Glorias del cine nacional (2da. parte)
Columnas > Cómic en serioPor Doctor Comic
mircoles 11 de abril de 2012 20:36 COT
Antes de continuar el viaje dantesco por el celuloide criollo, es menester hacer la cuña respectiva a un capítulo más de la teleserie Cómic en serio, que ante el estupor general ya logra su tercer episodio al aire y, ante la resignación del que escribe, insiste en llamarse “Cómic en serie”… ¡Ah, qué carajo! ¡Lo importante es que lo sigan dando!
Ya fortalecido el ego agrandado de su servidor, bienvenidos queridos (¿o masoquistas?) lectores a una nueva entrega de esta brutal y descarnada disección que me he propuesto hacer acerca del cine colombiano. No es algo muy profundo, no pretendo tampoco decir que nada bueno se haga en estas tierras, pero lo bueno o ha durado poco o es desconocido para el grueso de la patria.
Quizás si escribiera esto desde Berlín o desde Madrid podría decir “¡en Colombia si que se hace buen cine!”, y eso se debe a que el verdadero cine de calidad en este mugre pueblo debe recorrer a pata descalza todo un tour mundial, ser premiado con honores en un sin fin de festivales para luego venir acá con todo ese recorrido y medallería incluida para ser ¡POR FIN! tenido en cuenta… durante algo más de un mes. Luego la farandulilla siniestra se vuelca en venias ante las nuevas babosadas de los seudodirectores lagartos habituales.
Pero este capítulo quizás sea el más esperanzador de esta historia, la siguiente etapa del cine colombiano fue tal vez la única que haya dejado ver el talento narrativo chibcha… claro que como todo lo que pasa en este país, fue una etapa fugaz que se deterioró y fagocitó a sí misma.
LOS AÑOS NOVENTA (o los años CASI maravillosos)
La década de los noventa fue algo así como un despertar para la cinematografía colombiana. ¿Tendría algo que ver el hecho de que FOCINE se acabara? No lo sé y tampoco es que me importe mucho, la verdad es que comenzaron a ver la luz directores y filmes que marcaron una etapa sólida en cuanto a la calidad del cine.
En primer lugar tuvimos nuestra primera intentona de nominación al Oscar por película extranjera con la tímida pero destacable Confesión a Laura. Lástima que en la eliminatoria se nos antepuso esa excelente Fresa y chocolate, pero ya era algo competir con pesos pesados como los cubanos.
Luego el cine nacional encontró un referente en dos nombres que dejaron huella con pie de elefante: Sergio Cabrera y Felipe Aljure.
El primero ya venía moviendo la cosa a finales de los ochenta con Técnicas de duelo y luego dejó en la impronta la memorable Estrategia del caracol (por otro lado, la estrategia de “Caracol” fue haberle dado excelente publicidad a esta película).
Los colombianos volvíamos entonces a las salas de cine para ver esta película absurdamente bien hecha y se sentía algo de ese henchido orgullo patrio (que yo siempre asocio con obstrucción de gases) empujando en el pecho. Por fin había algo decente que ver, esto era lo que llevábamos años esperando, algo que nos sacara del atolladero y pudiéramos mostrar con arrogancia ante el mundo.
Al poco tiempo (y luego de un tour mundial patidescalzo) nos llegó de Felipe Aljure La gente de la Universal. Como cosa rara fuimos el último país en verla y a regañadientes la mafia farandulera local no tuvo más remedio que abrirle la puerta grande.
Después de esto, Cabrera decidió relanzar sus Técnicas de duelo y la convirtió en Águilas no cazan moscas, película que, si bien no superó a la anterior, demostraba que la cosa tendía a mantenerse… luego el mismo Cabrera mostró un proyecto arriesgado que acá la crítica obtusa nunca supo apreciar: Ilona llega con la lluvia.
No solo la crítica bizca no supo apreciar esta evolución estética: el grueso del público tampoco dio pie con bola y ese fue el principio del fin de lo que pudo ser una nueva manera de hacer cine en nuestro país. Cabrera cedió entonces ante el diablillo de encontrar como “gustarle más al público” y ahí fue Troya: el atribulado director se devolvió unos quinientos años en estilo y estética para cerrar esta década con la abominable (pero gustadora, ¡qué raro!) sandez de Golpe de estadio, película pendeja y pachuca por donde se la mire.
Por otra parte, el nuevo ídolo Felipe Aljure se perdió casi diez años mientras concretaba su nueva película, todos sus fans (entre los que me incluía) esperaban esa nueva maravilla después de haber tenido la genial propuesta de La gente de la Universal ante los ojos, un estilo de hacer cine irreverente y alocado, era la línea a seguir, lo próximo de Aljure mínimo se pelearía un Oscar.
La expectación dio paso a la inquietud, luego a la desesperación y por último al escepticismo… pero comenzando el nuevo milenio Aljure anunció por fin su película con toda suerte de bombos y platillos. Todos estábamos ansiosos, era como si hubieran criogenizado al director y por fin lo resucitaran con su obra que TENÍA que ser por obvias razones muy superior a la anterior, gracias a que contaba con billete y apoyo.
Colombia saludó el nuevo milenio con la película cumbre nacional El Colombian dream…y estoy siendo sarcástico por si acaso el lector no lo ha notado. Saludamos el ingreso al nuevo siglo con la MIERDA más espantosa (y perdonen lo de “espantosa”) que persona alguna haya tenido la desgracia de sentarse a ver durante dos horas con unas ansias acumuladas de casi diez años. No quiero entrar en detalles de lo horrenda que resultó para mí la experiencia: desde ese día me dije a mí mismo que en la vida volvía a pagar cine caro para una película colombiana (pero lo haría años después, obviamente, uno no deja de ser masoquista).
Para terminar de ajustar las tornas, la seudofarándula criolla comenzó a ver con buenos ojos a un par de diabólicos y mefistofélicos directorcillos que se convertirían en la llaga segregadora de pus más temible del nuevo milenio: Ricardo Coral y Dago García. Y si esto no fuera poco, emergieron con poder inusitado los dos canales más faranduleros y mediocres en la historia del entretenimiento: Caracol y RCN, listos y prestos a soltarle billete a cuanto lagarto y mentecato directorcillo se les atravesase.
Este cuadro abominable es el marco para la siguiente y última entrega de esta disección al cine nacional.
Lea la primera parte: Glorias del cine nacional; tercera parte: Glorias del cine nacional (3ra. parte)
jueves 12 de abril de 2012, 10:31 COT
Texto que me recueda una película del gordo como taxista que fue malísima. La vi hace años pero me dejó mal marcado para volverme a ver otra película colombiana; pero fui obstinado y vi la estrategia del caracol que fue peor de mala. No las recomiendo a nadie porque son una perdida de tiempo.