Luis Fernando Velasco y el bazar de las recompensas
Estancias > PolíticaPor Marsares
mircoles 7 de octubre de 2009 10:44 COT
La absolución de Luis Fernando Velasco por la Corte Suprema de Justicia plantea serios interrogantes sobre la política criminal que ha hecho de las recompensas un instrumento necesario para combatir con mayor eficacia el delito.
Aparte de las recompensas monetarias que han dado lugar a horrendos crímenes y las institucionales quee promueven ascensos y gabelas a las tropas que tengan mejores resultados en su lucha contra la subversión, fundamento de las ejecuciones extrajudiciales (falsos positivos), las recompensas punitivas en los procesos penales están dando pie para la impunidad, la retaliación y la injusticia.
¿Hay que creerles a los delincuentes? Como cualquier conocedor del derecho penal lo sabe, no hay que rechazar de plano sus afirmaciones, pero sí tomarlas con pinzas para su cotejo con otras pruebas, con las circunstancias de comisión del delito y el testimonio mismo que debe guardar coherencia, claridad, buen juicio, objetividad, todo lo cual permitirá llegar a una conclusión que se aproxime a la verdad.
Es cierto que la promesa de una rebaja de pena puede estimular al delincuente a contar la verdad, destapando razones, señalando a otros responsables o admitiendo la culpabilidad propia, confesión que le ahorra tiempo y recursos a la administración de justicia y combate la impunidad.
Pero también lo es que por su afán de beneficiarse, el delincuente manipule al juez con señalamientos falsos, o lo que es peor, por retaliación, ganancias económicas o ideología se deshace de enemigos propios o ajenos, como el caso de Tasmania contra el Magistrado Velásquez lo demuestra.
Por ello preocupa el caso de Velasco que pese a tener un final feliz, comprometió gravemente su tranquilidad y la de su familia, más el rechazo social y la angustia de la privación de su libertad, al darle excesiva credibilidad al testimonio de Rocío Arias, desconociendo de paso uno de los derechos fundamentales, la presunción de inocencia.
Otra arista es el monto mismo de la recompensa punitiva. Aunque el estudio y y el trabajo, la aceptación de los cargos o la buena conducta son indicativos de que el reo es buen candidato a reincorporarse con éxito en la sociedad, un beneficio excesivo no sólo le demuestra al delincuente que vale la pena transgredir la ley sino que le envía un pésimo mensaje a la sociedad de laxitud que, al final de cuentas, se constituye en una impunidad disfrazada.
Todo en su justa medida, pues la idea no es una civilización edificada sobre la venganza o la tolerancia sin límites, sino sobre el respeto a las víctimas y el castigo y resocialización adecuados de los victimarios.
Al margen: ¿Por qué la Corte Suprema no puede interrogar informalmente a los paramilitares extraditados y sì puede hacerlo la Procuraduría?