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Siga y siéntese cómodo.

Paraguay, los verracos del Mundial

Estancias > Salón comunal
Por: Marsares

4 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2010 16:12 COT

Cuando el árbitro pitó el fin del partido contra España, mi hijo menor se volteó y me miró como si regresara de un sueño. Suspiró y me dijo: “Qué verracos”. En la pantalla se veían los rostros agotados de los paraguayos, entre los que se destacaba el de Haedo Valdez, levantando los brazos ante sus hinchas, respondiendo a los aplausos de propios y extraños que premiaban su entrega en la cancha.

No es usual que a un derrotado se le despida con palmas, quizás porque los albirrojos murieron para la Copa de Sudáfrica con las botas puestas. En sus gestos había dolor, es cierto, pero también fulguraba el orgullo de haber luchado hasta el último segundo contra una selección de muchos pergaminos que llegó con aureola de campeón a la cita mundialista.
 
Si, son unos verracos”, atiné a responder con esa expresión tan nuestra para reconocer a los valientes y comencé a recordar un partido que preveíamos desigual, pero que, con el correr de los minutos no sólo se reveló parejo, sino atrevido por los paraguayos que sin perder el respeto por el rival, creyeron en sus propias cualidades y salieron a ganarse el tiquete para la semifinal, contradiciendo apuestas y predicciones, en lo que son expertos desde hace mucho.
 
Llama la atención que en un continente donde se privilegia el manejo del balón a ras de piso, los pases cortos, la fantasía, la gambeta, el taquito, todo lo que encanta a la retina y desconcierta al adversario por lo impredecible de la jugada, haya un estilo que pone énfasis en la fortaleza física, la velocidad y el juego aéreo, con apuesta de ganador.
 
Los paraguayos no tienen el quiebre de cintura, los pasos de baile en apenas un metro cuadrado para quitarse a un rival, la creatividad de fabricar una jugada impensada en tan solo un segundo, ni la rara habilidad de llevarse en los pies, pegada en el empeine, la pelota que luego inflará la red contraria. No parecen latinoamericanos quizás porque después del exterminio les tocó inventarse un nuevo país.
 
Pero son tan nuestros como el que más, no tan alegres como los caribeños que con un bongó se sacudieron la tristeza de milenios, ni tan pródigos como los que heredaron la fertilidad inagotable de la tierra, ni tan astutos como los que recrearon el mundo colonizando montañas y planicies, verdaderos fabricantes de sueños. Son esforzados y discretos en sus sentimientos porque no les ha quedado tiempo para descansar y dar rienda suelta a sus emociones, igual que nuestros ancestros indígenas.
 
Como en el pasado, España lo vivió en este partido. Ya se había pronosticado, Paraguay no iba a ser presa fácil porque no regala nada y por eso estrecharon el campo, lo pelearon con fiereza, plantando murallas, amarrando al contrario, buscando con paciencia el corredor que les diera la oportunidad de dar el golpe de gracia a una España desconcertada, incapaz de hilvanar tres pases seguidos.
 
Los paraguayos salieron a jugarse la vida y por eso en los primeros minutos le avisaron a Casillas que se cuidara y a falta de manejo del balón, lo guerrearon con fuerza, con ardor, con encime, multiplicando el esfuerzo, a la par, sin soltar al adversario, hasta recuperarlo o enviarlo fuera de la cancha.
 
Desbordes mortales por derecha, penetración con fuerza por el centro, y un gol anulado por fuera de juego, que hubiera sido un premio justo para Haedo que al igual que batallaba arriba y por las bandas con sus marcadores, lo hacía abajo desarmando contrarios, obstaculizando avances, rompiendo ideas, arruinando tácticas.
 
Un partido que Paraguay estuvo a punto de ganar a puro corazón, pero que no lo hizo porque le faltó definición, mal de muchos años y que en este partido se evidenció. Incluso, el penalti que falló Cardozo, o el remate de Roque Santa Cruz en el último minuto. Ganó España porque aprovechó un espacio huérfano, con postes de por medio, trayectorias erráticas, balonazos desesperados, que en un segundo eterno, de lado a lado de la portería, sentenció el encuentro.
 
Ya se ha dicho todo, se han analizado con lupa las jugadas, los dos penaltis cobrados y errados, los que no se pitaron, la descomposición de España, la disciplina táctica ideada por el Tata Martino, las llegadas y sus frustraciones, y el equilibrio de dos fuerzas que merecían el empate si lo permitiera el reglamento y, por supuesto, la garra paraguaya frente a la tozudez española.
 
Basta con recordar un antiguo proverbio de la India: “Sólo lo que no se da, se pierde” para resaltar que la selección de Paraguay nada perdió en el Estadio Ellis Park de Johannesburgo porque lo dio todo en la cancha, representando con entereza nuestra región, nuestra esencia de latinoamericanos. Sobradas razones para merecer nuestro aplauso, nuestra reconocimiento y nuestro cariño.
 
– – –
 
Partido de cuartos de final del Mundial de Sudáfrica 2010 disputado en el estadio Ellis Park de Johannesburgo ante unos 55.000 espectadores
 
Paraguay
 
Justo Villar; Verón, Alcaraz, Da Silva, Morel; Barreto (Vera, m.64), Riveros, Víctor Cáceres (Barrios, m.84), Santana; Valdez (Santa Cruz, m.72) y Cardozo.
 
España
 
Iker Casillas; Sergio Ramos, Piqué, Puyol (Marchena, m.84), Capdevila, Busquets, Xabi Alonso (Pedro, m.75), Iniesta, Xavi, Villa y Fernando Torres (Cesc, m.56).
 
GolVilla  (m 83): .
    
Árbitro: Carlos Batres (GUA). Amonestó a Piqué (m.58), Cáceres (m.59), Alcaraz (m.59), Busquets (m.63), Morel (m.71) y Santana (m.87)
 
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Uruguay apagó a las “Estrellas negras”

Estancias > Primera plana
Por: Marsares

3 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2010 12:33 COT

 

En este mundial de Sudáfrica donde las decepciones han primado sobre las emociones, este partido entre Uruguay y Ghana va a ser recordado. No por el encuentro en sí, que mostró a dos equipos esforzándose por ganar, sino por el último instante, donde un goleador se transforma en portero y salva momentáneamente a su equipo de la eliminación y otro goleador marra el penalti que hubiera podido escribir una página gloriosa para un continente.

Increíble. Está a punto de culminar el segundo tiempo de la prórroga, últimos segundos del minuto 120, un tiro libre de costado en contra de Uruguay, el balón llega al área y nadie se apropia de él, entrevero, angustia de todos, incluido Muslera que lo busca entre piernas y brazos, de repente la pelota aparece con sello de gol pero Luis Suárez, en la raya, la revienta hacia el centro, donde encuentra a Dominic Adiyiah que de un cabezazo la devuelve a la portería con un Muslera vencido y de nuevo Luis Suárez se atraviesa y la tapa con la mano, como arquero emergente.

Desconcierto total en Uruguay, alegría desbordante en Ghana. No sólo tarjeta roja para el goleador de la celeste, sino penalti a favor del superviviente africano. La tribuna enloquece porque dentro de unos segundos uno de los suyos estará entre los cuatro mejores del mundo. Las vuvuzelas anuncian el carnaval, Asomoah Gyan, especialista en penaltis, el ariete que tiene a las estrellas negras en esta cúspide, tiene en su botín escrita la historia… pero estrella el balón contra el travesaño.

