Increíble pero cierto. La conciencia ética de una mujer valerosa le va a crear una situación nueva al Vaticano. Hasta ahora el Papa se ha limitado a pedir perdón por los pecados de los sacerdotes abusivos. Nada más. Civilmente la jerarquía ha venido tapando delitos. Pero la presión de miles de víctimas en el mundo no va a ceder, porque se dan cuenta de la importancia de romper el silencio y la vergüenza que sienten. Se trata de actos considerados criminales. De indelicadezas, abusos y violaciones contra niños y niñas indefensos ante la ley. Que deben ser denunciados a las autoridades civiles porque están penalizados por la mayoría de los estados del mundo. La jerarquía eclesial oculta la pederastia de una manera sistemática por una costumbre quizás tan vieja como el catolicismo romano.
Leo hoy
Adressevaisen el diario de Trondheim (la cuarta ciudad noruega en población) que el policía encargado del caso del Obispo Müller le dijo al periodista:
Nadie debe guardarse información sobre abusos cometidos contra un niño. Que se calle la comunidad de la iglesia Católica (en Trodheim) no le gusta a la policía.
Resulta que un hombre de 30 años víctima del Obispo Müller decidió denunciarlo a principios del 2009 y pidió permanecer en el anonimato. Según Adresseavisen el caso fue enviado a la Nunciatura en Estocolmo quien lo remitió directamente a Roma. Seis meses después el Obispo informó en su misa dominical a sus fieles que se retiraba de la diócesis y que volvía a Alemania de donde proviene. Se dijo (tal vez para ocultar y explicar a la feligresía) que se trataba de dificultades laborales con otros prelados. Al poco tiempo empezó a difundirse la versión verdadera. Que se trataba de violación contra un monaguillo a comienzos de los años 90. Y el silencio prosiguió.
Pero lo que más me interesa destacar en este caso y sobre todo en relación con
mi entrada de ayer (cuando yo todavía no sabía del escándalo de Trondheim) es que hubo una persona que decidió actuar.
Se trata de la señora Christine M. Hassenstab de 61 años de edad, una abogada estadounidense que inmigró hace nueve años y que después de escuchar los rumores y la manera como la gente difundía el chisme, sin hacer nada, decidió moverse.
Su conciencia le decía que ella debía alertar a la policía, tal como lo establece la ley en los Estados Unidos donde cada ciudadano tiene obligación de hablar, si sospecha de que han abusado de un niño. Como ella no sabía si la ley dictaba lo mismo en Noruega decidió consultar con el abogado noruego Sigrun Dybvad quien le corroboró el asunto.
Hace cuatro meses se sentó entonces y escribió una carta-denuncia de tres páginas a la policía diciendo que Georg Müller podía haberse forzado contra una víctima anónima. Nada pasó hasta la semana pasada.
Pero aquí viene el final feliz de la historia. A raíz de la información publicada en el periódico, la policía de Trondheim acaba de abrir un caso contra el ex-obispo. Llamar a declarar de nuevo a Christine, al actual obispo y tiene planes de escuchar lo que Müller tenga que decir al respecto. Que es lo correcto en estos casos. Averiguar, interrogar, juzgar las acusaciones y dar un veredicto. Y que quien cometió el delito, si lo hizo, asuma las consecuencias ante la ley.
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jueves 8 de abril de 2010, 11:53 COT
Información Bitacoras.com…
Valora en Bitacoras.com: Su conciencia la llevó a alertar a la policía, tal como lo establece la ley. Todo ciudadano debe actuar, si sospecha de que han abusado de un niño. La policía acaba de abrir el caso y recoge material para que un juez dict……