Colombia - Cargada el 06.09.2017 22:16:34 COT
Aprovechando un chisme radial, Álvaro Uribe atacó con fiereza y grosería al único ente que no ha logrado penetrar y que ha servido de talanquera para evitar el desborde institucional que pretende quebrar el orden jurídico sólo para satisfacer su venganza personal contra las FARC.
Habrá que sacralizar la vida y la muerte, pero también acompañar a los vivos en la búsqueda de sentido, sin prometer tantos destinos.
La absolución del senador plantea serios interrogantes sobre la política criminal que ha hecho de las recompensas instrumento necesario para combatir el delito.
La sicosis de los paramilitares es un monumento a una enfermedad mediana que hace que este país culposo de nacimiento ande más preocupado por el narcotráfico que por el homicidio.
¿A qué horas se volvió “legítimo”, “lícito” y “correcto” el desearle a un contradictor que le secuestren o le asesinen un familiar? ¿Por qué “debe pagar con su vida” aquel que piensa distinto a uno?
Lo mejor que le hubiese podido pasar a Álvaro Uribe era desistir de su segundo mandato. Con sólo los logros mediáticos de la Seguridad Democrática hubiese quedado como una figura histórica.
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