Tiempo de cambiar
Crónicas Utópicas > EstanciasPor Daniel Ramos
viernes 2 de octubre de 2009 11:17 COT
Mis disculpas a los lectores pues esta crónica utópica llega un poco tarde porque el emilio con el reportaje solo llegó hasta ahora. Esta es la hora en que no sabemos si fue la censura cubana o sencillamente los problemas de conexión en la Isla. La idea era hacer un cubrimiento del concierto de Paz sin fronteras en tiempo real, pero no lo conseguimos sino hasta ahora, en fin.
Lo primero es destacar la revolución que causó Juanes en La Habana, convocando a más de un millón de personas para el concierto financiado principalmente por él (ya lo han señalado millones de personas pero no vamos a ser la excepción acere). Las imágenes del concierto superan también a las que captamos cuando Bachelet anunció el fin del embargo a Cuba.
No soy muy aficionado a la música de Juanes, pero este acto recibe toda mi admiración y respeto. Como también admiro su valor y autoconfianza para cantar La camisa negra en La Habana, que es como irse uno de bogotano a bailar salsa en Juanchito.
Yo me preguntaba que cómo habrían hecho para seleccionar a los músicos cubanos que se presentaron, con toda la oferta musical que tiene Cuba. Pues de la misma manera en la que uno como bogotano se lanza a bailar salsa en Juanchito: por ignorancia, es decir, uno sabe que allá bailan salsa pero no tiene ni idea de cómo. Por supuesto, la elección de los Van Van y Orishas fue fabulosa, lástima que les dieron tan poco tiempo y nos dejaron a todos iniciados.
Cuando Juanes contó que después del concierto se había ido a un bar y había escuchado a unos músicos buenísimos, “creo que se llaman la Charanga Habanera”, pues comprendí que él no tenía ni idea de en dónde se había metido. Igual que me pasó a mí cuando empecé a bailar salsa en Juanchito, a diferencia de que los cubanos estaban agradecidos con él y no le preguntaron que “ajá, ¿ese bailadito insípido qué es? ¿ajá, y el ají de esa baladita?”, como hicieron conmigo o como todavía lo hacen aquí en Amsterdam (y eso que he aprendido a dar un par de vueltas).
El reportaje audiovisual de Yoani Sánchez es muy diciente al respecto. Miren ustedes el bailado de los cubanos cuando Juanes toca La camisa negra y cómo cambia cuando empiezan a tocar los Orishas:
Sobra decirlo, como ver bailando a un bogotano al lado de un caleño o costeño. Juanes grabó un video del momento mágico en que la gente empezó a tararear en masa una canción después del concierto:
Eran como los tambores de guerra, el anuncio de lo que se venía esa noche; ni más ni menos que el éxito que tiene reinando a David Calzado en toda Cuba:
El canto de los cubanos después del concierto terminó siendo entonces contrarrevolucionario, pues marcaba esa diferenciación que hacen los cubanos entre ellos y los que viven en Miami: Tú llorando en Miami y yo gozando en La Habana, que al final fue también la canción que recomendó Juanes del after party.
Pero este desconocimiento no es culpa en absoluto de Juanes, sino de ese embargo absurdo que nos tiene aislados con los cubanos, vaya a saber uno cuánto se demora en llegar tremenda canción a las emisoras en Miami. Por eso aquí difiero del análisis de Marsares. Como también difiero con Obama, quien afirmó que “la diplomacia cultural puede ser benéfica hasta cierto punto”. Por favor, ¿llamar diplomacia cultural al intercambio cultural entre latinoamericanos, al disfrute de nuestros músicos? Fueron los medios latinos los que cubrieron el análisis de todo lo sucedido con el concierto; los estadounidenses y los europeos apenas hicieron eco del mismo (y cuando lo hicieron fue para resaltar su dimensión política).
