Siembra
Columnas > La política en taconesPor Pilar Ramírez
mircoles 10 de diciembre de 2008 17:52 COT
Antes de la década de los 60 escuchar "música tropical" se asociaba a lo que hoy llamaríamos "naquez", palabra con la que se denomina genéricamente al mal gusto. La transformación de nombre despectivo a objeto de estudio y después a franco relajamiento y disfrute de la música sin ninguna otra razón la impulsó un profesor universitario que acudió al Bar León, en el centro histórico del Distrito Federal, propiedad del músico Pepe Arévalo y llevó consigo a un grupo de 60 estudiantes para "darles una clase de comunicación humana", donde el grupo musical de Arévalo era el ejemplo a observar. Cuenta el músico en la biografía que de él escribió Rafael Figueroa, que después esto fueron llegando estudiantes acompañados de sus papás, quienes ya no iban a una práctica de observación sino simplemente a deleitarse con la música y que también se volvieron asiduos muchos estudiantes de la Universidad Iberoamericana, así como Carlos Monsiváis, Arturo Ripstein, Paco Malgesto y Gonzalo Celorio entre otros.
El profesor universitario era Froylán López Narváez, quien dio vida a todo un movimiento sociocultural llamado "La rumba es cultura"; así, el son, la rumba, la guaracha y, en general, los ritmos afrocubanos ensancharon su audiencia con los universitarios y los intelectuales que fueron aprendiendo a diferenciar los productos que antes metían con menosprecio en el mismo saco. Ese movimiento tuvo un foro de difusión en el programa del mismo nombre que condujo López Narváez en Canal 11 y que se alimentaba de la producción de la música afroantillana con un gran auge en Puerto Rico y en Nueva York.
En ese género musical, con muchos y excelentes representantes, fue lanzado en 1978 el álbum Siembra que marcó un hito. ¿Qué tuvo de novedoso este disco de un joven neoyorquino de raíces boricuas que dio cabida a un talentoso compositor y cantante panameño? Que logró conjugar exitosamente la calidad musical de los ritmos afroantillanos con contenidos sociales en las letras de las canciones que hacían referencia a la desigualdad, el racismo, el consumismo, la dictadura nicaragüense, la unidad latinoamericana o el amor visto con nuevos ojos y nombrado con nuevos conceptos.
Gracias al genio artístico de Willie Colón, las piezas incluidas en el álbum no perdieron calidad musical sino que realzaron los contenidos abordados por Rubén Blades y que no eran de uso corriente en esos ritmos.
En México, esta producción de Fania Records tuvo buena acogida tanto por el público tradicional como por los nuevos adeptos que había creado el movimiento de Froylán López Narváez. Siete piezas fueron incluidas en aquel acetato. Entre el público universitario e intelectual "Plástico" que critica el consumismo y "Siembra" con un fuerte contenido político fueron las mejor recibidas; "Pedro Navaja" que cuenta la vida de un matón y una prostituta fue la que ganó calle a nivel comercial. Esta producción musical de Willie Colón es hoy objeto de culto y referencia obligada en el género musical afroantillano.
Para celebrar los treinta años de Siembra, la firma Universal ―compradora del catálogo de la desaparecida Fania― acaba de sacar al mercado un álbum conmemorativo con las piezas originales y cinco tracks extras.
El disco conmemorativo incluye dos versiones distintas del tema "Dime", una de ellas que parece inacabada o anterior a la pieza final y otra con una duración de tres minutos, en lugar de los siete que tiene en el disco que salió a la venta; una versión de "Pedro Navaja" más lenta y con ligeros cambios en la letra; una versión instrumental de "Plástico" y el tema "Ligia Elena" que se trabajó a ritmo de merengue cuando estaba en preparación el álbum Siembra pero no apareció en él, sino en un disco posterior, también de Willie Colón y Rubén Blades, llamado Canciones del solar de los aburridos, donde en lugar de merengue apareció como un chachachá.
Buena manera de festejar los 30 años de Siembra. Es un poco como asistir al proceso creativo, como leer distintos finales en una novela o un cuento o como poder ver los bocetos de una pintura. Hace ya muchos años que de la mano conocedora y amorosa de Rafael Figueroa me introduje a esta tradición musical, nunca por razones intelectuales sino sólo por el placer de oír y bailar, que es como se disfruta especialmente en Veracruz. Cada vez que aparecía un nuevo álbum lo escuchábamos hasta el cansancio, aunque Rafael siempre ha mostrado una incapacidad congénita para aprenderse las letras y termina por inventarlas. Oír esta edición conmemorativa de Siembra fue como entrar en la máquina del tiempo donde se conjugaron nuevas y viejas canciones. Nosotros, como seguramente harán muchos otros, damos la bienvenida a esta celebración.