Antes de que el esférico regrese al campo el árbitro da el pitazo final del partido y comienza la lotería de tiros desde el punto penalti que favorece a Uruguay, no sólo por la suerte y los nervios propios de los cobradores, sino porque Muslera con Tabarez estudiaron juiciosos los videos de Ghana y se aprendieron de memoria su estilo de cobrar. Esto hay que resaltarlo, como el último disparo, el del “Loco” Abreu, no sólo porque con él escribió el epitafio de Ghana, sino porque regresa a Uruguay a ser protagonista de los mundiales.

Atrás quedan los 120 minutos donde se jugó en varios tiempos. Un comienzo arrollador de la Celeste, como todos los sudamericanos queremos que lo haga con los Países Bajos, reivindicando el buen fútbol contra la guerra de los taches. Entró con autoridad, portando una camiseta que en Sudamérica se respeta porque la portan guerreros con blasones antiguos, pero que ahora deben ganarse los propios, para volver a ser grandes y esta es la tarea que la celeste hoy está realizando.

Ghana, desconcertada, no pudo menos que agazaparse en el campo, mientras pasaba el relámpago que anunciaba la tormenta uruguaya, encabezada por Suárez, motor de estos primeros minutos que lo intentó sin eficacia. Pero los nubarrones desaparecieron y Ghana tomó el control, colándose al campo austral por las bandas, como en otros partidos, pero igual sin contundencia. Uruguay, acorralado por la exuberancia física de los africanos, sacó el libreto del aguante en espera de mejores oportunidades, perdiendo en el entretanto a Lugano por lesión.

El reaparecido Sulley Muntari, el enfant terrible de los black stars, triple campeón con el Inter, lanzó un poderoso disparo con la zurda que Muslera, tapado por Gyan, no alcanzó a observar. Gyan mueve su cabeza y por ahí, por ese resquicio entra el gol de Ghana, desatando la alegría colectiva. Ghana, con el segundo mundial a cuestas, tenía el tiquete para la semifinal. Pero con Uruguay nunca se sabe y pese a que el juego por momentos se tornaba espeso por las faltas reiteradas de parte y parte, sacó del sombrero un gol de Forlán para empatar el partido, con un cobro de pelota quieta.

El partido en los siguientes minutos debió haber sido de Uruguay, pero Luis Suárez, como Podolski contra Serbia, falla en todos los estilos, remates a quemarropa, cabezazos, festival del desperdicio, aunque uno de los culpables fue Kingson, que supo resguardar su arco. Después se volteó la torta y de nuevo Ghana se fue con todo a buscar la victoria, en oleadas que apenas podían contener los uruguayos, hasta ese instante mágico, novelesco, que elevó a los cielos a Uruguay y mandó al fondo del pozo a la desesperada Ghana.

Uruguay está entre los cuatro mejores del mundo. Mucho tiempo esperando este momento y con una oportunidad de oro de disputar la final, porque Holanda quedará sembrada en el camino. ¿Se puede? Claro que se puede y aquí le robo las palabras a Mario Benedetti,
 
“En las fronteras
del futuro
hay un control
estricto
 
sólo son admitidos
los sobrevivientes” 
 
como esta selección, la única sobreviviente de Sudamérica, que ha llegado a punta de corazón, de creer en sí misma y con la suerte del campeón. Eso marca la diferencia.

Marío Benedetti, “el hacedor de utopías y conspirador de sueños” como lo recordamos en estas páginas el día de su muerte, es el referente de Uruguay, es el referente de nuestra región para seguir avanzando. Sobre sus hombros la Celeste carga la responsabilidad de representar a Latinoamérica entera, una sola voz, una sola selección que debe hacer realidad las palabras del maestro: “Mira al pasado, y crea la historia; mira al futuro, y crea las utopías”. Es el momento.

– – –

Encuentro de los octavos de final disputado en el Estadio Soccer City de Johannesburgo, ante  84.017  espectadores.

Uruguay
 
Fernando Muslera; Maxi Pereira, Diego Lugano (cap) (Andrés Scotti 38), Mauricio Victorino, Jorge Ciro Fucile; Álvaro Fernández (Nicolás Lodeiro 46), Egidio Arévalo Ríos, Diego Pérez, Edinson Cavani (Sebastián Abreu 76); Diego Forlán, Luis Suárez. DT: Oscar Washington Tabarez.
 
Ghana
 
Richard Kingson; John Paintsil, John Mensah (cap), Isaac Vorsah, Hans Sarpei; Anthony Annan; Samuel Inkoom (Stephen Appiah 74), Kwadwo Asamoah, Kevin; Prince Boateng, Sulley Muntari (Dominic Adiyiah 88); Asamoah Gyan. DT: Milovan Rajevac.
 
ÁrbitroOlegário Benquerença (POR) Amonestó a: Uruguay: Fucile (20), Arévalo Ríos (48), Diego Pérez (59); Ghana: Paintsil (54), Sarpei (77), John Mensah (93)  Expulsiones: Uruguay: Suárez (120+1) 

Goles: Uruguay: Forlán (55) Ghana: Muntari (45+2)
 
Tiros desde el punto penalti: Uruguay: Forlán, Victorino, Scotti, Abreu; Ghana: Gyan, Appiah. Fallaron: Mensah y Adiyiah 

Se fundió la Canarinha de Dunga

Estancias > Primera plana
Por: Marsares

2 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2010 23:08 COT

Se repitió la película. El Brasil de las estrellas fulgurantes se fue al piso como en 2006. Hay dos chivos expiatorios. Uno, el obvio, Dunga, a quien los éxitos habían salvado del patíbulo. El otro, Melo, que desde su ingreso a la canarinha fue crucificado, muerto y sepultado por la afición, pero resucitado por la terquedad de Dunga. Dos exiliados que contarán sólo cuando se recuerde como afrenta esta eliminación.

De todas formas, se esté o no de acuerdo con el estilo Dunga, que hizo de Brasil una Esparta de soldados disciplinados y austeros, reemplazando a la Atenas librepensadora, de genios impredecibles, jugadas de fantasía y alegría sin fin, hay una cosa cierta. Este Brasil, tan lejano de su esencia como la Alemania de Löw  lo es de la suya, es un gran equipo, quizás el mejor de este mundial.
 
Sin embargo, está fuera. Si Alemania, Argentina, España, cualquiera de los sudamericanos lo hubiera derrotado, la desazón sería menor. Porque son equipos generosos con el fútbol, que tratan de enriquecerlo abriendo nuevas fronteras, mezclando lo sabido con el riesgo, apostándole a la técnica, pero sin abandonar lo que ha hecho del fútbol el mejor de los deportes, la sorpresa, la creatividad, la improvisación con tinte de locura, donde un segundo significa la alegría de toda una vida.
 
La derrota es amarga y se recuerda el fatal segundo tiempo para crucificar a jugadores que cualquier selección desearía tener consigo. ¿Y qué del primer tiempo? ¿Cuando las ideas de Dunga en complicidad con el talento de sus jugadores, daban frutos jugosos y saludables? ¿Eso no vale? Incluso, el tan criticado Melo fue el artífice de un gol lacerante, una pincelada de pensamiento rápido, oportunidad aprovechada, sorpresa y definición eficaz por Robinho. De la misma especie que el primer gol de Alemania a Inglaterra con el saque de Neuer y la definición de Klose.
 
