¿Quién es el que en serio alimenta a las FARC?
Estancias > Seguridad democráticaPor Julián Rosero Navarrete
jueves 23 de octubre de 2008 1:15 COT
Cierto día, pasando canales, vi una intervención de la ex canciller Carolina Barco aseverando que Colombia era la “democracia más estable de América Latina”, argumentando la secuencia estable de los procesos electorales, y el par de dictablandas que inmediatamente fueron derrocadas por los partidos tradicionales.
No obstante, pese a su porte y su presentación personal, la ex canciller hizo alarde de su más fina ignorancia al tratar de resumir de esta manera el proceso democrático y la historia política de Colombia. Pese a que no existieron dictaduras al estilo argentino, chileno y brasileño, ni tampoco fuertes democraduras al estilo mexicano (los 70 años del PRI en el poder), la historia política estuvo teñida de sangre en los casi 200 años de historia nacional. Es verdad, no hubo dictaduras pero feroces enfrentamientos entre liberales y conservadores en el denominado periodo de La Violencia, sanguinarias masacres entre las guerrillas y el ejército alrededor de 25 años, y una fuerte penetración del narcotráfico en el conflicto interno a mediados de 1980, la cual ha mantenido perpetua la guerra hasta el día de hoy. Ese es el dibujo y el “holograma escondido” de lo que nuestra ex canciller atrevió llamar la “democracia más estable de América Latina”.
Según los lineamientos del historiador Malcolm Deas, es necesario percatarse la imposibilidad y de hecho, la irresponsabilidad metódica en tratar de encontrar elementos comunes en cada periodo de la violencia en Colombia. Sin embargo, resulta importante advertir que efectivamente sí existen tales elementos; uno de ellos es la intolerancia política. Pues bien, pese a que se toteen por el ombligo los uribistas fanáticos, la época de La Violencia engendró a dos monstruos cuyos fantasmas encabezaron las subsecuentes guerras: Laureano Gómez y Pedro Antonio Marín. El uno, detrás de su corbata y finos retazos, su alcurnia y elegancia, mandó a matar a centenares de simpatizantes del bando contrario, a desplazar familias enteras y generar el terror en medio del caos de nuestra “estable democracia”. El otro, emprendió una batalla sin cuartel contra la fuerza pública, lo que lo llevó a constituir un ejército de autodefensas campesinas para enfrentar a los amigos del uno, y generando en 1964 lo que después todo el planeta conocería como las FARC-EP.
Ahora bien, a Laureano Gómez, como murió y se escondió toda su vida en el bando oligarca de la perenne lucha de clases colombiana, a pesar de la rabia de muchas de sus víctimas, le erigieron un monumento en la NQS con calle 94 de Bogotá. Mientras tanto, Pedro Antonio Marín, quien vivió en las armas hasta su deceso, fue tildado de terrorista, pero ¡también tiene su monumento! Así pues, esta es la vida imagen de la intolerancia política, las dos caras de la moneda, aquel “detallito” que omitió Carolina Barco con su imprudente e infundada apreciación.
Sin embargo, el problema de la intolerancia no paró con la muerte de Gómez y Marín. Esta sigue, y sigue igual de sucia y escabrosa; el día de ayer, el Senador Gustavo Petro denunció la persecución en la cual se ha visto la izquierda democrática en Colombia. El Departamento Administrativo de Seguridad, a través de su Coordinador de Asuntos de Inteligencia y Política Social, les ordenó a las direcciones seccionales de la entidad investigar al senador en cuestión y a elaborar una “(…) identificación plena de los delegados en el marco del II Congreso Nacional del PDA (…)”. Esto, según la bancada opositora, “hubiese derrocado al Presidente en cualquier país civilizado”.
Ahora bien, vivimos en medio de una administración que dedicó su voluntad y esfuerzo financiero a “echar bala democráticamente”. Por tanto, dejó descuidados otros problemas de gran envergadura a nivel nacional, conllevando a esto a sucesivos paros: comenzó la Rama Judicial, siguieron los corteros de caña e indígenas del Cauca, y además, se sumaron los trabajadores de la Registraduría. Pues bien, en medio de nuestra “estable democracia”, al Gran Príncipe se le ocurrió declarar al país en Estado de Conmoción Interior por un lado, e irresponsablemente, criminalizar las protestas sociales por otro. Todos aquellos quienes apoyaban las protestas también fueron criminalizados y satanizados, al punto de estar todos los militantes del PDA a puertas de ser investigados por la policía secreta del Estado, y dos asesores legislativos del Senador Alexander López tras las rejas (y lo peor de todo, más rápido que temibles genocidas). ¿No es esto intolerancia política? ¿No es este uno de los comunes denominadores de la violencia y la historia política nacional?
Siendo la intolerancia política la gasolina de la violencia en Colombia, así como las FARC fortalecía el proyecto de Uribe por su barbarie, el presidente y su democradura fortalecen la lucha armada gracias esa insensata e implacable persecución contra las opciones democráticas legales y legítimas. El intento de saboteo por parte del gobierno a las vías de hecho y las expresiones sociales, también generan un descontento que alimenta más la violencia interna… así pues, creo que Alfonso Cano, al mejor estilo del Sr. Burns, estará haciendo tronar sus dientes con un ¡excelente!
Ahora, con todo este obdulismo (ver guerrilleros y terroristas en todos lados), ¿no se suponía que la Seguridad Democrática ya había acabado y desquebrajado el proyecto político-militar de las FARC?
jueves 23 de octubre de 2008, 06:05 COT
Usted me hizo caer en cuenta que Alvaro Uribe es la reencarnación de Laureano Gómez en un paisa de carriel, machete y motosierra.
Respecto a Marulanda o Pedro Antonio Marín, lo que este tenía intolerancia era a los bombardeos aéreos, así como los campesinos no toleran los genocidos por que no los sobreviven y los pobres no toleran la falta de pan porque los deja entecados.
jueves 23 de octubre de 2008, 11:35 COT
Me permito traer a colación una buena reflexión de Felipe Zuleta:
“Fijense lo que va a pasar. El Sr Uribe se hizo reelegir dizque para acabar con las FARC. Y el atentado de Cali demuestra que los subversivos están ahí. Hemos sacrificado la democracia por una guerra que no se ha ganado. Como quien dice Colombia se quedó con lo peor de los dos mundos. Con las FARC y con Uribe” (Favor hace énfasis en la última parte)
¿Qué puede hacer el pueblo contra el genocidio y las agresiones perpetradas por oligarcas protegidos por ejércitos compuestos por mero pueblo e incitado por gente que no le cabe este problema en la cabeza? Firmeza de carácter y condena absoluta a los extremos.
jueves 23 de octubre de 2008, 12:57 COT
Me permito colocar a continuación un comentario que encontré ayer en la pagina de RCN:
jueves 23 de octubre de 2008, 21:56 COT
No olvidar la historia: El Condor Leon María Lozano tuvo su cruz de Boyacá. ¿Por qué no esperamos la de Mancuso? Incendiarios y atravilarios como Fernando Londoño y José Obdulio van a tener su busto. Pero lo triste es que se pagan con nuestros impuestos. Más triste aun es que las protestas contra esos adalides son terrorismo. ¿Por qué cayó Nixon al escuchar a los demócratas y acá fue solo una anécdota y una echada de directora? El joven del DAS ya casi retoma el consulado de Milan.
s�bado 25 de octubre de 2008, 17:04 COT
Excelente artículo, Julian. Felicitaciones