Entre Rosario Tijeras y el Amor sincero
Estancias > Medios y cultura popularPor Marsares
viernes 26 de febrero de 2010 1:14 COT
Uno de los núcleos dramáticos que obtiene mejores réditos en la televisión es el de la cenicienta, en el que alguien de baja extracción social se transforma en un personaje de éxito. Muchos son los caminos, desde los sofisticados que nos vienen de la literatura como el tesoro que convierte a Jean Valjean en el Conde de Montecristo, hasta los que transitan por el delito, y en esto nuestros narcotraficantes y políticos son ejemplos cotidianos, sin olvidar el golpe de suerte como ganarse la lotería o descubrirse su talento que lo eleva a la fama y, por supuesto, llena sus bolsillos de dinero y reconocimiento.
RCN les apuesta por estos días a estos modernos pigmaliones con dos dramatizados que llevan detrás historias de éxito. El uno, Rosario Tijeras, se basa en la novela homónima de Jorge Franco que tuvo en su momento gran difusión y que fue llevada al cine con algo de fortuna. El otro, Amor sincero, tiene como atractivo a Marbelle, una cantante de música popular que tuvo su cuarto de hora con la llamada música tecnocarrilera. La belleza de la una y el talento de la otra las llevaron a romper el círculo de la pobreza y meterse en el de la riqueza. Historias atractivas si se saben contar y los libretistas del canal hacen su tarea, sin duda.
Como todo drama que se respete, los inicios deben ser agobiantes. Rosario (un aplauso para María Fernanda Yepes) vive en una de las comunas de Medellín, metida entre pandilleros, muertos a destajo, mafiosos en ascenso, un hogar disfuncional con padrastro abusador, madre abandonada y hermano sicario. Para la madre de Marbelle (también Marcela Benjumea se merece las consabidas felicitaciones), las cosas no son mejores. Marido borracho y violento, cuatro hijos, pobreza y, para completar, una madre resentida, alcahueta de las vagancias de su hijo, mientras para la hija sólo tiene gritos y recriminaciones.
Este es el inicio, espeluznante, donde al televidente, cómodamente sentado frente al televisor, se le restriega su buena suerte. Podrá ser pobre, sí, pero honrado, o clase media, viviendo a punta de créditos y apariencias, pero lejano de esos extremos que los sádicos libretistas le muestran. Por eso degusta el producto a satisfacción y allá en su interior, cuando la virgen se les aparezca a las protagonistas, deseará que algo parecido también le pase, porque el infierno también se encuentra en la repetición de los días y los amores gastados. Pero eso será después. Por ahora, arrellanado en su sillón, pensará que definitivamente si hay gente de malas, mientras ve la desesperación del hermano-sicario que sólo quiere que Rosario estudie, y de la pobre madre de Marbelle que le toca volarse por un potrero antes de que el marido la coja a machete y dejar a sus hijos en manos de la bruja-abuela, a ver si le va menos peor en la ciudad.
El primer ingrediente está servido y en el lenguaje televisivo, lo adobaron con buenos resultados. Para Rosario, las escenas son cortas, movidas, primeros planos que explotan la belleza de la protagonista, locaciones que le dan sabor a la historia (se grabó en el barrio Manrique de la comuna noroccidental de Medellín), mucha motocicleta involucrada y, algo importante, el lenguaje guarda la mesura y no se ensarta con las miles de groserías que puso de moda Víctor Gaviria, sino con las indispensables para recrear los personajes. Una historia creíble de la pobre que se asoma al mundo de los ricos, para desordenarlo con su belleza y su vitalidad.
Para la madre de Marbelle, los tiempos son más lentos, como si la miseria se le quisieran restregar al voyerista del otro lado de la pantalla con desesperanza, hastío, encierro, sin puerta de salida ni propósito de enmienda. A propósito, Rosa Suárez, la abuela (Ana María Arango), nos pone los pelos de punta. No es mala, y eso es un buen acierto del libretista. Es simplemente una mujer amargada, destruida por dentro, llena de años y resentimientos, incapaz de amar, porque cómo puede uno sentir algo que no sabe que existe. Contrasta con el hombre que se enamora a su hija. Un tipo buena gente, en busca de mamá sustituta, porque con la que le tocó en suerte, no hay manera de conseguir una esposa diferente, destinado a convertirse en el papá de Marbelle.
Buenos y malos, pobres y ricos, desadaptados y afortunados, belleza y fealdad, caminos de espinas y lechos de rosas, ascenso penoso donde la dicha se compra con sangre, sudor y lágrimas, e igual puede perderse… Historias televisivas que a veces cuesta diferenciar de las reales, que también tienen su cuota de insultos, llamados a ser “varones” (¿y es que ser hembra es poca cosa?) y mandadas “al carajo”, de enanos morales cuyos gritos y desafueros tienen el tamaño de su miedo.
viernes 26 de febrero de 2010, 11:51 COT
Otro enfoque diferente de “Rosario Tijeras”, lo muestra la publicidad que ha invadido los rincones de Medellín y que gracias a la intervención de la misma ciudadanía, será retirada, por lo menos en las instalaciones y vagones del metro de Medellín. La empresa Metro tuvo que aceptar que el lema dado a conocer por los publicistas de la Novela, no era coherente con la filosofía de valores que maneja el metro: “Amar es más díficil que matar”.
Besitos amistosos!
martes 11 de enero de 2011, 14:08 COT
amor sicero para nada no jodasssssss