Sonriendo hasta el último aliento
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
domingo 25 de noviembre de 2007 0:05 COT
(Publicado originalmente el 8 de noviembre de 2007 en japonés y el 13 de noviembre de 2007 en inglés; este es el último artículo de la serie de otoño 2007 del Hibakusha Project)
Senji Yamaguchi yace en una cama en el hogar para ancianos donde vive en Unzen, prefectura de Nagasaki, el 27 de septiembre. (Tarō Yamasaki / © Mainichi Shimbun)
Había un distinto aire fresco otoñal cuando, el 12 de octubre, visité a Senji Yamaguchi, de 77 años, en el hogar para ancianos donde reside en Unzen, prefectura de Nagasaki. Con tubos de oxígeno que le llegan hasta la nariz, él acababa de comenzar a cenar. Yo había ido con la intención de continuar una entrevista que habíamos tenido en septiembre pasado, pero estaba claro que él no estaba para eso. Le entregué más bien un pastel manjū (postre tradicional hecho de arroz con centro de habichuelas dulces) como expresión de mis buenos deseos y me fui.
En el televisor del primer piso salió la noticia de que el ex vicepresidente de EUA Al Gore había sido nombrado uno de los ganadores del Premio Nobel de Paz, honor al que Yamaguchi había sido nominado varias veces.
La tráquea de Yamaguchi se arrugó reduciéndose a la mitad de su grosor normal. El asma crónico que padece empeora cuando hay cambio de estación. Incapaz de inhalar suficiente oxígeno, jadea constantemente para respirar. Este año su estado físico se deterioró a tal punto que por primera vez no pudo asistir a las ceremonias de conmemoración del aniversario del bombardeo de Nagasaki el 9 de agosto. Se quedó ese día en el hogar de ancianos. El 3 de octubre sus hijos habían planeado celebrarle su 77mo. cumpleaños, un hito conocido como kiju, pero Yamaguchi, sin poder reunir fuerzas para salir, tuvo que declinar la invitación. Poco después lo hospitalizarían y le darían de alta, pero su estado apenas mejoró levemente. Ahora, fuera de comidas y viajes al hospital para consulta externa, pasa los días en cama.
"En los viejos tiempos siempre estaba ocupado, siempre corriendo. No era la clase de hombre que se la pasaba por la casa. Ahora me preocupa si se está poniendo senil". Sachiko, de 72 años y esposa de Yamaguchi durante 50, mira con ansiedad. En septiembre llevábamos 20 minutos de entrevista cuando Yamaguchi, vencido por un ataque de tos, tuvo que dejar de hablar. Salí del cuarto con su tos seca y asmática repicándome en los oídos.
El decreciente vigor de Yamaguchi es evidente. El acercamiento de la muerte lo encuentra sonriendo y filosofando. "Pude haber muerto tan fácilmente en el bombardeo atómico", dice. "Tuve 60 años más de vida. Estoy muy agradecido".
Yamaguchi y los demás hibakusha nos hablan con las últimas fuerzas que les quedan. Nunca antes había sentido de manera tan profunda cuán importante es un segundo en una entrevista.
Yamaguchi tenía 14 años cuando bombardearon Nagasaki. En la época de la explosión era un estudiante movilizado para trabajar en la guerra en una fábrica de armas de Nagasaki. Es uno de los tres dirigentes de la Confederación de Organizaciones de Víctimas de las Bombas Atómica y de Hidrógeno del Japón.
Por Tarō Yamasaki, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés, con apoyo en la versión en japonés, por Julián Ortega Martínez
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