Menudo sin corazón, ¡a ganar!
Columnas > El perdedorPor Clandeldestino
mircoles 4 de marzo de 2009 9:30 COT
Con la participación de Juan Diego Jaramillo y Alejandro Echandía M. C.
Cuando Andrés se despertó y supo que no le habían dado la Hacienda —aquella oficina tan bonita (con tantas cosas) y bien servida—, confundido entendió que tenía que tener muchas haciendas y que su oficina menos lustrosa y a veces invadida por campesinos (y otros seres que con poder disimulan lo distintos que le son), le permitía ser el dueño no de una hacienda sino de muchas. Ya en la labor, entendió que en vez de cambiar dólares por pesos, a como diera lugar, arrancaría el cultivo de pan coger y cualquier maleza con flor que se le interpusiera, para sembrar la regordeta chata palmita africana.
Cargado de sueños se levantó nuestro ilustrísimo señor de las palmas africanas, que de hecho reemplazaron a la palma de cera como símbolo patrio, sintió que su terrateniente responsabilidad debía importar a todo el país y que Uribe debía tenía un sucesor que, a pesar de que no le sirviera su ropa, tenía que cargar con la heroica responsabilidad de continuar con la labor de hacer marchar a los colombianos hacía un lugar duro, sintético sin corazón, pero con temple decencia y mucha seguridad.
Su vida ha estado enmarcada con triunfos y reconocimientos que llenaban de alegría su vacío corazón y así, lleno de condecoraciones, decide desde muy temprano engrosar las filas del ejército colombiano con su menuda presencia, pensando que así, tal vez, podría comenzar una precaria carrera por anular los colores en un ajedrez de la mezquindad que evadiera cualquier ínfula que pudiéramos tener los periodistas del fervor.
Años después, el precario servidor empieza una carrera entre tontos por cientos y rodeado de hipertróficas operaciones financieras, donde se encuentra embelesado por el acuerdo neoliberal, que lo impulsaban a regresar a su patria con el sueño de regalar nuestra economía y dejar que los terratenientes amigos de su héroe gobernaran con sus latifundios y nos ahogaran entre acuerdos unilaterales y biocombustibles que arrasaran con todas las flores con las que pudiéramos suspirar.
Así pues, se viene a trabajar de la mano con el padre de la patria, y convertirse en el señor de las tierras de Colombia, donde con mucho trabajar y trabajar empieza su heroica labor por convertirse en el escudero más fiel del presidente y con la violencia de aquel perro que ladra a las mulas para luego esconderse, se fue lanza en ristre contra todo aquel que pudiera pensar diferente al gobierno de varios turnos, y de este modo atacó a cuanto zurdo halló en el camino.
Desde la guarida de los godos intentó hacer política proliferando el No despeje de alguna zona del país que posiblemente era parte de sus negocios como señor de las tierras. Y así se enfrentó contra todo el país buscando que sus tierras, previamente negociadas, no fueran usadas para atropellos como espacios de desplazados o cualquier ignominia de corte social.
Luego de todas estas campañas por salvaguardar el honor del patrón de su pequeña patria, el ministro entra en éxtasis al saber que su héroe le hacía guiños para que continuara con la tarea de reinar sobre las tierras de Colombia. Y así, entre guiño y guiño, el ministro se aislaba más de algo parecido al amor y se enredaba entre consejos comunales que lo reivindicaban como el más posible sucesor, y lo alejaban de aquella ex reina que alguna vez le hizo un guiño a su honor, la cual argumentaba que aquel micro-servidor de la patria no le daba la talla. Es así como el Ministro se olvidó del corazón y de las flores que arrasaba con sus palmas, para cumplir con el más ferviente deber que saciara su sed de reconocimiento y que fuera sustituto del pedestal que nos da el ser amado.
Entre burocracia y tierras que se perdían en el horizonte, el Ministro logró el reconocimiento por parte de los otros que también duermen entre sabanas frías, sudando la gloria de la patria con la orgía de auditorios imaginados (alquilados), y así terminó su labor como señor de las tierras, porque de alguna manera veía la oportunidad de atenuar su vacío en el refugio de los tronos del poder.
Es por esto que el candidato presidencial es sólo alguien que, derrotado por el desamor, buscó entre panfletos, discursos, consejos comunales, promesas de tierras y toda la parafernalia del “emprendedor” antioqueño, algo que le diera un poco de monocromática a su vida, para no soñar más con los colores perdidos o algo que simplemente lo ahogara entre ritos y le borrara del alma aquel momento que pudo haberlo hecho inmortal, y en el que pudo haber sido dueño y señor de la geografía femenina. Ahora él insiste en querer gobernarnos sin haber nunca conquistado el amor, so riesgo de aburrirnos hasta que muramos con su falta de creatividad perseverante en la ausencia de todo arte, en el rechazo a las cálidas y corporales cúspides del ser amado que se encuentran en lo profundo, de un lugar sin fama y de gloria íntima.
jueves 12 de marzo de 2009, 01:15 COT
Excelente este retrato de Uribito/Chicken Little Árias. ¿Será que sí se atendrá al libreto de la Casa de Nari o dará la sorpresa? En este país pacato, godo y sin criterio, hasta posibilidades tiene de ganar. Horror.