Pequeño test complementario al que lancé hace rato acerca de las series de TV ochentudas.

Diosenel Ramírez, mejor conocido como el dios del despecho, es una persona de contextura robusta y estatura pequeña, siempre tiene el pelo peinado hacia atrás con gel y la barba perfectamente rasurada. Usa camisa y siempre carga un bolso con CD suyos para regalar.

Es común ver en los municipios los espacios de esparcimiento denominados cantinas. Sus nombres pueden ser variados: fuentes de soda, heladerías, tabernas e incluso bares. Sin embargo, todos estos establecimientos públicos cuentan con características especiales que permiten agruparlos dentro de unos mismos patrones. Entre ellos, y tal vez como los principales factores, están la música y el alcohol.

Me he tomado el trabajo de recopilar algunas frases que, si se descontextualizan de las tramas de los cómics, serían increíblemente absurdas.

Este amable trozo de mi vida universitaria justifica por qué este Doctor argumenta con aparente arrogancia que SABE DE BUEN CINE.

Luego de la grata acogida de esta trivia ochentera es justo y necesario dar las respuestas y agradecer al cielo que no soy el único que alberga tanto dato inútil en la cabeza:

Una trivia sobre aquellas series de dibujos animados que en los ochenta hicieron las delicias del suscrito… quizás esta absorción televisiva hiciera de mi mente el cúmulo de datos inútiles que es hoy en día.

Foto: Melisa Llano

Los tiempos han cambiado y con ellos las ocupaciones de los habitantes que hoy se debaten entre el pueblo y la ciudad que es Rionegro. Aquel ambiente provinciano donde el medio principal de subsistencia eran los talleres del calzado, fue remplazado por los trabajos que ofrecen los emporios empresariales que se han asentado en los predios de la Ciudad Santiago de Arma.

• Parte 1: Introducción / Historia de un oficio en extinción
• Parte 2: Alma de cuero
• Parte 3: Heridas de huellas borradas

Para los rionegreros, la llegada del zapato fue “una bendición de Dios”, como lo cuenta Maria del Carmen Arias, una residente del municipio que vivió esa transición entre tener sus pies llenos de ampollas por el suelo y las carreteras destapadas por las que debía transitar, y tener sus pies llenos de ampollas por la falta de costumbre de usar unos zapatos.

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• Parte 2: Alma de cuero