Después de la guerra, todos somos generales. Sin embargo, es necesario hacer un balance de la participación colombiana en la Copa América Argentina 2011, de su eliminación, y también de la caída de los grandes del fútbol suramericano.
A Colombia le quedan grandes los chicos
No es de ahora. Es una constante en nuestra historia futbolística. La tricolor nacional se inspira y hace sus mejores presentaciones cuando tiene al frente a un rival de kilates. Así, nuestros padres y abuelos recuerdan el 4-4 con la Unión Soviética en Chile 62, y nuestra generación vibra con sólo recordar el 1-1 con Alemania en Italia 90 y el 5-0 ante Argentina en las eliminatorias de 1993. Las grandes gestas de la selección colombiana tienen un lugar en la memoria colectiva, porque, amén del resultado, fueron auténticas demostraciones de buen juego de equipo y de calidad de muchos de los jugadores que estuvieron en la cancha en dichos partidos.
Pero la cosa cambia cuando Colombia juega ante rivales de pocos o nulos pergaminos. Estaba tibio aún en nuestra mente el gol de Rincón a Alemania, cuando días después, un par de genialidades del veteranísimo Roger Milla, de Camerún, nos mandaron de regreso a casa y truncaron una figuración más destacada en lo que hasta la fecha ha sido la mejor posición de Colombia en los mundiales. Para 1994, la archifavorita selección de Córdoba, Valderrama, Asprilla, Rincón y Valencia fue la primera eliminada del mundial gringo, al caer sorpresivamente con un par de equipos sin ninguna tradición en las copas del mundo: Rumania y Estados Unidos. Y aunque se le ganó a Suiza —otro extra sin parlamento en estos torneos—, este triunfo fue inútil, porque ya no teníamos opción de pasar a la segunda ronda.
Sin ir tan lejos, las últimas frustraciones del combinado cafetero en las eliminatorias han sido por los puntos que se dejaron escapar en los cotejos ante rivales que siempre hemos mirado por encima del hombro: Ecuador, Venezuela, Bolivia y Perú. Si somos aún más estrictos, podemos meter también a Chile en esa colada, porque el combinado austral de mayores nunca ha ganado la Copa América ni ningún otro torneo de selecciones absolutas organizado por la Conmebol. En su palmarés mundialista tiene para mostrar el quinto lugar en el mundial de 1930 (donde todos asistieron por invitación) y el tercer lugar en 1962 (cuando jugó de local). El partido que eliminó a Colombia con miras a Alemania 2006 fue ante Chile en Barranquilla, en el que nuestro país ganaba 1-0 y por no saber manejar el resultado, terminó empatando. Y como además de lo grueso está hinchado, el representativo colombiano quedó por fuera de Sudáfrica 2010 al perder con Chile en Medellín 4-2, en uno de los peores partidos de los últimos tiempos.
Una Copa América para olvidar
Fiel a esa costumbre de enredarse contra los equipos de poco renombre, Colombia tuvo un desempeño apenas aceptable en su debut ante una sub 23 de Costa Rica, que jugó gran parte del encuentro con un hombre menos. El gol de Ramos, cuando agonizaba el primer tiempo, fue, y perdónenme por usar este argentinismo, “un gol de otro partido”, que no refleja el mal funcionamiento colectivo de Colombia de principio a fin.
Luego, ante Argentina, fue el momento del Bolillo Gómez y su brillante planteamiento táctico ante el combinado local, repleto de estrellas venidas de los mejores clubes europeos, con sueldos astronómicos, y máximo favorito a ganar el campeonato. Así como lo hizo en el amistoso ante España, Colombia jugó muy bien y neutralizó a las piezas claves de sus oponentes. Con los españoles, rompió el circuito Hernández-Iniesta-Villa y supo agruparse atrás. Perdió, pero dejó una buena impresión en la retina de los aficionados. No estaba jugando contra ningún monigote sino contra el campeón del mundo, en donde además estaba media formación del todopoderoso Barcelona FC. Con los argentinos pasó lo mismo. Borró a Messi, que es la otra mitad del Barcelona, lo hizo ver intrascendente y hasta fue silbado por sus propios compatriotas. Tampoco ganó, pero tuvo la victoria en los pies de Dayro Moreno, que falló un tiro increíble con el arco vacío.
Con Bolivia no hubo mayores sobresaltos, aunque después de logrado el segundo tanto, Colombia se desdibujó y pareció conforme con tener el marcador asegurado. Perdió el orden y cedió espacios, pero tenía al frente a adversario tan malo que no le habría empatado el partido así hubieran seguido jugando hasta hoy.
Clasificados como primeros del grupo, nos tocaba sobre el papel un rival accesible, un tercero, pues así se había armado el fixture bajo el supuesto de que ese primer lugar era para Argentina. Perú, el del pasado glorioso de Cubillas, Ramírez, Chumpitaz, Sotil, Cueto, Larrosa y Uribe. El que le plantó cara a los grandes en México 70. El que le ganó a Colombia la Copa América de 1975 en un tercer partido en Venezuela. Pero también, el que luego de esas generaciones doradas, cayó de manera estrepitosa y fue antepenúltimo, penúltimo y último, respectivamente, en las tres eliminatorias más recientes.
