dunga.
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