En esos 45 minutos brilló el espectáculo brasileño de obreros que igual atacaban que defendían como el propio Kaká, por poner un ejemplo, conformando con zagueros y volantes el muro de contención cuando perdían el balón. Infortunadamente, este equipo no tuvo la fortaleza mental de un campeón y por eso perdió. Cayó en la trampa de los matones de barrio y les respondió de igual manera. Eso querían los holandeses, ese era su único argumento, provocar, sacar de quicio, desordenar el ánimo, para destruir lo que eran incapaces de hacer con el balón.
 
Cada falta, y fueron muchas, de todos los estilos, sabores y colores, interrumpía el juego, creaba el cortocircuito que anulaba el avance, la sorpresa, la inventiva. Kaká, Robinho, Maicon… los brasileños vivían en el piso. ¿Eso es jugar al fútbol? Sí, aunque no nos guste. Otro tipo de fútbol, tacaño, simplón, lejano de la maravillosa Holanda de Cruyft, Van Basten y Gullit. Pero a la de nuevo cuño le basta para suplir sus carencias. Juego de zapa, pero eficaz, porque también consigue resultados. Para la muestra un Brasil.
 
La máquina de Dunga funcionó, pero el autogol de Melo le metió un palo en la rueda. Increíble como se descompuso. Holanda que había hecho poco por el partido, que no había tenido oportunidad cierta de anotar, empata por un error ajeno y le saca el mejor provecho, multiplicando el estilo de taches contra espinillas. Y Brasil, como si se tratara de un equipo de la Sub 17 que apenas están curtiéndose, con los nervios desaforados se desploma refundiendo sus argumentos del primer tiempo entre la tosquedad del adversario.
 
Devolviendo patada con patada se desconcentraron hasta el punto de dejarse anotar un gol impensable para una zaga curtida y disciplinada. Descuidan al más bajo de los holandeses y le permiten, solitario, que cabecee dentro del área. Absurdo, pero más lo fue el festival de agresiones, mini rings que se repartieron por el campo, con Van Pierse Vs Robinho en el primer asalto, respondiéndole con el ojo por ojo bíblico a la naranja troglodita, hasta la falta estúpida de Melo que provocó su expulsión.
 
¿Habrá terminado la era que inició Parreira en el 94, intentando domesticar el genio ancestral volviéndolo pragmático en busca de resultados? Es posible que el péndulo regrese en busca de retomar la herencia de los años dorados que vieron el nacimiento de fulgurantes estrellas. Es lo que quiere la afición, ávida del jogo bonito, es lo que quieren los dirigentes para que los estadios se llenen y las arcas se multipliquen, pero un retorno al juego del pasado es un anacronismo.
 
Quizás hay que atemperar el experimento de Dunga, mezclando talento con la planificación estratégica de los partidos donde cada hombre funcione con claridad dentro del engranaje, como hoy lo hace Alemania, crisol de culturas que muestran un equipo interesante en trance de formación. No se necesitan los cuarteles de Dunga, pero tampoco la pocilga en la que convirtieron a Brasil las juergas de hace cuatro años, de Ronaldinho y compañía.
 
Cuando se va el gato, los ratones hacen fiesta. Sin la auriverde queda con pronóstico reservado el nombre del nuevo campeón del Mundial de Sudáfrica 2010.
 
– – –
 
Partido de los cuartos de final disputado en el estadio Nelson Mandela, de Puerto Elizabeth, ante 46.732 espectadores.
 
Holanda
 
Maarten Stekelenburg; Gregory Van der Wiel, John Heitinga, Andre Ooijer, Giovanni Van Bronckhorst; Mark Van Bommel, Nigel De Jong; Wesley Sneijder, Dirk Kuyt, Arjen Robben; y Robin Van Persie (m.85, Jan Huntelaar). Seleccionador: Bert Van Marwijk.
 
Brasil
 
Julio César; Maicon, Lúcio, Juan, Michel Bastos (m.62, Gilberto); Gilberto Silva, Felipe Melo, Daniel Alves; Kaká; Robinho y Luis Fabiano (m.77: Nilmar). Seleccionador: Dunga.
 
Goles: 0-1, m.10: Robinho. 1-1, m.55: Felipe Melo en propia meta. 1-2, m.68: Sneijder.
 
Árbitro: el japonés Yuichi Nishimura expulsó a Felipe Melo (m.xx) por falta sobre Robben. Y amonestó a Heitinga, Michel Bastos, Van der Wiel, De Jong y Oojier.

Portugal tuvo su florero de Llorente

Estancias > Primera plana
Por: Marsares

1 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2010 23:49 COT

Como en los albores de la independencia colombiana cuando el florero de Llorente desató la revolución, igual pasó con España; otro Llorente, que no estaba en las cuentas de nadie, entró en reemplazo del “Niño” Torres a un partido soso, para ponerle la adrenalina que despertara a Villa, Iniesta, Xavi y compañía, en mora de revalidar -con las consiguientes dudas- la aspiración española de alzarse con el título de esta Copa Mundo.

Con tantas frustraciones de verdad se creía que éste iba a ser un superclásico entre la campeona de la Eurocopa que llegó como máxima favorita y el tercer mejor equipo del mundo, según la FIFA. Pero como si estuviéramos viendo “Plan 9 del espacio exterior” de Ed Wood, la peor película de todos los tiempos, la primera parte de este encuentro fue un monumento al tedio, al desgano, a la desidia, a la incapacidad, como si estuvieran en un partido de beneficencia pro burka en los estadios.
 
Después de los tres primeros minutos en que Torres y Villa quisieron sorprender a Eduardo, los 22 jugadores se dedicaron a pasear en safari por la gramilla sudafricana, mirando la bola en su estado natural, en espera de que alguien se apiadara de ella y la mandara a descansar. Pero como si nada. Ella de aquí para allá, y los jugadores de allá para acá.
 
Cristiano Ronaldo miró hacia arriba en espera de que la Virgen de Fátima le contara el cuarto secreto, cómo jugar bien al fútbol y mandar al carajo a Casillas y toda su corte. Pero hubo mutis en el foro, mejor dicho, en el cielo. A decir verdad, tan aburrido estaba el cuento que, muy seguramente se fueron a ver los cuartos de final de Wimbledon, que estaba a punto de dar la más grande sorpresa de los últimos tiempos, la eliminación de Roger Federer.
 
Pero volvamos al partido que para fortuna del planeta fútbol, dejó atrás el primer tiempo y dio comienzo al segundo. ¿Será que le metemos pólvora como en carnavales a ver si se pellizcan? Joder, que el mismo cuento de la bella durmiente en espera del príncipe azul, cansa. Se anuncia cambio en España y la tribuna se prepara para aplaudir a Cesc, pero no, Del Bosque estrena a Llorente. Los técnicos de las graderías protestan. Ahora sí nos lleva la que nos trae.
 
