Arriba: Veintidós residentes miran un edificio derrumbado en Concepción, tras el terremoto del pasado 27 de febrero (Foto: Rodrigo Linfati, licencia Creative Commons BY-SA) / Abajo: Una familia damnificada en Santiago. Su casa de dos pisos ahora es de uno y varias estrellas en el techo (Foto: Osmar Valdebenito, licencia Creative Commons BY-SA)
Hay pocas cosas en esta vida que lo empequeñezcan más a uno que la furia de la madre naturaleza. Impotentes y en la orfandad más absoluta; fuimos sacudidos y zarandeados inmisericordemente durante 180 segundos. En 180 segundos la madre tierra nos recordó lo efímeras que suelen ser nuestras pretensiones, nuestra vanidad y nuestras aspiraciones. Y cuando todos pensábamos que ya había pasado lo peor, un mar embravecido arrasó con lo poco que la tierra nos había dejado. No nos quedó nada.