El “sacrificio” electoral de Fumio Kyūma

Fumio Kyūma en visita a EUA en abril de 2007 (Foto: Cherie A. Thurlby/Dep. de Defensa EUA, dominio público)

La "inevitable" renuncia del ministro de Defensa japonés Fumio Kyūma, a pesar de sus indignantes declaraciones en las que justificó los bombardeos nucleares de Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki (capital de la prefectura de la que es representante a la Cámara) en 1945, puede tener un cariz más electoral que "ético". Amén de ser la más reciente de una serie de salidas en falso de los ministros del gabinete del impopular y aburrido primer ministro Shinzō Abe, ocurre en uno de los peores momentos del partido oficialista, que puede ver disminuida sensiblemente su mayoría en las elecciones de la Cámara de los Consejeros (senado) de la Dieta nipona el próximo 29 de julio.

El sábado 30 de junio, Kyūma dijo, ante un auditorio de la Universidad Reitaku en la ciudad de Kawashima, al este de Tokio, que el bombardeo nuclear de EUA sobre Hiroshima y Nagasaki era "inevitable" para acabar la guerra, pues ello previno una posible invasión de la Unión Soviética, que a su juicio hubiera sido peor y hubiera causado más víctimas. Tras los bombardeos, en agosto de 1945, Japón pidió la mediación de los soviéticos, que respondieron declarando la guerra y ocupando los Kuriles y la isla Sajalín, cuya mitad superior aún posee Rusia. El ministro "agradeció" que la URSS no hubiera ocupado la norteña isla de Hokkaidō. Como si fuera poco Kyūma, nacido en Minamishibara, prefectura de Nagasaki, añadió que "habría que plantearse si algo así (la bomba atómica) puede ser una opción". De nada valieron sus disculpas el domingo 1, cuando manifestó que no era necesario dimitir, ni el regaño de Abe. Coincidencialmente, el domingo se cumplieron 50 años de la presencia militar "pacífica" de EUA en Japón.

Desde luego, no se podía esperar otra cosa distinta a la indignación por parte de los hibakusha, los sobrevivientes de los ataques nucleares, y del público en general, así como la petición de cuentas por parte de los partidos opositores e incluso del propio oficialismo. El propio alcalde de Nagasaki le entregó una carta al ministro en la que calificó de "insultos" a los hibakusha sus declaraciones y exigió a Kyūma "saber que las armas nucleares no están permitidas", a pesar de que el alto funcionario reconociera el sufrimiento causado por el bombardeo, que ocurriera cuando él tenía 4 años y medio de edad, a sus paisanos. Para un político nipón es "indignante" salir con las justificaciones típicas de los historiadores estadounidenses, le recordó una de las víctimas. De "ataque de insensibilidad" calificó el Asahi Shimbun las afirmaciones del ministro. Incluso en Nueva York un artista, Seitarō Kuroda, hizo una manifestación pacífica para rechazar las palabras de Kyūma, cuya dimisión fue considerada "merecida" por las víctimas de las bombas atómicas.

Parlamentario durante casi tres décadas, Kyūma fue nombrado en septiembre director general de la entonces Agencia de Defensa de Japón, que se convertiría en ministerio en enero pasado. A finales del mismo mes, dijo que la invasión de Iraq había sido un "error", comentario fuera de lugar tratándose de uno de los principales aliados de los EUA. Esa es sólo una de las tantas salidas en falso del gabinete de Abe. La más notable, hasta el sábado, fue la del ministro de Salud Hakuo Yanagisawa, quien llamó a las mujeres “máquinas de procrear” y días después expresó que las personas “saludables” debían tener por lo menos dos hijos. Yanagisawa, a pesar de seguir en el cargo, ha fracasado a la hora de enfrentar el escándalo de las pensiones y de crear políticas para estimular la natalidad, pues así como van las cosas, la población de Japón caerá a 90 millones en 2050 (de 126 millones de hoy). No sobra mencionar el suicidio del ministro de Agricultura, Silvicultura y Pesca Toshikatsu Matsuoka, consecuencia de un escándalo de corrupción que sigue su curso.

El ambiente político nipón, con la renuncia de Kyūma, se "calienta" a menos de un mes de los comicios. Si bien el primer movimiento opositor, el centrista Partido Demócrata (PDJ), tiene tanto o mayor descrédito que el oficialista Liberal Democrático (PLD) y no ha sabido capitalizar el mal momento político de Abe, la campaña apenas empieza esta semana y los partidos pequeños (el Comunista, el Socialdemócrata e incluso el Nuevo Partido del Pueblo con su candidato estrella Alberto Fujimori) pueden pescar en río revuelto e incrementar su participación parlamentaria. La incógnita es saber qué tan mal le va al PLD, si Abe dimite y, la pregunta del millón, quién lo reemplazaría. Así este improbable escenario no se dé, el primer ministro parece estarse dando cuenta, tras diez meses en el cargo, de su falta de sintonía con el ciudadano común, más preocupado porque no ve reflejado en sus bolsillos el lento pero estable renacer de la economía. Ni sus propuestas de reforma a la Constitución pacifista ni sus tácticas clientelistas parecen dar resultado en un país alérgico a lo que tenga que ver con guerra, armas y milicia, con la notoria excepción de los ultraderechistas rabiosos que celebran el negacionismo histórico de quienes están en el poder. Total, una de las suyas, Yuriko Koike, ex presentadora de televisión y hasta ahora Asesora de Seguridad Nacional, reemplazará a Kyūma. El PLD no perderá las mayorías, pero seguramente saldrá malherido de la contienda electoral, así renuncie todo el gabinete.

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