Era un partido a todas luces ganable. Pero no fue así. Colombia volvió a las andadas. Un par de oportunidades en el primer tiempo y pare de contar. No se jugaba bien porque el esquema colombiano está hecho para aguantar y contraatacar, no para proponer e ir al frente. Perú estaba haciendo algo parecido. Abroquelado, tapando la proyección de laterales y volantes de avanzada, de modo que ninguno de los dos se lanzaba expresamente sobre el arco rival. Un penal que se encontró Colombia parecía ser la solución, y sucedió lo impensable. Falcao García, el implacable goleador del Porto y terror de las vallas enemigas en las competencias portuguesas y copas europeas, el que nunca fallaba, erró el cobro. La clasificación se abortó ahí y luego en un par de postazos de Moreno y Guarín.
Murphy hizo presencia con sus leyes. Cuando algo puede salir mal, sale mal. Y cuando algo sale mal, es susceptible de ponerse peor. Luis Enrique Neco Martínez, cuyas atajadas brillantes en los juegos anteriores hicieron dejar de lado el sinsabor de la lesión del titular David Ospina, y que hasta el momento era prenda de garantía del cero en el arco propio, se equivocó y los peruanos aprovecharon. Dos a cero en el alargue y la tricolor colombiana con tiquete de regreso a El Dorado. Dolor, rabia y decepción. El karma de no poder con los chicos está intacto. En el fútbol sudamericano seguimos siendo los primeros en la mesa de los pobres, pero los últimos en la mesa de los ricos.
Lo más fácil en este momento es echarle el agua sucia al técnico Gómez. Por supuesto que él tiene un grado de culpabilidad en este nuevo fracaso colombiano, por usar prácticamente el mismo esquema táctico para jugar contra equipos poderosos como frente a los más débiles. Está bien tomar precauciones ante un grande para no pasar vergüenzas, pero no está bien utilizar un libreto igual contra un rival de menor cuantía. Sin embargo, Bolillo no fue el que botó el penalti, ni el que estrelló dos balones en los postes, ni mucho menos el que la c… la embarró poniendo en bandeja el par de goles con los que los peruanos derrotaron a Colombia. Tales fallas fueron absoluta responsabilidad de los jugadores. Aquellos que no sienten la camiseta nacional, y no saben que lo que contienen sus pantalonetas no es solamente para engendrar hijos, sino para sacar fuerzas de flaquezas, dando la pelea contra grandes y chicos, con valentía y fuerza testicular.
Los grandes también caen
Esa fuerza testicular que endémicamente le falta a Colombia fue la que mostró, como ha sido desde que existe el fútbol en este pedazo del mundo, el seleccionado de Uruguay. El 16 de julio, misma fecha en la que los charrúas dieron el “Maracanazo” en 1950, y también en la que hace 24 años labraron el camino para la final de la Copa América de 1987, los de la celeste eliminaron a Argentina en los penales, después de haber dado una muestra de entereza y de valor durante los 120 minutos de un vibrante empate a un gol, teniendo un hombre menos, por la expulsión de Diego Pérez. Uruguay tuvo mejores opciones para ganar, pero al no concretarlas, fue capaz de aguantar el embate de Messi y compañía, que volvieron figura a Muslera. Penales. Falló otro que es habitualmente infalible (Carlos Tévez) y los del lado norte del Río de la Plata celebraron otra hazaña más en su extenso historial de milagros en canchas ajenas, como hace un año, cuando los dirigidos por Óscar Washington Tabárez alcanzaron el cuarto lugar en Sudáfrica 2010.
Brasil, el que ha estado en todos los mundiales y que ganó cuatro de las últimas cinco ediciones de la Copa América, también se fue. Que este servidor recuerde, la selección mayor auriverde solamente había perdido una definición por lanzamientos desde el punto penal en México 86 ante Francia. De resto, siempre se impuso. Hasta ganó un título mundial en 1994 a expensas de los italianos. Pero para todo hay una primera vez, y fue ahora. El guardameta paraguayo Justo Villar, que les negó a Pato, a Ganso y a Neymar el grito de gol en muchas ocasiones durante el tiempo regular y la prórroga, también fue determinante desde los doce pasos parándole el tiro a Thiago Silva, luego de que sus tres antecesores, Elano, Santos y Fred, botaron sus cobros. Era la tercera sorpresa en línea de los cuartos de final, y faltaba una más…
Queda claro que se acabaron los tiempos en los que los contrincantes de Venezuela podían pensar en que tenían el triunfo garantizado desde antes de jugar el partido. La selección vinotinto dejó de comerles cuento a sus rivales y, con una base de jugadores que militan en clubes europeos, se ha convertido en la revelación de este torneo. Por primera vez en catorce participaciones los venezolanos accedieron a una semifinal, dejando en el camino a Chile. Fue un partido de dominios alternados y con pasajes de juego fuerte. Los protagonistas de la proeza, Gabriel Cíchero y Oswaldo Vizcarrondo, curiosamente, forman parte de la defensa del equipo de César Farías, pero en ambas anotaciones mostraron que tienen cualidades para definir. Es una variante de la cual debe echar mano cualquier técnico en caso de que se le cierre el arco a los atacantes y volantes ofensivos. Cuatro partidos, cuatro “palos”, para desgracia y ruina de los apostadores.
Dados estos últimos resultados, en las llaves de semifinal Uruguay-Perú y Paraguay-Venezuela es necesario replantear los favoritismos. En lo personal, Uruguay debe pasar a la final y ser el campeón, pero no tiene nada, absolutamente nada seguro, al igual que Paraguay. De llegarse a dar una definición del título entre Perú y Venezuela, temblará hasta sus bases el establecimiento de la Conmebol.