Trece minutos del segundo tiempo y como Condorito, ¡plop! explota la modorra. Ramos centra y Llorente engarza. Sí, la tira para otro lado, pero vamos, al menos sabe para qué son los guayos. A los demás les da como vergüenza, y se prende el bombillo. Llorente sigue en su cuento, como cualquier novato, rompiéndose el alma, y le funciona. Mientras entretiene a los dos centrales, Iniesta le hace un pase al borde del área a Xavi, que de taquito se lo pone a Villa, se interpone Eduardo, la pelota queda bailando y el que es caballero insiste. Villa la mete.
 
Un largo suspiro de alivio se escucha por toda la península. El cuarto gol de Villa en este campeonato es un boleto a los octavos, tan esquivos hasta este momento y ahora es cuestión de administrar el partido, poner el balón en cuarentena y esperar por un espacio libre para el remate de la corrida. Pero Portugal salió de remos débiles, bajo de casta, ligero, pusilánime, y no embiste. Pitos en la tribuna.
 
Ramos, Iniesta, Villa, con el capote tratan de rematar lo que ya está muerto, pero Eduardo los priva del entierro. El partido languidece de a poquitos, mientras Cristiano Ronaldo, desesperado, intenta hacer algo, pero nadie lo acompaña, así que solo, dispara a ver si la suerte lo acompaña. Las vuvuzelas callan para que se escuche fuerte el abucheo. Desprecian al ídolo y el ídolo los desprecia a ellos. Divorcio a la vista. Termina el partido y Portugal se va de esta Copa Mundo apenas con la gloria de haber goleado a uno de los equipos más débiles del mundo.
 
España sale aplaudida, abrazan a Llorente y de paso a Del Bosque, que leyó el partido y logró colocar la carta que hacía falta para completar la veintiuna. Viejo zorro. Hoy le funcionaron las cosas, ¿pero en el próximo? Siguen las dudas con España.
 
– – –
Encuentro de octavos de final del Mundial de Sudáfrica 2010, disputado en el Green Point Stadium de Ciudad del Cabo, ante 62.955 espectadores.
 
España
 
Iker Casillas; Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso (Marchena, m.93+), Xavi, Iniesta, Villa (Pedro, m.88); y Fernando Torres (Llorente, m.58).
 
Portugal
 
Eduardo; Ricardo Costa, Carvalho, Bruno Alves, Fabio Coentrao; Pepe (Pedro Mendes, m.72), Tiago, Raúl Meireles; Simao (Liedson, m.72), Cristiano Ronaldo y Hugo Almeida (Danny, m.58).
 
Goles: Villa (m.63)
 
Árbitro: Héctor Baldassi (ARG). Expulsó a Ricardo Costa en el minuto 89 por un codazo a Capdevila. Amonestó a Xabi Alonso (74) por España, y a Tiago (80) por Portugal.

Riquelme o Maradona, ¿cual se irá a empelotar?

Estancias > Primera plana
Por: Marsares

1 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2010 19:37 COT

Sí, así como lo leen. Los amantes del fútbol están ante un dilema mayúsculo, Riquelme ha prometido desnudarse si su selección pasa a semifinales. Igual juramento ha hecho Maradona, aunque la exigencia es mayor, salir campeones. Riquelme lo hará frente a un hotel y Maradona al pie del obelisco de Buenos Aires.

Lo curioso del asunto es que el anuncio de la desnudez de Riquelme no le cae mal a Maradona. Por el contrario, según le ha dicho a la prensa, los alemanes están nerviosos con la posible desnudez de Riquelme, lo que favorece los intereses de Argentina, y aquí, en estas instancias, todo se vale.
 
Guerra de nervios, bueno en este caso de cueros, ha resucitado las estrategias non sanctas que en otros certámenes se han presentado, y como siempre Blatter ha dicho que lo permite mientras no se muestre en las pantallas de los estadios, influyendo en las decisiones de los árbitros. Löw lo aprobó. “Zancadillas sudamericanas”, le escucharon murmurar.
 
De todas formas, la complacencia de Maradona con el desnudo de Riquelme se volvió noticia bomba, pero el Diego no confirma si existe un acercamiento. Simplemente sonríe socarronamente cuando se le pregunta por Riquelme. ¿Pero está de acuerdo?, le pregunta un periodista. "Boludo, ¿y como querés que no esté de acuerdo? Mirale la pinta".
 
Y vistas bien las cosas, mejor dicho, sus cosas, realmente Riquelme merecía estar en la selección, pero a falta de… no tener las condiciones requeridas, se convirtió en hincha y todos los medios registran su entrega y la alegría que desborda cada que su selección avanza un paso más en este mundial.
 
Como el desnudo de Riquelme depende de un resultado y no del campeonato, parece más factible que se haga realidad, así que todos andan encomendándose al cielo para que la victoria de la selección de Riquelme los premie con semejante espectáculo, mostrando que por el fútbol se llora, se ríe, se pelea y también se empelota.
 
Lo curioso del cuento es que los hinchas de los equipos que participan en el mundial, por abrumadora mayoría, sin distingo de bandera, himno o camiseta, quieren que Riquelme cumpla su promesa. Apenas unos holandeses, dos de Ghana y uno de Uruguay que votó por Mujica, se oponen, lo mismo que la novia de Cristiano Ronaldo.
 
En un portal de Internet hicieron el mismo ejercicio y qué creen, hasta los que se imaginan que el soccer es una nueva consola de video, por mayoría abrumadora votaron por el desnudo de Riquelme. Porque Maradona empelota, dándole vueltas al obelisco, por Dios, menos mal que el mundial es cada cuatro años, protestó un hincha de Riquelme. Sinvergüenza, dijo una señora. Pobrecitas las niñas.
 
Nada que hacer. Maradona perdió este encuentro con Riquelme. Y después dicen que el fútbol no da revanchas, a falta de la justicia divina, que por estos días anda embolatada. Alístense pues, Riquelme se va a desnudar y todos los hombres de este planeta gritaremos de júbilo cuando empiece el strip tease, ahí frente al hotel Guaraní, en la Plaza de la democracia, un lugar emblemático de Asunción, porque Larissa, la bellísima Larissa Riquelme, musa de la albirroja y llamada "La novia del mundial", estará cumpliendo su promesa.
 
(Ahora no es que que Paraguay nos salga con un chorro de babas el sábado y devuelva a Larissa para la casa, vestida y alborotada)
 
Actualización julio 6 de 2010: Larissa cambió de camiseta y como perdió Paraguay ahora va por España, y si España pierde, suponemos que le apostará al que pierda en la final, para estar segura. Pero que se empelota, se empelota. 

Brasil, camino a la final, acabó con Chile

Estancias > Primera plana
Por: Marsares

1 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2010 10:38 COT

¡Que vaina con Chile! Puede decirse lo de siempre, que el deporte es así, que unos pierden y otros ganan, que esta vez le tocó a Chile, que después la amargura será para Brasil, que acuérdense del maracanazo, que el gigante tampoco la ha tenido fácil, lugares comunes, montañas de conmiseración que nada valen, porque Chile, el Chile de Bielsa, no se merece eso.

Empezando porque es un fútbol honesto, dirán por ahí que ingenuo, que muestra lo que tiene, pero así es Bielsa, así son los chilenos, incapaces de agazaparse en su patio en espera de que les den el golpe de gracia, como los araucanos, que se le plantaron al español hasta el último hombre, siempre frenteros, a veces suicidas, ¿pero cómo convencerlos de que con Brasil es a otro precio?
 
