El ministrico y los falsos profetas

Algo que es curioso ver es la cantidad de canales de televisión que difunden de manera constante los cultos cristianos. Afortunadamente, Colombia es un país en donde sus habitantes tienen la libertad de elegir el culto o la confesión religiosa que se ajuste a sus necesidades espirituales. Por esa razón, la existencia de ABN y CBN, entre otros canales, es una “bendición del señor” ya que muestra, de manera efectiva, la desconcentración del monopolio religioso que tenía la iglesia católica en el país.

Sin embargo, el punto negativo de todo esto es la proliferación excesiva de falsos profetas, quienes interpretan las escrituras sagradas a su conveniencia, induciendo a los incautos y hasta a ignorantes feligreses a que se deshagan de su patrimonio y lo donen al culto, persuadidos por el poderoso miedo a deidades omnipresentes, miedo inherente que resulta el combustible necesario para mantener viva la llama de la fe. Muchas veces, estos falsos profetas extraen versículos de la biblia con los cuales sustentan el por qué los feligreses deben deshacerse de su patrimonio y de su ingreso mensual o esporádico para donarlo a las iglesias; así pues, sin “querer queriendo”, terminan dibujando una especie de deidad con una visera, unas gafas pequeñas cuyo marco se sostiene en la punta de la nariz, dándoles manivela a las viejas calculadoras mientras hace cuentas de toda la riqueza que recibe.

Cuando cualquier persona que no pertenezca a ese tipo de cultos se detiene a analizar el contenido de los discursos de estos falsos profetas, se puede percatar del bajo poder interpretativo e, incluso, de la avasalladora cantidad de inconsistencias teológicas que, de una u otra manera, terminan encuadernando un discurso con un claro interés económico sobre sus incautos feligreses. No obstante, eso no sólo pasa con los pastores. También hay personajes cuyas interpretaciones a libros también sacros terminan siendo el fundamento para encaminar acciones bajo quién sabe qué intereses particulares o al menos, ajenos a los intereses nacionales.

Una vez hecho público el escándalo del “traslado” de la base de Manta a Colombia, muchos congresistas expusieron que el gobierno había realizado un acto inconstitucional al haber celebrado acuerdos con EUA para “arrendarles” tres bases militares. El gobierno, así, de manera olímpica, se saltó las disposiciones del numeral 4 del artículo 173 de la Constitución Política, en donde establece que una de las competencias del Senado de la República es darle autorización al ejecutivo para que permita el tránsito de tropas extranjeras en el territorio nacional. No obstante, uno de los tantos “adalides de la democracia” que ofrece el actual gobierno, al mejor estilo de aquellos falsos profetas, hizo una interpretación de esta disposición constitucional, señalando que el Congreso sólo tiene competencia para autorizar el “tránsito” más no para aprobar el establecimiento o alojamiento de fuerzas militares extranjeras.

Es decir, los constituyentes de 1991 sólo tuvieron en cuenta situaciones como que EUA invada a Venezuela, y tenga que pasar por el Cabo de la Vela. Por tanto, ese ministrico insinuó que los constituyentes de 1991 le daban espaldarazos a la permanencia de ejércitos foráneos, y sólo les molestaba el hecho que “pasaran” por aquí. ¿Será que, esa permisividad, muy típica de la pantomima denominada “confianza inversionista”, hará que Colombia sea un mejor país volviéndolo una especie de Laos o Camboya? ¿Será que la costumbre de interpretar “libros sagrados” al antojo de los falsos Profetas llenará al país de militares extranjeros acompañados por abominables flujos de inversión extranjera? ¿Será que por su inmunidad diplomática en las zonas en donde operen tendremos toda una horda de vástagos mestizos y no reconocidos?

Nota: ¡Buena por Manuelito Enríquez! ¡Dejó claro qué tan Zelaya puede ser el Presidente Uribe!

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