[Personajes deportivos del año II] José Néstor Pékerman
Columnas > Con los taches arribaPor Rafa XIII
martes 27 de noviembre de 2012 14:03 COT
Cuando en la Federación Colombiana de Fútbol tuvo acogida la sugerencia del presidente Juan Manuel Santos de explorar la posibilidad de contratar un técnico extranjero para la selección nacional de fútbol, diversas voces se escucharon tanto a favor como en contra de que eso sucediera, teniendo en cuenta que se venía de sucesivos fracasos con entrenadores criollos, a saber: Luis García, Francisco Maturana, Javier Álvarez, Hernán Darío Gómez, Reinaldo Rueda, Jorge Luis Pinto, Eduardo Lara y Leonel Álvarez.
Y el antecedente con los técnicos de selecciones Colombia nacidos en otras latitudes, históricamente, no era del todo halagüeño. Exceptuando a Adolfo Pedernera, que clasificó al cuadro cafetero para el Mundial Chile 1962, los demás fracasaron, y no eran precisamente unos desconocidos: Fernando Paternóster, César López Fretes, Toza Veselinović, Blagoje Vidinić y Carlos Salvador Bilardo, por mencionar algunos.
El principal argumento en contra de un técnico foráneo era que “no conocía el medio”, excusa pueril para disfrazar en muchos casos el hecho de que así era imposible convertir al combinado patrio en una rosca exclusiva para jugadores de una determinada región del país, tal como había sucedido con los DT criollos en los últimos 25 años. Como alternativa se planteó que sí podía ser un extranjero, siempre y cuando fuera alguien que estuviera trabajando en el campeonato colombiano. No había mucho de dónde escoger, y los nombres de Julio Comesaña, Juan Carlos Díaz, Mario Vanemerack y Óscar Héctor Quintabani, viejos conocidos de la afición, fueron descartados por no tener demasiado background en cuanto a títulos ganados y figuraciones a nivel internacional se refiere.
Así las cosas, se concretó la firma con José Pékerman, ex futbolista argentino de los años sesenta y setenta, que tuvo un paso medianamente exitoso como jugador en el Independiente Medellín. Este orientador, que llevaba mucho tiempo sin pisar tierras cafeteras, de todas maneras mostraba a su favor un fuerte vínculo con Colombia, pues una de sus hijas nació en Medellín mientras él vivió y trabajó en dicha ciudad. Pékerman traía en su carta de presentación un palmarés bastante laureado como técnico en divisiones inferiores, comoquiera que fue tres veces campeón mundial juvenil al mando de la selección de Argentina.
No es un secreto para nadie que Pékerman fue recibido con recelo por un amplio sector de la dirigencia, la prensa deportiva y la hinchada, porque desde las primeras de cambio se vio que el estilo que se iba a manejar era muy distinto al que estaba acostumbrada la memoria colectiva colombiana desde 1985 cuando renunció el médico Gabriel Ochoa Uribe al quedar eliminada nuestra selección en el repechaje ante Paraguay. Era cada vez más evidente que se volvía a los días de las concentraciones herméticas, de cero declaraciones a la prensa de parte del cuerpo técnico y jugadores, y nula exposición mediática a cuanta tontería se le ocurriera a la radio y a la televisión poner a hacer a futbolistas y entrenadores. Esto, en un país folclórico y bullicioso como Colombia, no cayó para nada bien.
Los peores temores de algunos parecieron confirmarse con el sabor agridulce que dejaron los dos primeros partidos de Colombia en la eliminatoria dirigidos por Pékerman, con una victoria en Perú, jugando muy regular, y una derrota en Ecuador, en donde se jugó mal. Se le dio con todo al técnico gaucho. La garrotera, más que juzgar el desempeño del equipo dentro de la cancha, se centró en el silencio del DT y las pocas noticias que generaba la selección, buenas o malas. Al no tener con qué llenar sus páginas y espacios radiales y televisivos, los comentaristas investidos de seudoautoridades en materia de conocimientos sobre fútbol, se dedicaron a atacar a la selección.
Pero Pékerman no les dio gusto saliendo a responderles o a bravearlos. Siguió callado con su trabajo. En últimas, a él no lo contrataron para que viviera mojando pantalla en las secciones de chismes y farándula, o posando para las fotos de las páginas sociales de las revistas. Separó al equipo del ruido y la chabacanería habitual de estas zonas tropicales, y al tener en sus manos una generación privilegiada de jugadores, que no se veía desde los tiempos legendarios de Valderrama, Asprilla, Rincón et al, los resultados empezaron a darse.
Al término de los encuentros programados para este año de la fase eliminatoria rumbo a Brasil 2014, el panorama de la selección colombiana de fútbol es extraordinario. Con Pékerman en el banquillo técnico, Colombia jugó cinco partidos oficiales, de los cuales ganó cuatro y perdió uno. Anotó 10 goles y recibió dos. Con 16 puntos en la tabla y afincado en el tercer lugar, nuestro equipo tiene el camino expedito para clasificar sin mayores angustias a la cita orbital a celebrarse en tierras brasileñas.
Pero más allá de las frías estadísticas, el gran mérito de José Pékerman es el de haber recuperado la autoestima del jugador colombiano. Hemos dejado atrás las épocas en las que los futbolistas cafeteros salían con miedo escénico porque el rival del frente tenía X número de campeonatos mundiales encima o que sus figuras jugaban en las ligas más importantes del mundo. Ahora los de acá, si bien no han ganado todavía mundiales, ya militan en clubes de la élite futbolera, siendo además protagonistas de primer orden en las consagraciones de sus equipos en las copas europeas. Colombia le juega mano a mano al que le pongan por delante. Sin complejos. Cada uno de sus integrantes sabe —y está convencido de— que los del otro uniforme también son de carne y hueso. Que si se les golpea, se caen y si se les hiere, sangran. Que no son invencibles. Esta importante transformación de la mentalidad de nuestros futbolistas, y en particular, de los que han estado en el ciclo de Pékerman, puede, sin duda, llevar a la selección colombiana a realizar en Brasil una de las mejores figuraciones de su historia.
lunes 10 de diciembre de 2012, 12:27 COT
Muchas veces se dijo y que recuerde se contrataron psicólogos para cambiarles la mentalidad. El problema del deportista colombiano, aparte de las limitaciones propias como el biotipo, ha sido ése, su mentalidad. Una especie de yo yo emocional. Si ganan una vez se creen los mejores del mundo y si luego pierden nadie es capaz de levantarlos.
Pekerman, con la suficiente experiencia ganadora y con la suerte de tener una generación de oro con figuras que militan en la élite mundial, acostumbrados a ganar desde los torneos juveniles, fue capaz de cambiar esa mentalidad, de armonizar el equipo, de sacar lo mejor de cada quien y convertirlo en ganador.
Un gran técnico, lejano de las mezquindades de nuestro medio, como buen director de orquesta, consiguió conformar un equipo colombiano que llegue hasta donde sus cualidades lo permitan.