Crecimos de un modo distinto, aprendimos a limpiar para ser capaces de vivir sin servicio doméstico, nos aburre la sola idea de tomar un curso avanzado para sacar manchas. La pasión la sentimos por las filosofías orientales, por los recovecos de las humanidades, por los misterios de la física cuántica y por los hombres.

El debut del campeón siempre llama la atención. No importa que venga precedido de críticas que no lo ven para repetir trono. Es cierto que no brilla, pero igual crea la expectativa. También había interés por ver a Paraguay sin el incansable Cabañas, alma y nervio de su selección.

¿Qué pueden hacer dos equipos que se conocen hasta la saciedad? Cuidarse, andar con pies de plomo, esperar el error contrario. Esto hicieron Holanda y Dinamarca.

Dicen que cuando los alemanes salen de su país sin el peso del favoritismo, lo hacen mejor. Esta vez llegaron a Sudáfrica como uno más de los grandes. Mientras el mundo mira a España como la gran favorita, y ponen a Brasil y Argentina como los que le pueden disputar la copa, incluso la propia Inglaterra, los hombres de Joachim Low hasta hoy parecían meros invitados a la gran fiesta del fútbol.

Las estadísticas dicen que hace 60 años, en Belo Horizonte (Brasil), Inglaterra y Estados Unidos se enfrentaron por única vez en un Mundial de fútbol. Un 1 – 0 a favor de los estadounidenses, daba a este partido aires de revancha.

Increíble. De los primeros minutos de fantasía en los que Argentina mostró su cúmulo de talentos, se pasó después de promediar el segundo tiempo al sufrimiento producto de sus deficiencias defensivas.

Uruguay y Francia, dos ex campeones mundiales, y de encime, uno de ellos subcampeón en 2006. Un banquete futbolístico dirían los entendidos, y para ser franco, también para los de a pie, mejor dicho para los que no sabemos de tácticas y estrategias pero sí gozamos con lo que hacen y además, pagamos sus salarios.

El sonido es aterrador. Es como un enjambre de abejas. Un ulular que arruga el alma. Desde la misma inauguración estas trompetas sudafricanas que las delegaciones quisieron proscribir pero que la FIFA las permitió como los cantos de las barras que intimidan en otros lares, llenó el estadio.

Hay mucho que reflexionar sobre la Toma del Palacio de Justicia en 1985 por el M-19 y la retoma por el Ejército Nacional.