El Show de las Estrellas
Campus Party Colombia 2008 > EstanciasPor Fernando Cuevas Ulitzsch
sã¡bado 28 de junio de 2008 14:08 COT
Es el día de la inauguración. Llego a Corferias, y el ambiente es otro.
Caras felices pese a las filas. Maletas, cajas, sleeping bags. Cansancio en las caras y los hombros de la gente que viene desde Casanare, Cundinamarca, la Zona Cafetera y todo el país… simplemente emocionante.
Sus caras dejan ver una agitación contenida por horas de derrumbes y polvo, por el tránsito en esta realidad física que sobresalta, hace sudar, tocarse y magullarse. Todo para poder llegar un sitio hiper-cableado y con igualdad numérica entre máquinas y humanos (incluso me atrevería a decir que hay más máquinas que humanos, pero no tengo la certeza).
Imagino las retinas llenas de campo, de selva, recibiendo de golpe tanto código, tanto algoritmo, tanta información codificada. Mezclando la información natural con la digital en un solo empaque neuronal: ese nido de la memoria al que llamamos cerebro.
Las mesas que ayer estaban vacías, ahora están llenas de computadores enfriados por líquidos verdes, CPU integradas a hornos microondas, gente de todas las razas, gustos, clanes, avatares y estéticas.
Miro a todas partes, y espero que mis dudas y preguntas se disipen esta semana en este mar de humanidades palpitantes. En este emocionante caldo de cultivo digital.
Llega un ensayo con la Reac Table y se me caen las babas de la emoción: que unos cubitos transparentes y con extraños dibujos logren activar una serie de sonidos, que dos personas combinan para generar música de tal calidad, me impresiona mucho.
Siempre he considerado que la música es el único milagro creado por el hombre, y esa impresión se estira hoy hasta el límite de su relación con el vidrio, el software, y la inventiva humana. Simplemente hermoso.
Los lagrimales siguen conteniéndose cuando escucho y veo el mensaje de Stephen Hawking. Sus palabras me parecen absolutamente visionarias: tenemos que seguir hablando.
Sin embargo no puedo dejar de notar una cosa a mi alrededor: un porcentaje altísimo de campuseros habla, pero con su máquina.
Miran en silencio sus pantallas, mientras sus dedos hablan por su boca. Pienso en los cuerpos posthumanos que se integran con sus gadgets y en cómo detrás de esas máquinas hay gente con la que interactúan; pero tampoco puedo dejar de notar que hay gente chateando, pese a que están a 1 metro de distancia. ¿Bueno o malo? No lo sé… pero se siente extraño… muy extraño.
Sigue la inauguración, siguen mis sorpresas y mi tsunami de preguntas.
Aparece el marasmo del cóctel, con su afluencia masiva de lagartos sonrientes, lubricando conversaciones banales con vino y canapés.
Fotos van y vienen. Caras de interés falso, delatadas por una mirada que busca un conocido que los salve de un monólogo. Datos de cóctel, usados como anzuelo para levantar polvo. Sonrisas que se sostienen más de lo normal y un festival de dientes Blancox. En la mitad de la reunión, un estruendo de vidrios rotos anuncia que el ingeniero/genio de la conectividad del evento ha pasado a través de un vidrio que separaba el Campus principal de la zona anfibia de lagartería. Su impulso y compromiso con un evento no le dejaron ver a lo que se enfrentaba, como a muchos nos pasa.
Viene otra metáfora a mi mente: una membrana que intenta separar algo, pero que para muchas personas es invisible.
Afortunadamente este cruce de dimensiones sociales, artificialmente separadas, no deja ninguna consecuencia más allá del susto por el ruido de los vidrios y un mar esquirlas transparentes como cadáver de la membrana.
Su delito fue ser demasiado transparente.
Como en ciertas zonas de la red: juntos pero no revueltos.
Sonrío al pensar que es precisamente un ingeniero el que no distinga la frontera, e ignore que cierta “autoridad” quiso separar los espacios que para él, y para muchas otras mentes, deberían estar revueltos.
Como en la red.
Como en la vida.
Llega el momento de la rumba en la inauguración y se me eriza la piel al ver en un mismo escenario a 4 afrocolombianos, un inglés, dos españoles, una Reac Table, dos tornamesas, unos timbales, unos bongos, y otros instrumentos de percusión. Todos mezclándose al mismo tiempo en una orgía del ritmo. Fantástico.
Nada es perfecto, y la música es el anzuelo para el protocolo. Demasiadas palabras dichas como apara agregar más acá. Sin embargo sigue retumbando en mi mente algo.
Un eco de algo que veo todos los fines de semana, desde los confines de nuestro país. Un público que grita consignas a solicitud de un animador vestido de blanco impoluto. En este caso, el animador está de negro, es español, y sin su trabajo este evento no sería posible. Sin embargo la idea es la misma: que el público grite lo que los patrocinadores quieren. Invirtiendo la publicidad. Creando una demanda. En este caso la solicitud son 8 gigas de velocidad para el Campus Party del próximo año. Es lógico que ellos llegarán a ofrecer eso, y seguramente más rápido de lo que nos imaginamos. Seguramente el próximo año navegaremos a 16 gigas.
Una solicitud o exigencia, se da ante una necesidad insatisfecha, pero recuerdo las cifras de velocidad de conexión citadas desde el primer Campus Party en Valencia, y no han hecho sino crecer exponencialmente. ¿Por qué entonces exigimos lo que seguramente llegará?
¡¡¡8 gigas!!! Continúan gritando con pasión los campuseros a solicitud del paladín de su conectividad en este evento.
Y yo me pregunto… ¿para qué 8 gigas?
Miro a mi alrededor y veo gente que tiene frente a ellos el evento, transcurriendo en vivo, y prefieren verlo a través de la retransmisión en la red.
No lo entiendo. En serio. No lo entiendo. Intento no juzgarlo, pero sigo sin entender.
Y sigue repicando la pregunta en mi córtex… ¿para qué 8 gigas?
¿Para poner membranas más resistentes entre los espacios? ¿Para hablar más rápidamente entre nosotros, así estemos hombro a hombro?
¿Necesitamos realmente 8 gigas de conexión? ¿No será que lo que precisa el patrocinador, es que nosotros lo exijamos a gritos, así no lo necesitemos realmente?
¿A quién le conviene que yo tenga que pagar por hablar con mi vecino?
Recuerdo el eslogan de este asombroso evento: Internet no es una red de computadores, es una red de personas. Absolutamente cierto.
Entonces… ¿por qué siento que la estrella de anoche fue la banda ancha?
* El autor es comunicador social con énfasis en televisión educativa de la Universidad Javeriana, y especialista en creación multimedia de la Universidad de Los Andes. Es dueño del blog Ctrl.+Alt+Supr, donde esta entrada fue publicada originalmente el 26 de junio de 2008
lunes 21 de julio de 2008, 15:57 COT
mi nombre es blanca teresa vibo en venezuela todo los sabados y domingos me istalo para ver sabados felizes sabados felicitos el show de las estrellas y este fin de semana fue espectacular..todo mi pais quedo muy en alto ante el mundo me siento muy orgullosa de mi patria colombia