Casi nos extinguimos…
Ciencia y conciencia > ColumnasPor Marsares
domingo 27 de abril de 2008 23:39 COT
…pero los “casi” no valen para infortunio de la naturaleza.
El Tiempo trae una “primicia”que fue publicada hace cinco años. Pero vale para reflexionar un poco sobre ella. Hubo un momento jubiloso en la historia de la Tierra que luego se tornó en desesperanza. Hace unos 140.000 años, antes de la era Uribe, en el mundo quedaron tan solo 2.000 humanos. Aunque, como dice Juanes, la vida es un “ratico”, estos se las arreglaron para convertirla en un “ratote”, y se salvaron.
Estuvieron de buenas. Una epidemia, un simple terremoto, una guerra, un político, hubieran podido acabar con estos pequeños grupos escondidos en cavernas, aguantándose una sequía que acabó con casi todo lo que había, menos con ellos. Eso quiere decir que de esos 2.000 descendemos casi todos los 6.500 millones que hoy habitamos este planeta.
¿Y cómo se supo todo este cuento?
Nuestra diversidad genética es la clave. Todos los seres humanos tenemos un ADN prácticamente idéntico, como si la evolución hubiera pasado por nuestros genes sin romperlos ni mancharlos. Lo que no pasa con nuestros parientes más cercanos, los chimpancés. Un grupo de estos puede tener mayor diversidad genética que los 6.500 millones de humanos juntos.
El hallazgo es extraño ya que tenemos un origen común. Los estudiosos han calculado que hace unos 5 o 6 millones de años, chimpancés y homínidos se separaron de este ancestro común. Y mientras los chimpancés se diversificaron genéticamente mucho más, nosotros prácticamente nos quedamos estancados. Algo debió pasar.
La respuesta está en Africa que como todos sabemos (menos los racistas) fue donde nos iniciamos como humanos. Los científicos tomaron muestras de ADN mitocondrial (allí se encuentran las marcas del linaje que se transmiten por línea materna) a los Khoy y los San, pueblos del sur de Africa, conocidos como “bushmen” (hombres de los arbustos y no, como pudiera pensarse, espías de Bush) y las compararon con otros pueblos.
Descubrieron entonces que luego de estrenarnos como especie hace unos 200.000 años, nuestros ancestros se separaron en dos grandes grupos, emigrando uno al oriente y otro al sur del continente africano. La mayoría de nosotros proviene de uno de esos grupos. Al otro pertenecen los “bushmen” que permanecieron aislados hasta hace pocos siglos cuando sus tierras fueron invadidas por otros africanos o por los europeos.
Lo extraño es la poca diversidad genética que nos proporcionó este grupo pese a que los millones de años de antigüedad de sus líneas maternas originarias, debían haber evolucionado en muchas y muy variadas. Pero no, en realidad este grupo aportó pocas líneas maternas. ¿Qué pasó con las demás?
Los científicos deducen que, en algún momento, antes de que comenzaran sus migraciones hacia otros continentes hace 60.000 o 70.000 años, por razones desconocidas (quizás una sequía), murieron casi todos (se calcula que sobrevivieron apenas 2.000 individuos) y con ellos desaparecieron la mayoría de líneas maternas.
Las pocas que quedaron, como es obvio, limitaban las posibilidades para que nuevas líneas maternas evolucionaran. De tan escasa diversidad descendemos los humanos actuales. Como quien dice, por ese desastre coyuntural, borramos gran parte de nuestra evolución, siguiendo de aquí en adelante por un camino estrecho que sólo después de varios millones de años más podremos ensanchar.
Aunque la ley de selección natural enseña que sobreviven los más aptos, esto no quiere decir que sean los mejores. Quizás estos 2.000 fueron los más fuertes, los más idóneos que permitirían pelearle la supremacía a las demás especies, pero no necesariamente los mejores.
¿Seríamos distintos si la diversidad genética que venía desde millones de años atrás, hubiera sobrevivido y evolucionado? Nunca lo sabremos. Lo único cierto es que nosotros, los descendientes de esos pocos, no somos precisamente un ejemplo para las demás especies. Demasiado violentos. Depredadores por excelencia. Excluyentes y destructores. Y encima, prácticamente idénticos.
¿Quizás por ser tan iguales, nos da tanto miedo la diversidad?