La última batalla de las mujeres

Cuando se habla de la mujer, unos entornan los ojos, otros hacen coro con los suspiros, hay quienes fruncen el ceño, sin faltar los que se acomodan los anteojos y adoptando un aire serio, prestan atención y, por supuesto, los que como Borges proclaman a gritos su tristeza, pues desde que ellas se alejaron "cuantos lugares se han tornado vanos y sin sentido, iguales a luces en el día". El tema da para mucho, incluso para cruce de espadas y de cartas, tangos y boleros, y batallas en las que todo se entrega, desde el cuerpo hasta la vida.

Mujeres… incontables libros se han escrito para descifrarlas, aunque el primero fue ideado por una de ellas. Cuenta García Márquez que en aquellos lejanos tiempos cuando el cavernícola le explicó a su mujer por qué había pasado la noche fuera de casa, nació el cuento, y cuando la esposa ofendida le replicó con una cantaleta que duró toda la vida, creó la novela.

Sin embargo, como ellas sólo contaban las cosas a viva voz, excluyendo la participación masculina, al hombre le tocó aprender a escribir para dejar constancia de sus propias cuitas. Como lo escrito escrito ésta y las palabras se las lleva el viento, aprovechó la ventaja para acomodarse en la historia como macho dominante, comenzando por el mismo Dios, que en la Biblia las rebajó a simples costillas, sin derecho a replicar.

Platón revisó la interpretación divina, basándose en las fuentes del Olimpo. El ser humano original tenía dos cabezas, cuatro piernas y dos sexos, por lo que no necesitaba de nadie para reproducirse. Dice Platón que Zeus, preocupado por tanta autosuficiencia, se inventó aquello del "divide y vencerás" y con un rayo lo partió en dos. Privados de su otra mitad, los humanos se debilitaron y de ahí en adelante dedican toda su vida a buscar la mitad faltante. Cuando la encuentran, nace el amor (y los problemas).

Aristóteles, menos sentimental y pensando con el deseo, señaló que la virtud por excelencia de la mujer era el silencio, acompañada de la sumisión. Los hombres aplaudieron y estuvieron de acuerdo en que otorgarles derechos era un complique. "Lo que sí deben es permanecer juiciosas en la casa", sentenciaron . Las mujeres obedecieron porque de antemano sabían que era su territorio, en el que siempre habían reinado sin discusión.

¡Con armas tan poderosas quien no! El Cantar de los cantares las ilustra sin rubor. Ese pasaje, cuando la amada recibe a su amado alborotando a diestra y siniestra las feromonas, es concluyente: “Mi amor mete la mano por la abertura, y cómo se estremecen mis entrañas!”. Con razón Menelao inició una guerra cuando Paris le raptó a su querida Helena.

Pero si ellas provocan las guerras, también las evitan. Las Sabinas, raptadas por los romanos, evitaron que su pueblo pasara a cuchillo a sus captores, atravesándose entre los dos ejércitos. Pero si los varones se muestran renuentes, la huelga sexual es el remedio. Con Lisístrata  al frente, las mujeres griegas terminaron la guerra del Peloponeso, a punta de castidad.

Aunque no hay necesidad de llegar a tanto ya que las batallas en el lecho conyugal siempre las ganan ellas. Judith sedujo a Holofernes y después le cortó la cabeza. Dalila, con su cuerpo de diosa, derrotó a Sansón en la cama, dejándolo con los crespos deshechos. Y qué me dicen de Clotilde, enamoró a su rey Clodoveo, lo llevó al altar, lo convirtió en cristiano, y de paso, con él a toda Francia. ¡Moñona!

Pero no sólo gobiernan bajo las sábanas. Los cortinajes del poder también son su especialidad. Madame Pompadour del lecho de Luis XV pasaba a sus inolvidables tertulias parisinas, moviendo los hilos de la política rodeada de la élite intelectual con Voltaire a la cabeza. Muchos siglos antes Aspasia, la culta milesia, encantó al gran Pericles influyendo en el siglo de Oro de Grecia, mientras entre nosotros Manuelita, la llamada libertadora del libertador, calmaba las fiebres amatorias de Bolívar, al tiempo que le derramaba dulces consejos al oído.

Dice un viejo dicho que de las aguas mansas líbrame Señor y las mujeres son el más vivo ejemplo. Juana de Arco, una frágil doncella -cuando ser doncella era valioso- viendo que los franceses habían puesto la C de cobardía en sus frentes, les recordó que había un rey por restituir en el trono y al frente de los ejércitos venció a los usurpadores. En un año consiguió lo que muchos no logran en toda su vida.

Otras, menos arriesgadas pero pensando a más largo trecho, se las arreglan para encaramarse al poder y a través de su prole influir sobre todo un continente, como la Reina Victoria; sus genes dominarían a Europa por varias generaciones. En cambio nadie sabe qué pasó con los genes de Mata Hari pero lo cierto es que le sirvieron para bajarle los pantalones al enemigo, descubriendo sus más íntimos secretos.

Y hasta perdiendo se las arreglan para colarse en la historia. Recordemos no más a la dulce María Antonieta, que sin saber a qué horas resultó convertida en reina, víctima y mito. La muerte es mágica, que lo diga Marilyn Monroe. Si no se suicida, hoy estaría encabezando como la Bardot algún movimiento para salvar a las cabras de Urubutú.Pero resolviò morirse cuando debía y todos recordamos su espléndido cuerpo al que no le dio tiempo de arrugarse.

No obstante, ahora lo quieren todo, dejando de lado el poder tras bambalinas para esgrimirlo sin tapujos, a la vista de todos, iniciando con el feminismo la única confrontación en la historia, en la que los amos se rebelan contra sus esclavos, como lo afirma Tabuchi. Ganarán seguramente y como diría Porfirio Barba Jacob, "tras de ceñir un talle y acariciar un seno, la redondez de un fruto nos…" anunciará la aparición de ese, su nuevo orden…
 

Etiquetas: Aristóteles, Aspasia, Bardot, Bolívar, Borges, Cantar de los cantares, Clodoveo, Clotilde, Dalila, García Márquez, Helena, Holofernes, Juana de arco, Judith, Lisístrata, Madame Pompadour, Manuelita Sáenz, María antonieta, Marilyn Monroe, Mata Hari, Menelao, Paris, Platón, Porfirio Barba Jacob, Reina Victoria, Sabinas, Sansón, Tabuchi, Voltaire, Zeus

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