Y menos el Brasil de Dunga que está en otro planeta, casi que diríamos cibernético. Un ser mortífero como Alien, que lo que no sabe se lo inventa, todo lo copa, todo lo domina. Nada de florituras, aunque a veces desparramen por ahí algunas para delicia de todos, humanos al fin y al cabo, pero luego regresan al orden, la espera, el examen frío de la oportunidad que apenas vista, mueve todo el andamiaje, con una adición, los que lo practican desbordan talento.
 
También tienen a su favor la diversidad. No dependen de una sola manera de ganar. Cuando el adversario le copa el terreno para minarle la creatividad, Brasil busca alternativas como el balón aéreo. Así llegó el primero, de un tiro de esquina cobrado por Maicon. Lo marcó Juan -“el Mudo” como lo llaman sus compañeros- fantasma solitario que con un cabezazo preciso, abrió la Caja de Pandora.
 
Aquí viene el segundo problema de Chile. No hizo la pausa para recomponer las líneas y se lanzó al ataque como siempre, sin medir las consecuencias, descuidando la banda izquierda. La máquina brasileña no perdona. Robinho ve el territorio sin dueño y se lanza fulminante, Kaká lo acompaña por el medio, Robinho hace el centro, Kaká habilita a Luis Fabiano y sin ningún movimiento extra, preciso, sin mácula, el disparo fulmina a Bravo. Apenas tres minutos después del primero.
 
Chile había atacado durante 34 minutos, como un vendaval, buscando el primer gol que desequilibrara el partido, confiado en que la labor de filigrana de Bielsa, era suficiente, y lo intentó una y otra vez, pero Brasil, en apenas tres minutos, aprovechó dos descuidos para cambiar la historia del partido. Nadie marca a Juan, y llega el primero. Isla y Jara se descuidan por la izquierda, y por ahí se convierte el segundo. Parpadeos, pero Brasil, no los perdona. Mucha falta hicieron Gary Medel y Waldo Ponce, pero esto es llorar sobre la leche derramada.
 
Bielsa mueve sus fichas y entra a Valdivia, el “mago” como lo apodaron en Palmeiras, con talento para hacer pase-goles y al experimentado Rodrigo Tello en busca de salidas por la izquierda, mejorando el ataque con mayor profundidad, pero vuelta a lo mismo, a un “bis” inmenso. La “nada”, como en la “Historia sin fin”, se comió sus buenas intenciones, mientras Brasil, buscaba rematar el partido, con la frialdad del cirujano que con un escalpelo busca el mejor sitio para terminar con eficacia su tarea.
 
Ramires, una de las nuevas gacelas de Dunga, no sólo hábil con el manejo del balón sino ágil y rápido en su desplazamiento, cumple lo que se espera de él. Se descuelga con la velocidad que lo hizo Özil en el cuarto gol contra Inglaterra, sólo que Ramires lo hace por el centro, como una exhalación corre 35 metros para entregársela a Robinho que en un segundo la acomoda, y fusila a Claudio Bravo. Catorce minutos del segundo tiempo y se ve a Chile tan indefenso que incluso Brasil baja las revoluciones y comienza a pensar en el siguiente partido.
 
Pudieron ser más, porque Chile siguió en lo suyo, atacando con la porfía del que no quiere irse así, por la puerta de atrás, un equipo sincero con el fútbol, que merece el aplauso, con Suazo y Valdivia dejando la piel regada en el campo, como todos los demás. La frustración no es solo de ellos. En la región también se sintió, porque lo vivimos en la eliminatoria, sufrimos en carne propia sus ataques y admiramos sus virtudes; por eso su merecido segundo lugar. Esta vez no fue Chile, pero a todos nos dolió la goleada, por el fútbol, por el respeto que le tienen, y por su entrega.
 
Un abrazo para Chile y un quitarse el sombrero ante un Brasil que sigue cabalgando hacia el título. Buena Copa América, como alguien lo dijo, la que estamos jugando en Sudáfrica.
 
– – –
 
Partido por los octavos de final jugado en el estadio Ellis Park, de Johannesburgo, ante 54.049 espectadores.
 
Brasil
 
Julio César; Maicon, Lúcio, Juan, Michel Bastos; Gilberto Silva, Ramires, Daniel Alves; Kaká (m.81, Kleberson); Robinho y Luis Fabiano (m.76, Nilmar).
 
Chile
 
Claudio Bravo; Mauricio Isla (m.62, Rodrigo Millar), Pablo Contreras (m.46, Rodrigo Tello), Gonzalo Jara, Ismael Fuentes; Arturo Vidal, Carlos Carmona, Jean Beausejour; Alexis Sánchez, Humberto Suazo y Mark González (m.46: Jorge Valdivia).
 
Goles: 1-0, m.35: Juan. 2-0, m.38: Luis Fabiano. 3-0, m.59: Robinho.
 
Árbitro: Howard Webb, de Inglaterra. Amonestó a Kaká, Vidal, Fuentes, Ramires y Millar.

Paraguay entre los ocho mejores del mundo

Estancias > Primera plana
Por: Marsares

30 dAmerica/Bogota Junio dAmerica/Bogota 2010 0:03 COT

En una esquina céntrica de Bogotá, la 21 con séptima, sorprendió el partido a muchos transeúntes. Dos pantallas de TV dieron pretexto para una aglomeración que creció con los minutos lo mismo que la ansiedad, a ratos la impaciencia, incluso el malgenio, como si fuera una calle de Asunción.

Dientes apretados con los avances nipones, exclamaciones de frustración cuando los guaraníes fallaban y el grito con sabor a estadio que hizo parar los carros a chismosear cuando Komano erró el cuarto tiro, terminó con un festival de sonrisas y abrazos celebrando la clasificación de Paraguay.
 
Lo entretenido del partido estuvo en esa esquina. Adentro, en el café donde reposaban las pantallas, dos meseras servían indiferentes ante el alboroto masculino y el dueño miraba inquieto las mesas no tan ocupadas como hubiera deseado. La acción estaba en la acera, unos doscientos clientes, pero del partido.
 
Mientras por grandes pausas el fútbol se perdía en equivocaciones, carreras japonesas de relevos, pelotazos a las estrellas, mucha voluntad pero pocos resultados, los técnicos callejeros daban su versión de lo que estaban viendo y reemplazaban al Tata Martino en sus análisis de la cancha.
 
A Roque hay que sacarlo, como qué sacarlo, espere que prenda la chispa y verá, cuál chispa, ese ya está fundido, y Haedo cuándo lo van a meter, ese si arregla a los japoneses, a esos no los arregla nadie, como que no, si pudieron con los eslovacos, con esos postes cualquiera, en cambio éstos, estos qué, pues no ve cómo corren, igualito a Montoya en la Náscar, vueltas y vueltas, y nada. Risa general.
 
Muchos técnicos entre mensajeros, estudiantes, jubilados, oficinistas, desocupados, vendedores ambulantes… divirtiéndose, que en este partido significa rechinar de dientes, chistes sobre Endo, ganas de ponerle zancadilla a Tulio, y elogiar a Ortigoza que le ponía ganas al asunto, aunque la efectividad andaba perdida entre las buenas intenciones y las malas definiciones.
 
