No más guerra
ColumnasPor Fabio Villegas Botero
viernes 2 de diciembre de 2011 9:27 COT
¡Qué difícil escribir sobre la violencia en el país, cuando vamos de sobresalto en sobresalto! Hace pocos días era la muerte a manos de las fuerzas militares del máximo jefe de la guerrilla y ahora el asesinato de cuatro miembros de esas mismas fuerzas militares a manos de la guerrilla, sea o no en retaliación. Y, mucho más difícil, cuando parece que se impone el llamado “lenguaje políticamente correcto”, es decir, que no puede herir susceptibilidades de quienes no admiten cuestionamiento.
Antes que nada, quiero expresar mi más hondo pesar por los militares muertos de manera inhumana, máxime después de tantos años de cautiverio en una selva inhóspita y en condiciones de degradación aberrantes. Mis sentimientos de profunda condolencia con todos sus familiares: padres, madres, hijos, hermanos, tíos, tantos más. También con las fuerzas militares que pierden unos miembros tan valientes. Pero, también, siento la muerte del primero pues es un ser humano que no por equivocado o criminal puede ser asesinado en venganza. Lo triste es que esas muertes se dan como consecuencia de una guerra que ninguna de las dos partes se adelanta a detener, aun conociendo lo brutal y sanguinaria que es y seguirá siendo.
Muchas son las razones que se pueden aducir de lado y lado para no dar el brazo a torcer. El hecho terrible es que a una guerrilla que viene combatiendo desde hace mucho tiempo, sembrando el dolor y la muerte en campos y ciudades, el Estado le ha respondido con una guerra igual de sanguinaria e implacable. Es más, parece que una gran mayoría del pueblo colombiano no encontrara otra manera de responder a la violencia que con otra igual o peor, como lo fueron, si no es que lo siguen siendo, las hordas de paramilitares que le enfrentaron, con sevicia y criminalidad inauditas.
Los horrores de la guerra, de cualquier guerra, son pavorosos. Es lo que está sucediendo en México, donde se quiso imitar lo que se hacía en Colombia de tiempo atrás. Ahora, un grupo de ciudadanos ha denunciado tanto al Presidente Calderón, como a uno de los jefes del narcotráfico ante la Corte Penal Internacional por los crímenes de una guerra que deja multitud de muertos de lado y lado, acusando a ambos como culpables. La maldición es que una vez iniciada una guerra, ninguna de las dos partes la quiere terminar. Parece que hubiera un orgullo que no les permite que el otro pueda clamar victoria. Y para colmo, cualquier muerte, cualquier crimen del lado que sea, se reputa como un trofeo que los enorgullece. De ahí las amenazas altaneras y soberbias del contrario para envalentonar a sus combatientes y admiradores.
¿Cuántos muertos más se necesitan para saciar a los combatientes, para parar la guerra y sentarse en una mesa a negociar el fin de la misma? Los colombianos tenemos que deponer el espíritu de venganza que aflora espontáneamente tras esta muerte ignominiosa de nuestros militares. Si no sabemos perdonar; si, por el contrario, lo que queremos es más guerra, preparémonos para muchas más muertes que sin duda vendrán.