Colombia es pasión

Mientras una encuesta reciente muestra que los colombianos nos creemos el ombligo del mundo, éste sigue su marcha sin darse por aludido. ¿A quién le importa que, por ejemplo, Noemí Sanín se haya devuelto a su cómoda embajada, declarándose “decepcionada”, luego de comprobar que sin el guiño de Uribe su linda figura apenas clasifica para entrevistas nostálgicas? Noemí es como la Amparo Grisales de la política. Es la diva, pero, aparte de la constancia histórica, la juventud manda. Hoy la moda es parecerse a Uribe, con estatura homeopática y gafas incluidas. Noemí, por fortuna, tiene el consuelo de exclamar, al estilo de la Grisales: “no seré feliz pero tengo embajada”.

¿Ombligo del mundo? ¿Acaso les importa a Washington, París o Moscú que por enésima vez los liberales se insulten con los uribistas, tildándolos de tramposos por las cuentas del referendo y los otros respondan que los van a demandar por calumnia? Héctor Helí acusa, Giraldo se ofende y Luis Carlos Restrepo psicoanaliza. Los liberales son como el PRI mexicano: tanto tiempo en el poder saqueando el país y ahora se indignan porque el saqueo siguió, pero sin ellos.

¿Importantes? Sólo en nuestro pequeño mundo de dos mares y tres cordilleras interesa que Uribe y Vargas Lleras no se hablen, que Petro se lance al vacío y que Juan Manuel Santos ande callado. Tal vez Ripley nos pare bolas por propiciar referendos inútiles como el que busca reemplazar la pena de 60 años por prisión perpetua, o por guerrillas que exigen entregar cadáveres que ya fueron entregados, o por querer encarcelar a los enfermos para acabar con las enfermedades.

Pero eso sí, deseamos hacer historia aunque al final sólo la repitamos al mejor estilo de las farsas. Madoff estafa al mundo y David Murcia al Putumayo y Nariño. Y si a monstruos sexuales nos atenemos, nuestro Fritzl criollo hizo lo mismo que el austriaco, pero en fotocopia, es decir, con la hijastra y a plena luz del día, que es lo mismo que hace Woody Allen, pero en Manhattan y con adoptada, más chic aunque no esté de acuerdo Mia Farrow. Y como si lo anterior fuera poco, hasta nosotros mismos nos repetimos creando un Uribito para suceder a Uribe. ¿Será por eso que somos los más felices del mundo? El idiotismo es contagioso.

¿Y los titulares internacionales? A los empujones, como Piedad Córdoba, nos metemos. Así desfilamos por la alfombra roja… pero de Guadalajara. Y para que no nos digan que estamos fuera de foco, María Emma Mejía entrevista al esposo de Hillary Clinton, mientras nos convertimos en noticia en el libro de los tres tristes gringos, en el que relatan con pelos y señales por qué se necesitan tres guerrilleras para bañar a un gringo.

¿Pero cuántos colombianos se necesitan para tenerlos contentos? Según Uribe con 43 millones es suficiente y por eso, con la diplomacia de la tibia y el peroné, hizo como enseña la Novena del Niño Dios: “prosternado en tierra te tiendo los brazos”. Gracias a ello fuimos importantes para Bush aunque Bush no fuera importante para nadie.

Y ahora, que nos quisimos distinguir del mundo, declarándonos el Robinson Crusoe de la recesión económica, llega la triste noticia de que nos toca hacer fila para pedir ayuda como cualquier General Motors que se respete, no queda más que repetir con el padre Rafael García Herreros, que en paz descanse: “Dios mío, en tus manos colocamos este día que ya pasó y la noche que llega”.

¿Alguien tiene un fósforo que se fue la luz?

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