 
En eso se fue el primer tiempo marcado con el Uhhhhhhh, cuando Lucas Barrios, se deshace de cuatro ojos rasgados y solo, con todo el arco a lo ancho como bocado apetitoso con tereré incluido, termina indigestándose. Se comió el gol y de un solo bocado. No hay derecho.
 
En el descanso, la esquina se desocupó a medias, pero los desertores regresaron. Uno propuso hacer la ola, pero los demás dijeron que tampoco, que eso no daba ni para un charco, cómo así, no jodan, qué creen, que esos chinos son fáciles, cuáles chinos no ve que son japoneses, y qué, son igualitos, y vean cómo corren, mejor, más rápido se cansan y verá como los paraguayos los arreglan, arreglarlos? a los que van a arreglar es a otros, le apuesto a Japón, ¿Japón?, oigan a éste…
 
La algarabía se salió de madre cuando Claudio Morel decidió servirle en bandeja de plata el gol a Riveros, y claro, el arquero japonés -¿no dizque allá sólo jugaban béisbol?- dañando el caminado. Martino, congestionado, metió a Haedo para atormentar por las bandas y de encime, a Barreto, a ver si le arreglaba el desorden del medio campo.
 
Pero ni eso. Todo siguió lo mismo. Los de este lado tratando de llegar pero con mañita y los del otro lado, colándose como conejos en campo ajeno, dicho en mejores palabras, a estas alturas del partido "los hombres se han dividido en sombras y en airadas estrellas". Roa Bastos, ni más ni menos, acompañándonos en estos trajines.
 
¿Cómo va el partido? Al recién llegado le dan tres versiones distintas y un solo dato verdadero. Cero pollito, con alargue de 30 minutos incluido. Y eso que Haedo hizo de las suyas, pero el aguafiestas de Kawashima cerró la portería. Igual por los lados de Justo Villar con Okazaki, huérfano de todo mal y peligro.
 
Al término del alargue la acera se llenó hasta el frente, con el sufrimiento al que estamos acostumbrados con la selección nuestra. Pero al contrario del estadio, el silencio se apoderó de la calle. La lotería de los cobros desde el punto penalti comenzaba. Sólo el dueño del negocio rompió el pacto de los labios apretados y parado enfrente de las pantallas dijo, con aire de suficiencia, “Esto se lo ganan los japoneses”.
 
Barreto lo contradijo ahí mismo,convirtiendo el primero de los cinco goles de Paraguay aunque Endo dejó el cuento en tablas. 1 – 1 y en la acera sufriendo. Barrios Y Hasebe, en las mismas. Cobros precisos y la cuenta en 2-2. Riveros pasó al tablero y marcó el tercero guaraní. 3-2 y Diosito, que falle el japonés.
 
Como que escucharon allá arriba porque ahí fue Troya, mejor dicho, ahí fue Komano, que mandó la pelota a las nubes. 3-2 pero esto no se ha terminado. Haedo y Honda cumplieron. 4 -3 y todo el mundo pendiente de Óscar Cardozo. ¡Lo metió, lo metió, lo metió!, gritó el locutor y le hizo la segunda la tribuna callejera.
 
Una calle colombiana, como en muchos lados, festejó porque Paraguay tiene sabor a lo nuestro y no todos los días se está entre los ocho mejores. La burbuja del tiempo explotó y todo volvió a la normalidad, cada quien a cumplir con sus obligaciones con una diferencia, caras sonrientes porque otro más de la tierra y de lejos, el más esforzado, se había metido en la pelea. Cuatro sudamericanos de ocho finalistas. Waka waka, esto es América.
 
– – – 
 
Encuentro correspondiente a los octavos de final del Mundial de Sudáfrica 2010 disputado en el estadio Loftus Versfeld de Pretoria ante 36.742 espectadores.
 
Paraguay
 
Justo Villar; Bonet, Paulo Da Silva, Antolín Alcaraz, Claudio Morel; Néstor Ortigoza (Edgar Barreto, m.75), Enrique Vera, Cristian Riveros; Roque Santa Cruz (Cardozo, m.96), Edgar Benítez (Haedo Valdez, m.60) y Lucas Barrios.
 
Japón
 
Kawashima, Komano, Nakazawa, Marcus Tulio Tanaka, Nagamoto, Abe (Kengo Nakamura, m.82), Endo, Matsui (Okazaki, m.66), Hasebe, Okubo (Tamada, m.105) y Honda.
    
Tiros desde el punto penalti
: Edgar Barreto: gol (1-0); Endo: gol (1-1); Lucas Barrios: gol (2-1); Hasebe: gol (2-2); Cristián Riveros: gol (3-2); Komano: falla (3-2); Haedo Valdez: gol (4-2); Honda: gol (4-3); Cardozo: gol (5-3)
    
Árbitro: Frank De Bleeckere (BEL). Mostró tarjeta amarilla a Matsui (m.57), a Nagamoto (m.72), a Honda (m.90+) y a Endo (m.113)

Alemania despedazó a Inglaterra

Estancias > Primera plana
Por: Marsares

27 dAmerica/Bogota Junio dAmerica/Bogota 2010 23:56 COT

En el fútbol, como cualquier religión que se respete, la historia es fundamental. Cada que dos viejos adversarios se enfrentan, los recuerdos de sus alegrías y miserias vienen a cuento. No importa cuanto tiempo haya pasado, ellos lo llevan escrito en los genes, recuerdan cada instante, y saben que el fútbol es generoso en desquites.

Esta vez el recuerdo de alemanes e ingleses los lleva al Vaticano del fútbol, al mítico Wembley, y a un pecado que se cometió sin pudor en frente de todos en el Mundial de 1966. Un gol que no existió elevó a los altares a Inglaterra como dueña y señora de la Copa Jules Rimet por cuatro años, a expensas de Alemania. Hace 44 años y como en el bolero de Manzanero, parece que fue ayer.
 
Los hijos pagan los pecados de sus padres y hoy le tocó a los de Capello ver ante sus ojos que la justicia divina existe o por lo menos la miopía terrenal. Aquella vez el balón no profanó el arco pero igual el grito de gol llenó el estadio y se consumó el robo.
 
Hoy, en cambio, el balón pegó en el travesaño, entró en diagonal por lo menos un metro, pegó en el piso y orondo volvió a salir. El árbitro fue el único que no lo vio. Un gol inglés legítimo, al que se le negó la pila bautismal, permitió que Alemania siguiera en ventaja.
 
Si el partido hubiera terminado así, 2-1, el video lo habrían guardado los ingleses en una cápsula del tiempo destinado a las generaciones venideras para que vengaran la afrenta. Por fortuna, Alemania, a la que Inglaterra no le gana en mundiales desde ese 1966, no sólo ganó sino que goleó.
 
¿Este gol habría cambiado la historia del partido? Pensemos que sí para que la diversión no termine después de ver un partido estupendo, que tuvo de todo, buen fútbol, jugadas que reivindican el buen trato del balón, pifias, corrección, alegría, velocidad, sorpresa, y entrega de los dos equipos, uno mejor que el otro, pero ambos, como lo han hecho muchas veces, sacando lo mejor de sí.
 
