Tal vez James Bond no sea un personaje cómic pero hay que decir que, antes de convertirse en leyenda del cine, sabrán que era un personaje de la literatura y de las tiras cómicas dominicales, pero bueno, el éxito fue tan arrollador y fulminante que en poco tiempo el cine desplazó a los otros medios y hoy en día todos ven en este agente secreto un icono cinematográfico.
Bueno, para darle materile a este año de columnas he decidido hacer una revisión a James Bond desde ese toque particularmente subjetivo que me caracteriza, y espero que tenga continuidad por parte de algún otro lector que, al igual que yo, reconozca en este personaje de ficción al tipo que en carne y hueso quisiéramos ser (bueno, menos a Daniel Craig, pero ya ahondaré en eso), por ahora….
LA REVISIÓN A JAMES BOND (primera parte)
Antes que nada resulta necesario definir la trascendencia del espía inglés en el imaginario cultural masculino. Bond es algo así como la encarnación de los deseos de todo hombre, es el aventurero a la vez que el caballero, el tramposo a la vez que el justo, el asesino a la vez que el sofisticado, el astuto a la vez que el arriesgado. En resumen, James Bond viene a materializar lo que ningún hombre llegará a ser, en ello radica la magia de este imperecedero héroe.
Más allá del atractivo de acción que los filmes ofrecen, encontramos una serie de elementos constantes que hacen posible la sustentación del sueño inalcanzable:
- Bellísimas mujeres a su disposición
- Autos con tecnología inimaginable
- Lugares de lujo y confort por todo el mundo
- Dinero ilimitado
- Casinos donde SIEMPRE gana
- Trucos secretos para vencer cualquier peligro
- Y lo más importante, estar vacunado contra ese virus nocivo llamado amor
Esto último hay que analizarlo con cuidado, pues si uno desmenuza la saga Bond se dará cuenta de que las veces en que han tratado de mostrar un Bond romántico el resultado ha sido nefasto. Es más, tres actores en tres películas se han quemado por tal desacierto: George Lazenby (Al servicio secreto de su majestad), Timothy Dalton (Su nombre es peligro) y, aunque me cuelguen las fans, Daniel Craig (Casino Royale).
¿Por qué han fracasado estos Bonds? Bueno, en su momento profundizaré en cada uno de ellos, por ahora solo diré que el toque romanticón, meloso y cursi de los enamoramientos no encajará jamás en una historia donde el protagonista es un número. Ser el 007 no es sinónimo de ternura ni de besitos a la luz de la luna, es el código de un asesino con una misión que hay que cumplir por encima cualquier sentimentalismo.
Cuando Ian Fleming concibió a Bond tenía en mente a un ser carente de emociones, ególatra y despiadado, de ahí que no sorprende leer en alguno de sus libros como Bond antepone servirse una opípara comida al rescate de una chica en peligro de muerte. James fue entrenado para matar, para seducir por conveniencia y usar el sexo como arma para alcanzar sus objetivos: si las chicas a su lado no aguantaban el tren de la situación, pues qué pena por ellas.
Ahora, siguiendo este hilo conductor, es obligación presentar al Bond más cercano a la idea original, el que dejó la más honda huella, no solo por haber sido el primero sino porque honestamente dejó marcadas todas las pautas a seguir:
SEAN CONNERY
Curioso que de entrada sea un actor escocés quien haya asimilado mejor los caracteres de un espía inglés, pero así es la vida. Connery dejó muy claro con su estilo que Bond era un tipo sin escrúpulos, un hábil y descarado manipulador que sabía siempre donde estaba parado. Como dato adicional, es el único Bond fumador, luego de Connery a los productores les entró el miedo de promover el tabaquismo en los jóvenes asistentes y comenzaron a tachar paulatinamente su hábito tan marcado en los libros.
Como queda dicho pues, la saga de Connery nos presenta las películas mejor adaptadas a los libros originales, sobre todo las primeras: Doctor No, Desde Rusia con amor, Goldfinger, Thunderball y Sólo se vive dos veces. Luego vendría aquella regular adaptación de Los diamantes son eternos y la película alterna a la serie Nunca digas nunca jamás, que no es más que una readaptación de Thunderball.
Sería difícil elegir entre las primeras películas de Bond cual fue la mejor, queda entonces pues resaltar lo importantes que fueron cada una de ellas para fortalecer el mito de este héroe despiadado:
En Doctor No tenemos al hábil triunfador de casino que se queda no solo con la plata sino con la dueña de la misma. Es el Bond que viaja a lugares paradisíacos, que se las pilla todas y le madruga a cuanto asesino o asesina se le aparecen. De igual manera, es el Bond que no perdona vieja buena y que se despacha al maloso de turno con la frialdad que acredita su número.
En Desde Rusia con amor nos queda claro que a James el amor le importa un pito, es el Bond interesado que le sigue la cuerda a la vieja hasta que obtiene lo que quiere. Aquí aparece por primera vez el infaltable “Q” con sus trucos y se define al villanazo Blofeld, líder de ESPECTRO, la organización criminal que le dará a Bond dolores de cabeza durante buena parte de su saga. En este film se respira el ambiente original en el que el personaje fue concebido: la guerra fría.


Goldfinger muestra al Bond sofisticado que cachetea al villano en naipes y golf, es el Bond con el carrazo que hace de todo y por vez primera aparece la femme fatale, una tipa de armas tomar que se le iguala, amén del villano megalómano infaltable en toda película del 007 que se respete, con su monstruoso guardaespaldas de turno que resiste el uso y el abuso. Y cómo olvidar al carro “Bond” por antonomasia, el exquisito Aston Martín DB5 (a propósito, para mí ese es el automóvil por definición, lo demás son chatarras con ruedas).
Con Thunderball tenemos un Bond de mayor acción, metido de lleno en una crisis mundial y cargado ahora hasta las pelotas de cuanto recurso técnico y futurista se pudiera incorporar. No faltan las damas y se define la tonta de turno que no hace sino meterse en líos.
Sólo se vive dos veces es algo así como el cara a cara definitivo con Blofeld y su organización, es casi de locura hasta dónde debe llegar Bond y lo que aprende para dar la talla del villano, es como el Bond definitivo, el espía perfecto. Aquí la película se desprende un poco más del libro y tenemos un final feliz, en la versión original Bond se pierde como un año en el Japón con amnesia y confusión de identidad.
Da pena pero toca hablar de Los diamantes son eternos, de guión bastante regular, Connery no pudo salvar la situación ante los fallos argumentales, se venía tropezando desde el fracaso de Al servicio secreto de su majestad con el fatídico reemplazo de George Lazenby y al pedirle casi de rodillas a Connery para que volviera a ponerse el smoking nadie reparó en lo alejado que se muestra el guión que solo le debe al libro el título.
Por último está Nunca digas nunca jamás, la extraña idea de traer a Connery diez años después y ponerlo en una readaptación más moderna de Thunderball, que por cuestión de derechos se hizo independiente y por ende lo único que no incluye es la música original. Contra todo pronóstico la película pegó y caló, fue la despedida y emparejamiento con Roger Moore (ambos hicieron 7 películas de Bond).
Y bien, dejo hasta aquí esta primera parte donde ya James Bond alcanza su perfil completo, el personaje como tal está maduro y lo que sigue es la continuidad, que aunque parezca más fácil ha resultado bastante difícil y hasta vergonzante en algunos casos.