Bergman y Antonioni, simples obituarios pretenciosos
¿Ar iu toquin tu mí? > ColumnasPor Carlos Vallejo
viernes 3 de agosto de 2007 18:37 COT
Sí, se murieron Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni, el sueco y el italiano que se convirtieron en dos indiscutibles del séptimo arte. El problema es que ha pasado un buen rato, ya todo el mundo escribió sobre el asunto y no sé si tiene mucho sentido –aunque a quienes manejan este medio seguramente les gustaría– contar lo ya contado, hablar de algunos filmes, espetar pretensiones como que “fueron directores que representaron en sus películas las angustias y las crisis del hombre contemporáneo” y datos inútiles como que el primero nació en 1918 y el segundo en 1912, enumerar en una parrafada llena de años entre paréntesis ambas filmografías, pontificar sobre la visión trágica del sueco y el alejamiento del neorrealismo del italiano. Así que, en lugar de ello, voy a hablar de un par de vainas que tal vez, en medio de la fiebre periodística, no se han dicho. Y que me pueden llevar, como a cierto columnista de aquí mismo, a tomar Prozac para superar su amargura. Porque sí, lo que voy a escribir puede que ponga en evidencia mi amargura, porque sí, tengo un problema: que muchos, con sensibilidad de cineclubista sempiterno que programa ciclos de ambos directores una y otra y otra vez, como La noche de los lápices o El imperio de los sentidos, y apegados a fatalismos ridículos y fáciles análisis, han dicho cosas como que el cine se acabó. ¡Qué se va a haber acabado! ¡Los que se murieron eran un par de viejos que se murieron como todos los viejos, como se muere cualquiera, porque la gente se muere! Y ya, sus películas están ahí, obras inigualables como Persona de Bergman o Blow Up de Antonioni (la que es basada en Las babas del diablo, el cuento de Cortázar), se consiguen hasta en Blockbuster.
Además, si fuera así, el cine ya se habría muerto hace rato. Sobre todo por el caso de Antonioni, que desde 1983 estaba sin habla y casi paralizado en una silla de ruedas por un derrame cerebral, y por lo que es fácil suponer que su participación en todo lo que tiene su nombre después de ese año se reduce a la firma; igual, podría no ser así, y contaríamos entonces una deprimente y patética historia de superación personal. Y en el caso de Bergman, todo lo que hizo después de 1982 fue para televisión; su última película en cine fue Fanny y Alexander, estrenada en 1982, ganadora de cuatro oscars y sobre la que ya se ha pontificado toda la semana tanto como sobre El séptimo sello y el juego de ajedrez entre su protagonista y la muerte.
Así que simplemente no digamos bobadas, nada de que “el séptimo arte llora” y esas tonterías, y digamos que en este caso lo más importante es lo que quedó, las películas que me niego a enumerar en un párrafo inútil, justamente la razón por la que se puede decir el cine no está muerto. Como tampoco lo estaría si ellos no hubieran existido o se hubieran dedicado, como pudo ser el caso de Antonioni si miramos que lo primero que estudió fue economía, a cualquier otra profesión o, simplemente, a nada.
viernes 3 de agosto de 2007, 19:28 COT
Bueno, sí y no; estoy con vos en eso de que “la gente se muere” (como moriremos todos), pero si hubo tanto jaleo con los fallecimiento de estos “viejos” es porque esos dos “viejos” cambiaron el cine, la manera de hacerlo, y si no hubieran existido, el cine, claro, seguiría vivo, pero, sin duda, sería menos interesante. Es que no se murieron los Dagos del cine, los que se fueron dejaron filmes que aún hoy lucen actuales, que aún hoy deslumbran… creo que ningún director actual ha logrado una obra como Persona, por ejemplo… Y eso que hay tipos de un talento infinito como Wong Kar-Wai, pero los “viejos” eran enormes. Creo que la tristeza de todo el mundo puede leerse como “Y ahora quíén tapara el hueco”… Dago no, ciertamente.
sbado 4 de agosto de 2007, 10:15 COT
Siguen vivos otros, éstos dejaron enseñanzas, su paso no fue en vano, personas muy valiosas que dejaron huella, todo sigue, pero no es igual. El mundo evoluciona.
Mi sentir de agradecimiento para los dos.
Te envío una flor fresca de Medellín. Para los que se fueron no, ya lo muerto, muerto está y quedan las semillas que sembremos.
Abrazos equinoXiales!
jueves 9 de agosto de 2007, 12:36 COT
Patxo:
Sí, por eso es que lo bueno es que las pelis están ahí. Eso es justo lo que me hace pensar que en efecto nada se ha muerto aquí.
lully:
¿Una flor fresca?
sbado 11 de agosto de 2007, 22:14 COT
Carlos:
Porque muchos cineastas colombianos ven a estas grandes figuras como dinosauros del celuloide, esperpentos del cine nacional tipo “María llena eres de gracia”, semejante hueso, constituyen aquí lo de mostrar.
Igualmente el gran público es cada vez más ligero en su apreciación del cine, por ignorancia y desconocimiento de la historia del arte. Un saludo.