Brevísima reflexión en Siete Palabras
Homo UrbanisPor Sentido Común
domingo 12 de abril de 2009 15:14 COT
Especial beato de Semana Santa
Acostumbrados a eventos cíclicos como el desbordamiento anual del río Magdalena y sus eternos damnificados, o los abominables negociados con el patrimonio nacional y sus malosos beneficiarios, los colombianos sobrevivientes llegamos una y otra vez a la famosa Semana Santa, período del año cada vez más vacacional que vocacional; comen opíparamente el Jueves Santo quienes aún pueden; llueve casi por norma el Viernes Santo, cuando la costumbre manda pescado, ya sea éste tilapia, bagre, sardina en lata, pescado salado (ahora “genérico”, de dudoso origen y a lo mejor transgénico), mero en salsa, trucha arco-iris al ajillo, viudo de capaz, mojarra a la criolla o los cada vez más comunes y bienaventurados sushis y makis (no cuentan los vegetarianos); el trancón y los accidentes por alcoholemia, velocidad, sobrecupo, descuido, o todas las anteriores, son endémicos la víspera, durante y en la pascua; la música clásica de entierro ha sido progresivamente desplazada, primero por los clásicos épico-religiosos del séptimo arte, verbi gracia “Los 12 mandamientos”, “Quo Vadis”, “Jesús, el nazareno”, “Espartaco” o la moderna “Jesus Christ Superstar”, y recientemente por cantos profanos en ritmo de champeta y reguetón; una vieja y lúgubre costumbre como era que las iglesias cubrieran sus imágenes con unas brillantosas sábanas lilas para descubrirlas en los días santos, cuando la gente debía irse de tour a un mínimo de no recuerdo cuantas iglesias, romería que le daba a las ciudades una apocalíptica imagen, que en Bogotá comenzó a ser profanada por Fanny Mickey, desde su primer Festival de Teatro. Desde entonces los bogotanos cambiamos la fingida pesadumbre por la alegría y el divertimento; pero tal vez el momento culmen de la Semana Mayor, su éxtasis, es “el sermón de las siete palabras”, verdadera "vaciada" que desde su púlpito, y con la complicidad de la radio y la tv, se jalan los jerarcas pluma blanca de la Iglesia, quienes caen sobre los fieles como paracaidistas, denunciando un malestar social que ellos parecieran desconocer el resto del año, o lo que es peor, patrocinar.
Eludiendo la cascada catequizadora de obispos, arzobispos y cardenales, como la del propio Benedicto, usurpo su sacro púlpito para dar mi versión colombianizada y muy personal del sermón de las siete palabras. Paciente esperaré la excomunión. Amén.