Goles fantásticos, como el primero, minimalista, a un solo pase, una rasgadura vertical en el campo, saque larguísimo de Neuer que recoge Klose a unos cuantos metros de la portería inglesa y batallando hombro a hombro con Upson, cayendo, en el último esfuerzo, con el arquero encima, logra introducir el balón en la red.
 
Velocidad pura la de Özil, por la izquierda, corriendo como una exhalación todo el campo, dejando atrás a Barry y centrando a Müller para que anote el cuarto gol, o los dos anteriores, fabricados con pases precisos, rápidos, sorpresivos, para dar con la puntada final. Podolski y el propio Müller, esta vez no fallaron.
 
Pero igual la remontada de Inglaterra que no bajó los brazos cuando tenía dos goles en contra y con juego aéreo, el propio Upson se reivindicó, anotando un hermoso gol de cabeza, levantándose entre los alemanes, y el segundo, materia de la polémica. Unos pocos minutos en los que Alemania, por única vez en el partido se le vio desconcertada.
 
Alemania ya no es la de antes, se ha dicho. Ahora es más letal. No depende de la velocidad, la corpulencia de sus delanteros y sus cañonazos que derriban murallas. Hoy su repertorio se ha enriquecido y lo mostró con suficiencia en este partido. La nueva camada, mezcla de muchas sangres le han aportado el toque exquisito de la variedad de recursos.
 
Hoy Alemania desequilibra con su técnica. Juega en espacios cortos, triangula, gambetea, esconde la pelota, juega al gato y al ratón, hace pases pero no son inoficiosos, conforman un avance, una penetración, un despeje de peligro, una jugada elaborada, la fabricación del andamiaje para la puntada final.
 
Candidata al título, sin duda, con un fútbol práctico pero variado, con técnica, sorpresa y por supuesto, sin olvidar la fortaleza física, como la exhibida por Klose en el primer gol. Alemania, a estas alturas, encabeza las apuestas y no es de extrañar que llegue a disputar la final con Brasil, si consigue superar primero a Argentina el dos de julio y se deshaga de España o Portugal en la siguiente fecha.
 
Tiene con qué y por lo visto hasta ahora, sus posibles rivales no tienen sus fortalezas.
 
– – –
 
Partido de octavos de final disputado en el estadio Free State de Bloemfontain. 40.911 espectadores.
 
Alemania
 
Manuel Neuer; Philipp Lahm, Arne Friedrich, Per Mertescker, Jerome Boateng; Sami Khedira, Bastian Schweinsteiger, Thomas Müller (Piotr Trochowski, m.72); Mesut Ozil (Stefan Kiessling, m.83; Lukas Podolski, Miroslav Klose (Mario Gómez, m.72).
 
Inglaterra
 
David James; Glenn Johnson, Matt Upson, John Terry, Ashley Cole; James Milner (Joe Cole, m.63), Steven Gerrard, Frank Lampard, Gareth Barry; Wayne Rooney y Jermain Defoe (Emile Heskey, m.72).
 
Goles: Klose (m.20); Podolski (m.32); Upson (m.37); Müller (m.67); Müller (m.70).
 
Árbitro: Jorge Larrionda (Uruguay). Tarjetas amarillas a Friedrich, por Alemania, y a Johnson por Inglaterra.

Ghana se la hizo de nuevo a Estados Unidos

Estancias > Primera plana
Por: Marsares

27 dAmerica/Bogota Junio dAmerica/Bogota 2010 19:28 COT

A la selección de fútbol de Ghana le dicen “The Black Stars” como grupo de rock setentero, nombre curioso pues implica que sólo puede brillar en un cielo blanco. ¿Será por eso que se la tienen montada a los gringos? Con los demás sufren a destajo, pero a éstos se los gozan. Un delicatessen.

Ghana, de todas maneras es un cuento en el campo de juego. A diferencia de los europeos que en este mundial miden los metros que deben transitar, los ghaneses se corren todo el campo, no importa si llevan el balón o no, simplemente corren. Tal vez creen que entre más lo hagan, en una de esas, cuando el balón los alcance, puede que lo metan.
 
Los gringos de Donovan también corren, lo llevan en los genes, quizás por eso se inventaron el béisbol donde las carreras dan victorias. Lo malo es que en el fútbol no necesariamente es así, o por lo menos en el de ahora, en el que basta colocar la pelota en el lugar correcto para que otro la empuje, claro, si lo dejan.
 
Pero Ghana sorprendió yéndose arriba en el marcador, apenas a los 7 minutos de juego. No sólo por el gol en sí que marcó Prince Boateng, después de un carrerón desde medio campo, eludiendo a su marcador y convirtiendo a Tim Howard en un espectador de primera fila, que solo la vio pasar.
 
Lo que festejaron los ghaneses con una mini rumba a un lado de la raya, fue que además esta anotación había sido de verdad, mejor dicho, como deben ser las anotaciones, corriendo, eludiendo, sudándola y no de penalti. Toda una hazaña.
 
Desde noviembre de 2009 en que empataron con penaltis ante Malí 2 -2 en las eliminatorias para el Mundial de Sudáfrica, la sequía había sido mayúscula, hasta el punto que los nuevos goles conseguidos sólo los marcaron en Sudáfrica (contra Australia y Serbia) y también desde los nueve pasos.
 
Pero bueno, esta es una anécdota, como la del autor que fue el mismo que sacó a Ballack del mundial después de entrenar en su tobillo a punta de taches, el mismo que tiene un hermano en la selección alemana (Jerome), y también el mismo que renunció a su nacionalidad alemana (por su madre) y se fue a Ghana a estrenar país, el de su padre. Un culebrón.
 
De ahí en adelante los estadounidenses se fueron con todo al ataque. Claro que no pasaron del medio campo y por mucho rato, como se está volviendo costumbre en esta cita sudafricana, bailaron tango con los adversarios. De aquí para allá, de allá para acá, en parejas, frente con frente, pecho con pecho, pelota con pelota. ¿Y la tribuna? Feliz con las vuvuzelas.
 
Como en toda fiesta, a veces se volaban los invitados. En el minuto 35 Robbe Finley fue a visitar a Kigston, el portero ghanés, y dos minutos después lo hizo Kwadwo Asamoah, con Howard. Con susto y todo los arqueros agradecieron este momento de diversión, un condimento para la sopa desabrida del primer tiempo.
 
En el segundo tiempo los estadounidenses salieron como en la Indy Car, a correr sin parar. Dos minutos apenas y Feilhaber casi empata, pero los casis no valen y Kigston pudo respirar tranquilo. Donovan siguió corriendo, y sus compañeros igual, tratando de colarse por entre el bosque de piernas, pisando el área, vencer o caer, y efectivamente cayó Clint Dempsey empujado por Jonathan Mensah. Penalti y el de siempre, Donovan, convirtió.
 
Complicada la cosa, sobre todo para los africanos que vieron a los de Donovan decididos a vengar la afrenta de 2006 y si hemos de ser justos, tanto esfuerzo debió recibir su premio, pero ya se sabe cómo es el fútbol, ingrato como pocos, y todos los intentos, incluyendo los de Jozy Altidore, terminaron en nada.
 
