Delación, recompensas, etc.
ColumnasPor Fabio Villegas Botero
mircoles 30 de marzo de 2011 20:56 COT
No soy abogado, ni jurista, menos aún experto en derecho comparado. Solo un ciudadano que ha vivido larguísimos años en un país donde la criminalidad de todo orden es el pan nuestro de cada día. Siempre nos hemos quejado los colombianos de la ineficiencia de la justicia, bien por su lentitud, su parcialidad (“la justicia es para los de ruana” siempre se había dicho, aunque hoy tenemos en las cárceles a congresistas, altos mandos militares, lo mismo que grandes capos de la delincuencia), bien por la impunidad en que permanece la mayoría de los delitos.
En aras de remediar un poco estos y muchos más defectos de la justicia, sobre todo desde el gobierno anterior, se puso de moda una serie de medios para hacerla más eficiente. Para ello se copiaron del sistema anglosajón las delaciones, las chuzadas telefónicas, las recompensas, el principio de oportunidad y no sé si hasta la tortura, como la de las cárceles secretas y flotantes de la CIA y otras estilo Guantánamo. Al momento de escribir este artículo oigo en la televisión que los gobiernos de EUA y Méjico ofrecen la bicoca de US$5.000.000 (diez mil millones de revaluados pesos colombianos) por la información respecto a los asesinos de un agente de EUA muerto en Méjico. Igualmente, un noticiero colombiano, que narra el asesinato por robarle el celular a una madre del sur de Bogotá delante del hijo a quien llevaba al colegio, ya estaba insinuando que la policía iba a ofrecer una jugosa recompensa. Ni qué decir de los cinco mil millones de pesos ($5.000.000.000) que se le dieron a un facineroso guerrillero por entregar, ya no a su jefe en persona o siquiera muerto, sino la mano amputada por él mismo del cadáver de su jefe. ¡Y el país tan tranquilo!
Fue tal la promoción a las delaciones de todo orden, recompensadas generosamente por la justicia y los gobernantes, que hasta se convirtió en tema favorito de la literatura y la telenovela El cartel de los sapos. Si a todo esto se le añade el famoso “principio de oportunidad”, las aberraciones a que se puede llegar no tienen límite. Alguien me preguntaba cuál era el significado y le respondí con un ejemplo palmario: los Nule acusan a los Moreno y pasan del infierno al cielo (afortunadamente dos damas valerosas, estas sí de pantalones, velan por la justicia y el erario desde la Fiscalía y la Contraloría). ¿No podrá ser una alianza de criminales, de las que uno comete el delito y otro lo delata para luego partirse la marrana?
Con estas gabelas se trata de agilizar la justicia. ¿No será que, más bien, la está corrompiendo? Aquí se implanta la justicia por la propia mano (hasta linchamientos se han producido), y la mayoría lo aplaude. Si no, ¿qué ha sido el fenómeno terrible y vergonzoso de las autodefensas y las bacrim, sino un sicariato a gran escala de ejércitos asesinos como ninguno, dizque para suplir “la ausencia del Estado”, es decir, de policías y ejército? Y con ellos se intentó, nada más ni nada menos que “refundar el país”, como se proclamó en Ralito.