La poesía retrata un mensaje anti-guerra
Estancias > Hibakusha ProjectPor Julián Ortega Martínez
martes 30 de enero de 2007 0:01 COT
(Publicado originalmente el 23 de enero de 2007)
Hiroshi Maruya, o el poeta Hiromi Misho, reflexiona en su poesía con una sonrisa (Takeshi Nishimura / © Mainichi Shimbun)
“Supongo que piensan que cualquier cosa está bien mientras haya dinero para hacerla”.
El ánimo de Hiroshi Maruya mientras el nuevo año comienza es de todo menos optimista. Con 81 años de edad y director honorario del Hospital Kyōritsu de Hiroshima, Maruya es natural de Iwakuni, prefectura de Yamaguchi, donde la expansión de una base militar estadounidense instalada allí, como parte de un reajuste en curso de las fuerzas armadas de EUA, fue aprobado a finales del año pasado por la vecina ciudad de Otake, en la prefectura de Hiroshima.
Maruya cree que la cooperación de los gobiernos locales con el reajuste está motivada simplemente por la oportunidad de obtener subsidios del gobierno central. Un proyecto de ley con la legislación relevante debe ser presentado a la sesión de apertura de la Dieta el 25 de enero.
Hace más de medio siglo, la base de Iwakuni se hallaba en el frente de la guerra de Corea. Los aviones de combate estadounidenses despegaban de allí con un rugir ensordecedor. Maruya, que entonces se recuperaba de la tuberculosis, recuerda estar en su cama de hospital y temblando de una impotente ira. Sólo cinco años habían pasado desde que Hiroshima y Nagasaki fueran destruidas por las bombas atómicas. Maruya, un poeta consumido por sentimientos anti-guerra, se lanzó a producir un poema épico, La Suite de Iwakuni. Era su primera obra. La firmó como Hiromi Misho, su seudónimo desde entonces.
Era una época oscura. La derrota japonesa todavía pesaba. En un poema anti-guerra publicado en el boletín de los pacientes del hospital, Maruya comparaba los aviones estadounidenses con bichos. Esto fue suficiente para que lo arrestaran por criticar a las autoridades de ocupación.
En el otoño de 1951 Maruya fue a ver al poeta Sankichi Tōge (1917-1953), con quien tenía mucho en común. Toge, en su apartamento de Hiroshima, acababa de terminar una colección de poesía titulada Gembaku Shishu (“Poemas de las bombas atómicas”), uno de los cuales, Ningen wo kaese (“Devuélvannos nuestra humanidad”) se hizo especialmente conocido.
Este año se conmemora el 90mo. aniversario del nacimiento de Tōge. Mientras van falleciendo los contemporáneos de Maruya, él se siente cada vez más solo, tan decidido como siempre a continuar con su trabajo como médico y como poeta.
“Escribir poemas es mi manera de enfrentar la vida”, dice.
En Genkyō, su sexto libro de poesía publicado el otoño pasado, plantea temas que van desde el predicamento de los sobrevivientes de la bomba atómica que viven en Corea del Sur hasta el sufrimiento de los niños iraquíes afligidos por la lluvia radiactiva que dejan las balas del uranio empobrecido. Desde su punto de vista, la tragedia de Hiroshima no ha terminado; nuevas víctimas de las armas atómicas se unen a las de su propia generación.
“Hay cosas”, dice, “de las que tengo que escribir, pensamientos que debo dejar atrás”. Es esa convicción la que le da la fuerza para seguir.
Por Noboru Ujō, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés por Julián Ortega Martínez
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