El conflicto armado en Colombia
ColumnasPor Julián Rosero Navarrete
lunes 5 de diciembre de 2011 14:02 COT
Es verdad. El título del presente artículo parece el flamante título de algún trabajo investigativo de cualquier universidad TOP en Colombia o en su defecto, de autoría del reconocido académico Marco Palacio. No obstante, este tema es tan vital y fundamental en Colombia, que deberían existir millones y millones de títulos así disponibles para todos los colombianos, desde complicadas disertaciones académicas hasta artículos en revistas pertenecientes a la gama TV y Novelas. En Colombia, la falta de un profundo conocimiento histórico ha vuelto al colombiano de “a pie” un completo sonámbulo, un manipulable zombi de los impactos claramente mediáticos.
Hace varios años, en equinoXio, quien les escribe publicó un artículo que hacía referencia a la inefectividad de la política bélica, pues el gobierno llevaba cerca de “7 años” enfrentando militarmente a las FARC y no había tenido un impacto contundente (por ejemplo, obligar a desmovilizarlas por completo). En ese momento, algún forista identificó que había una confusión respecto a que se llevaban “7 años” de política bélica y por tanto, juzgaba de “mentiroso” el contenido del artículo a partir de esa confusión. Efectivamente, él tenía razón, pues apenas habían transcurrido 5 años de la denominada Política de Defensa y Seguridad Democrática. El comentario en ese momento fue que a pesar de llevar 5 años, o 7 años, la política bélica nunca sería realmente efectiva y, claramente, se hizo esa aclaración en un artículo publicado un par de años después. Hoy, finalizando el año 2011, llegando a los 10 años de iniciada esa política, el que con cada comandante del Estado Mayor Central abatido se hable del “comienzo del fin de las FARC”, después de 10 años, se hace ridículo y risible que en realidad se acabe por la vía militar a este grupo guerrillero y más aún, que el colombiano “de a pie” se siga creyendo ese cuento.
El “Bombardeo de Marquetalia” (punto de inflexión en la historia de Colombia), ocurrido en 1964, fue supuestamente encaminado con el fin de acabar con los focos rebeldes o lo que en octubre de 1961 el histórico líder Álvaro Gómez Hurtado llamó “las repúblicas independientes”. Supuestamente, tras los confusos hechos en que el líder guerrillero Guadalupe Salcedo fue asesinado en 1957 (para quién no “le suene”, era el Marulanda, el Cano, el Timochenko de la época), la guerra en Colombia iba a cesar pues dejaba acéfalas las resistencias liberales a lo largo del país. Después de la masacre de Anorí (Antioquia) en 1973, la toma a sangre y fuego por parte del Ejército de esta población iba por fin a derrotar las estructuras del ELN, y se le dijo al país que supuestamente este grupo guerrillero por fin había sido exterminado (como se ha dicho a la opinión pública los últimos 30 años). El Estatuto de Seguridad expedido en el gobierno de Turbay Ayala en 1978, supuestamente, con todos los percances en materia de derechos civiles y sesgo de libertades que produjo, iba a por fin a acabar con el problema de la insurgencia en Colombia. Sin ir más lejos, la Política de Defensa y Seguridad Democrática nos ha tenido cerca del “por fin” y del “principio del fin” desde hace poco más de 9 años.
Después de esta breve reseña de los “por fines” y “principios del fin de la insurgencia”, cabe hacer una pregunta fundamental: ¿cómo va ser el colombiano “de a pie” tan pendejo de creerse siempre el cuento que la salida bélica es la salida? ¿Cómo va a ser tan estúpido de dejarse introducir en la atmósfera de la “guerra contra el terrorismo”, de pagar un 5% del PIB anual en defensa desde hace 10 años, de sostener un Ejército de poco más de 300.000 efectivos con todas las necesidades en materia social pendientes, de soportar los gobiernos más corruptos (casualmente, los más bélicos) por un breve “principio del fin” o a la espera de un “por fin”?
El día de mañana, como hace un par de años, la gente saldrá a la calle a marchar en contra del secuestro y claramente, en contra de las FARC. La política bélica sólo ha sido costosa en materia financiera y social y, así mucho furibista acérrimo y guerrerista consagrado se escandalice, no ha sido efectiva en su cometido. Ha tenido sólo un par de golpes mediáticos, y ha tenido últimamente un desfile anual de “comandantes”, tomado como “la gran victoria”, tildando de bobos a los millones de colombianos que no perciben que hay una cola de cerca de 8.000 hombres para ocupar el puesto de Comandante de las FARC. Colombiano de “a pie”, tenga sentido común: si piensa que un comandante abatido al año acabará con la violencia del grupo guerrillero, entonces se requerirán de 8.000 años (1 por cada efectivo de las FARC en cadena de mando), cerca de 400 veces el PIB para lograrlo, casualmente, el costo de refundar la patria unas 100 veces.