Masajes, calambres y el susto de treinta minutos de prórroga. El que no hace los goles los ve hacer, dice un axioma del fútbol y aquí se cumplió. Tres minutos apenas y Asamoah Gyan se metió entre los centrales de Estados Unidos (a lo Klose), un zurdazo y Howard vio en un instante, cuando el balón le pasó por entre las manos, lo que pasaría al día siguiente. Un aeropuerto, muchas maletas y compra de souvenirs antes de tomar el avión. La magia del fútbol.
 
A las Estrellas negras las espera Uruguay. Si la lógica se impone, el dos de julio se irán felices a casa. Le cumplieron a África. Claro que nunca se sabe.
 
– – –
 
Segundo partido de octavos de final, disputado en el estadio Royal Bafokeng de Rustenburgo ante unos 30.000 espectadores.
 
Estados Unidos
 
Tim Howard; Jonathan Bornstein, Carlos Bocanegra, Jay DeMerit, Steve Cherundolo; Clint Dempsey, Michael Bradley, Ricardo Clark (Maurice Edu, m.31), Landon Donovan; Jozy Altidore (Herculez Gomez, m.91), Robbie Findley (Benny Feilhaber, m.46).

Ghana

 
Richard Kingson; John Pantsil, Jonathan Mensah, John Mensah, Hans Sarpei (Lee Addy, m.73); Anthony Annan, Samuel Inkoom (Sulley Muntari, m.113), Kevin-Prince Boateng (Stephen Appiah, m.78), Andre Ayew; Kwadwo Asamoah, Asamoah Gyan.

Goles: Prince Boateng (m.5) Donovan, de penalti (m.62). Gyan dentro de los 30 minutos de prórroga (m.3).

Árbitro: Viktor Kassai (Hungría). Tarjetas amarillas a Clark, Cherundolo y Bocanegra, por Estados Unidos, y a Jonathan y Ayew, por Ghana.

Un Uruguay masoquista eliminó a Corea del Sur

Estancias > Primera plana
Por: Marsares

26 dAmerica/Bogota Junio dAmerica/Bogota 2010 23:43 COT

Uruguay, como en la eliminatoria a este Mundial de Sudáfrica, gana sufriendo. Es un equipo extraño al que le encanta flagelarse. Pareciera que si las victorias no cuestan sangre no son dignas del fútbol que ha encontrado como fuente de inspiración las dificultades extremas. Si a esa nos vamos, Colombia le juega a lo mismo, con la diferencia que ellos están allá, en Sudáfrica y nosotros, acá, viéndolos por TV.

Corea del Sur es un buen equipo, algo ingenuo. Algunos dirán que le falta jerarquía, palabra que suena a algo especial, inalcanzable, que sólo poseen los grandes. Pero dejando el esoterismo a un lado, lo que pasa es que los chicos son cándidos y creen que el cielo se alcanza corriendo maratones, o son frustrados y lo miran como inalcanzable.
 
Cuando se sale a la cancha no son las ganas sino el convencimiento de que la victoria no es una opción sino una obligación lo que marca la diferencia. Eso lo tienen los grandes que no lo aprendieron por correspondencia sino a punta de fracasos y triunfos, aunque a veces se les olvida. Corea del Sur aún le falta mucho para palparlo, aunque es loable su entusiasmo. Uruguay, en cambio, se lo sabe de memoria porque viven recordándoselo los vecinos a cada rato.
 
Uruguay hace mucho dejó de ser un grande, pero los dos campeonatos mundiales que obtuvo hace miles de años le implantaron un chip de que tiene la obligación de portarse como tal, pese a que pocas veces le salen las cosas bien en los mundiales. Hace 60 años ganó su última Copa y hace 40 que no pasaba a cuartos de final. Mejor dicho, historia patria con derecho a naftalina.
 
En este partido dio la impresión de creerse “sobrado”. Digámoslo de otra manera. Tan seguro de sí mismo como para desperdiciar pólvora en gallinazos. Metió el gol a los 7 minutos gracias a un pase de profundidad que Edinson Cavani le hizo a Forlán que remató cruzado a la portería, pero pasó de largo y cayó en los pies de Luis Suárez a quien solo le bastó un empujón para dar comienzo al funeral de Corea.
 
Réquiem in pace, Con los cirios prendidos y los responsos en la tribuna, los charrúas se fueron a descansar a sus predios. Error grave. No había difunto sino un montón de coreanos dispuestos a acabar con el que se les atravesara en el camino. Juntos, disciplinados, el campo uruguayo se vio invadido por estos peninsulares que iban por el todo.
 
Ahí comenzaron los problemas para la celeste. Con esta multiplicación de adversarios apareciendo por doquier, el desastre comenzó a cuajar. Incapaces de pensar, coordinar, o siquiera sumar dos más dos, apenas atinaban a rechazar y rezar para que no se metiera.
 
Pero se metió. Victorino despeja mal y Muslera le hace la segunda para que Lee Chung Yong, de cabeza, confirme que no sólo están vivos sino que el muerto puede ser otro. Minuto 67 y como por arte de magia, los uruguayos despiertan del letargo y salen de su madriguera. No es bueno hibernar cuando hay peligro de que la avalancha acabe con todo.
 
En solo dos minutos demuestran que tienen mucho para mostrar. Cinco llegadas al arco coreano lo confirman y trece minutos después, Suárez anota el segundo gol con un disparo que hace una curva al lado izquierdo del arquero, pega en el palo y se introduce. Un golazo, con mayúsculas, de esos que no abundan en esta Copa.
 
Apenas culmina la celebración se rebobina la película. Uruguay de nuevo se refugia atrás y Corea regresa a las andadas. El asedio hace temer por un nuevo empate, mientras el reloj corre tan despacio como los propios jugadores de la celeste. Los coreanos hacen su mejor esfuerzo y Uruguay aprieta los dientes en espera del pitazo final… 
 
Qué sufrimiento, por Dios. Ahora esperan las Estrellas negras, incansables como estos coreanos, pero con ventaja, son los hijos adoptivos de Sudáfrica. ¿Volverá el purgatorio?
 
– – –
 
Primer partido de los octavos de final jugado en el Estadio Nelson Mandela Bay, de Port Elizabeth.
 
Uruguay
 
Fernando Muslera; Maximiliano Pereira, Diego Godín (m.46 Muricio Victorino), Diego Lugano, Jorge Fucile; Diego Pérez, Egidio Arévalo Ríos, Álvaro Pereira (m.73 Nicolás Lodeiro), Edinson Cavani, Diego Forlán y Luis Suárez (m.83 Álvaro Fernández). 
Director técnico: Oscar Washington Tabárez.
 
Corea del Sur
 
Jung Sung-Ryong; Cha Du-Ri, Cho Yong-Hyung, Lee Jung-Soo, Lee Young-Pyo; Lee Chung-Yong, Ki Sung-Yueng (m.84 Kim Dong Jin), Kim Jae Sung (m.60 Lee Dong Gook), Park Ji-Sung; Park Chu-Young y Yeom Ki-Hun. 
Director técnico: Huh Jung-Moo.
 
Goles: Luis Suárez (m.7); Lee Chung Yong (m.67); Luis Suárez (m.80).
 
Árbitro: Wolfang Stark (ALE) que mostró tarjetas amarillas a los coreanos Kim Jung Woo, Cha Du Ri y Cho Yong Hyung.

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