En una esquina céntrica de Bogotá, la 21 con séptima, sorprendió el partido a muchos transeúntes. Dos pantallas de TV dieron pretexto para una aglomeración que creció con los minutos lo mismo que la ansiedad, a ratos la impaciencia, incluso el malgenio, como si fuera una calle de Asunción.
Dientes apretados con los avances nipones, exclamaciones de frustración cuando los guaraníes fallaban y el grito con sabor a estadio que hizo parar los carros a chismosear cuando Komano erró el cuarto tiro, terminó con un festival de sonrisas y abrazos celebrando la clasificación de Paraguay.
Lo entretenido del partido estuvo en esa esquina. Adentro, en el café donde reposaban las pantallas, dos meseras servían indiferentes ante el alboroto masculino y el dueño miraba inquieto las mesas no tan ocupadas como hubiera deseado. La acción estaba en la acera, unos doscientos clientes, pero del partido.
Mientras por grandes pausas el fútbol se perdía en equivocaciones, carreras japonesas de relevos, pelotazos a las estrellas, mucha voluntad pero pocos resultados, los técnicos callejeros daban su versión de lo que estaban viendo y reemplazaban al Tata Martino en sus análisis de la cancha.
A Roque hay que sacarlo, como qué sacarlo, espere que prenda la chispa y verá, cuál chispa, ese ya está fundido, y Haedo cuándo lo van a meter, ese si arregla a los japoneses, a esos no los arregla nadie, como que no, si pudieron con los eslovacos, con esos postes cualquiera, en cambio éstos, estos qué, pues no ve cómo corren, igualito a Montoya en la Náscar, vueltas y vueltas, y nada. Risa general.
Muchos técnicos entre mensajeros, estudiantes, jubilados, oficinistas, desocupados, vendedores ambulantes… divirtiéndose, que en este partido significa rechinar de dientes, chistes sobre Endo, ganas de ponerle zancadilla a Tulio, y elogiar a Ortigoza que le ponía ganas al asunto, aunque la efectividad andaba perdida entre las buenas intenciones y las malas definiciones.
En eso se fue el primer tiempo marcado con el Uhhhhhhh, cuando Lucas Barrios, se deshace de cuatro ojos rasgados y solo, con todo el arco a lo ancho como bocado apetitoso con tereré incluido, termina indigestándose. Se comió el gol y de un solo bocado. No hay derecho.
En el descanso, la esquina se desocupó a medias, pero los desertores regresaron. Uno propuso hacer la ola, pero los demás dijeron que tampoco, que eso no daba ni para un charco, cómo así, no jodan, qué creen, que esos chinos son fáciles, cuáles chinos no ve que son japoneses, y qué, son igualitos, y vean cómo corren, mejor, más rápido se cansan y verá como los paraguayos los arreglan, arreglarlos? a los que van a arreglar es a otros, le apuesto a Japón, ¿Japón?, oigan a éste…
La algarabía se salió de madre cuando Claudio Morel decidió servirle en bandeja de plata el gol a Riveros, y claro, el arquero japonés -¿no dizque allá sólo jugaban béisbol?- dañando el caminado. Martino, congestionado, metió a Haedo para atormentar por las bandas y de encime, a Barreto, a ver si le arreglaba el desorden del medio campo.
Pero ni eso. Todo siguió lo mismo. Los de este lado tratando de llegar pero con mañita y los del otro lado, colándose como conejos en campo ajeno, dicho en mejores palabras, a estas alturas del partido "los hombres se han dividido en sombras y en airadas estrellas". Roa Bastos, ni más ni menos, acompañándonos en estos trajines.
¿Cómo va el partido? Al recién llegado le dan tres versiones distintas y un solo dato verdadero. Cero pollito, con alargue de 30 minutos incluido. Y eso que Haedo hizo de las suyas, pero el aguafiestas de Kawashima cerró la portería. Igual por los lados de Justo Villar con Okazaki, huérfano de todo mal y peligro.
Al término del alargue la acera se llenó hasta el frente, con el sufrimiento al que estamos acostumbrados con la selección nuestra. Pero al contrario del estadio, el silencio se apoderó de la calle. La lotería de los cobros desde el punto penalti comenzaba. Sólo el dueño del negocio rompió el pacto de los labios apretados y parado enfrente de las pantallas dijo, con aire de suficiencia, “Esto se lo ganan los japoneses”.
Barreto lo contradijo ahí mismo,convirtiendo el primero de los cinco goles de Paraguay aunque Endo dejó el cuento en tablas. 1 – 1 y en la acera sufriendo. Barrios Y Hasebe, en las mismas. Cobros precisos y la cuenta en 2-2. Riveros pasó al tablero y marcó el tercero guaraní. 3-2 y Diosito, que falle el japonés.
Como que escucharon allá arriba porque ahí fue Troya, mejor dicho, ahí fue Komano, que mandó la pelota a las nubes. 3-2 pero esto no se ha terminado. Haedo y Honda cumplieron. 4 -3 y todo el mundo pendiente de Óscar Cardozo. ¡Lo metió, lo metió, lo metió!, gritó el locutor y le hizo la segunda la tribuna callejera.
Una calle colombiana, como en muchos lados, festejó porque Paraguay tiene sabor a lo nuestro y no todos los días se está entre los ocho mejores. La burbuja del tiempo explotó y todo volvió a la normalidad, cada quien a cumplir con sus obligaciones con una diferencia, caras sonrientes porque otro más de la tierra y de lejos, el más esforzado, se había metido en la pelea. Cuatro sudamericanos de ocho finalistas. Waka waka, esto es América.
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Encuentro correspondiente a los octavos de final del Mundial de Sudáfrica 2010 disputado en el estadio Loftus Versfeld de Pretoria ante 36.742 espectadores.
Paraguay
Justo Villar; Bonet, Paulo Da Silva, Antolín Alcaraz, Claudio Morel; Néstor Ortigoza (Edgar Barreto, m.75), Enrique Vera, Cristian Riveros; Roque Santa Cruz (Cardozo, m.96), Edgar Benítez (Haedo Valdez, m.60) y Lucas Barrios.
Japón
Kawashima, Komano, Nakazawa, Marcus Tulio Tanaka, Nagamoto, Abe (Kengo Nakamura, m.82), Endo, Matsui (Okazaki, m.66), Hasebe, Okubo (Tamada, m.105) y Honda.
Tiros desde el punto penalti: Edgar Barreto: gol (1-0); Endo: gol (1-1); Lucas Barrios: gol (2-1); Hasebe: gol (2-2); Cristián Riveros: gol (3-2); Komano: falla (3-2); Haedo Valdez: gol (4-2); Honda: gol (4-3); Cardozo: gol (5-3)
Árbitro: Frank De Bleeckere (BEL). Mostró tarjeta amarilla a Matsui (m.57), a Nagamoto (m.72), a Honda (m.90+) y a Endo (m.113)