Laguna del Tominé, Guatavita, Cundinamarca (Foto: Daniel Quiroga / Flickr, licencia CC-BY-SA)
El ser humano, tanto como individuo y como colectivo social, vive una época en donde esta especie es mezquina consigo misma. Sufre de su mezquindad, de su egoísmo. En una cara de la moneda, mucha gente sigue pensando que todo está perdido y se resigna ante la incertidumbre alimentando un círculo vicioso de la indiferencia. En la otra cara, las esperanzas que quedan son desconocidas y no se da lugar para “diseñar” o crear nuevos escenarios de conservación y por ende nuevas oportunidades de desarrollo humano integral, de la mano con un ambiente sano y un uso sustentable de la biodiversidad. Es así que la intención se diluye, se esfuma.