El embargo es una vergüenza para nosotros los latinos. Si Cuba fuera un actor estratégico comercial, como digamos China, ya estaría hasta Google haciendo un motor de búsqueda que satisfaciera al régimen castrista. Pero la historia es otra. Fue eso lo que más me gustó del concierto de Juanes (claro, junto a los Van Van y Orishas), esa suspensión temporal del embargo, ese acto de solidaridad con los cubanos que no han sido capaces de tener nuestros dirigentes (salvo Hugo probablemente): es tiempo de cambiar. Por ello, muchas gracias Juanes. Y qué pelotas: cuando vuelva a Juanchito, volveré a bailar con mi estilito bogotano reloaded, ya verán.
viernes 2 de octubre de 2009, 20:08 COT
Hola Daniel!!
un escrito de todo mi gusto a ritmo de buena música, Me identifico contigo mientras tarareo la canción: “Cuentame, como te ha ido….” Genial.
Besitos amistosos!
P.D.: Vale por tu desatraso con el tema, un poco tarde pero vale.
sbado 3 de octubre de 2009, 14:31 COT
Hola Dani,
Como puedes ver en el segundo video, si la Charanga toca tiembla en toda la isla. Dos semanas antes se presentaron ante 300.000 personas, fue la locura, te imaginas ante un millón? Con ese coro además le niegan el retorno a Juanes a Miami: tu llorando en Miami y yo gozando en La Habana. Dos poderosas razones para no presentarlos no te parece? Y tú cuando vuelves a Cuba? Por aquí se te extraña.
Un beso,
Nore
sbado 3 de octubre de 2009, 16:43 COT
Al principio no sabía si hablabas de admirable la obra de Juanes por solidario o por osado, pero al final lo dejas muy claro. ¿Qué puedo decir? No has podido decirlo mejor, si alguien me pregunta al respecto del concierto los remitiré a este artículo, es justo lo que yo pienso, lo que quiero decir, no más no menos.
Y la ignorancia de Juanes no me asombra, finalmente su fuerte no es la salsa sino la guasca. Ayer estuve en el concierto de Los Van Van y había muchos ahí que escasamente los habían oído nombrar y pensaban que Niche era más importante tanto en música, como trayectoria y reconocimiento internal.
Diplococobesos
domingo 4 de octubre de 2009, 08:06 COT
@Paula, gracias por tu comprensión. Y eso que aún estoy esperando otro par de reportes desde La Habana…
@Nore: qué alegría leerte de nuevo. Como bien dices, esa es la demostracíon de lo politizado que estuvo el concierto en lo musical. No era para cantar “El unicornio azul se me perdío” sino “el número uno se me perdió”. Porfa dile a potro salvaje que le tengo una sorpresita. Besos y abrazos para ti también y trataré de ir de nuevo en el 2010. Te escribo ahora a tu nuevo correo.
@Bailarina: creo que me estás debiendo un video, ¿verdad? Sumas otra anécdota a la historia de la infamia. Cuando NG La Banda y sus metales del terror se presentó por allá en los noventa del siglo pasado la silbaron en plena Feria de Cali. Creo que fueron los barranquilleros los que repararon el error y les dieron un Congo de Oro. En mi período musical más oscuro escuchaba a Richard Clayderman, qué iba a imaginarme que Philip Glass existía. Es el mito de la caverna versión musical. Y aquí Juanes tiene otro punto: los supo apreciar cuando los escuchó. Tiene buen oído el hombre.
Besos de coquito para ti
domingo 1 de noviembre de 2009, 12:14 COT
Qué vergüenza. Apenas lo leo hoy. Me gustó mucho el análisis.
jueves 4 de febrero de 2010, 14:43 COT
Hola. Estoy leyendo los comentarios, y es la primera vez que veo a alguien que se llama igual que yo. Para colmo usa el mismo apodo, “Nore”.
Nore, por favor escríbeme. búscame por Twitter @norenid o por Facebook, o en mi blog http://www.hablamedemusica.com.
Un saludo.