[Entre penas y copas] Donde Leo (II)
Artículo destacadoPor Juan José Ossa
martes 13 de diciembre de 2011 0:20 COT
Fotos: Juan José Ossa
Esa noche fue tal vez una de las más largas de mi vida: horas antes todo había terminado y me encontraba caminando sólo en medio de la lluvia con la vista fijada en el pavimento, esta vez todo se asemejaba a una de esas películas románticas que tanto le gustaban a ella, en las cuales el protagonista después de sufrir un rechazo, y cuando todo no podía estar peor, salía a caminar devastado en medio de la lluvia, que es un elemento dramático por excelencia, la única diferencia era que a mí, después de pasada la tormenta, no me esperaba un final feliz junto a ella.
Lo único que me hacia sentir un poco mejor era la lluvia que hacía imperceptibles las lagrimas que corrían descontroladamente por mi rostro. Era perfecto, por lo menos así nadie podía decir que me había visto llorando como un marica por las calles, pues así no lo queramos admitir los hombres también lloramos.
De repente escuché la voz de Carlos Gardel que salía de una cantina: “El mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil también…” Una sonrisa irónica se dibujó en mi rostro —por lo menos no soy el único que lo cree, Voy a entrar—.
El bar. Donde Leo está ubicado en Rionegro en el sector de San Antonio de Pereira, junto a una de las discotecas más grandes del municipio, Shappo. El lugar tiene una iluminación tenue y da la sensación de una tonalidad sepia, lo cual acentúa más la longevidad de los objetos puestos en las paredes y los anaqueles. Éstos van desde gramófonos, cuadros, fotos, discos de vinilo, figuras de porcelana, radios viejos, tazas para beber mate, cuadros con billetes antiguos y una bandera de Argentina bajo una foto de Carlos Gardel dispuesta a modo de monumento. Junto a la puerta está ubicada la barra, en ella se encuentran dos hombres solos, uno de ellos se toma solo una botella de aguardiente light, mientras que el otro, aparentemente más alcoholizado, sostiene torpemente una botella de cerveza en la mano. A medida que la noche avanzaba, iba vaciando botellas de cerveza, escuchando música de cantina, con los ojos secos pero melancólicos, siempre fijos en la madera de la barra, donde gradualmente y sin darme cuenta mi cuerpo se apoyaba cada vez más. Esa noche pasé mi pena bebiendo solo en la barra del bar.
Cuando me detengo a pensar en esos momentos, es inevitable preguntarme por qué encontré en este lugar una forma para afrontar mi dolor. ¿Acaso es cierto que el licor ahoga las penas? ¿Tiene alguna influencia los mensajes que se transmiten en las letras de las canciones con el consumo de licor?
…hay una búsqueda de ese ser humano. Y por eso es que en esos lugares, dónde se escucha esa música, usted puede ver a esos hombres, doblados y derrotados, pero si usted los ve en sano juicio, en otros momentos o en otros extractos de su cultura, se los ve como unos hombres recios y fuertes…
…dice Vladimir Giraldo, psicólogo y antropólogo de la Universidad de Antioquia.
Ya desde la época de la colonia, en la Ciudad Santiago de Arma el alcohol formaba un elemento clave en la economía y las dinámicas culturales tanto de la ciudad, como de la provincia de Rionegro.[1]
Se daban bonificaciones a los cultivadores de anís, se establecían estancos para la elaboración y el cobro de impuestos referentes al consumo de licores. Sin embargo, ya se identificaba en torno a las sustancias alcohólicas varios factores problemáticos para el orden público, que iban desde la venta de productos de contrabando y encarcelamiento, hasta la suspensión en la elaboración de licores.
Así, el consumo de aguardiente se constituyó en un problema de doble moral, en el cual se permitía la elaboración y el consumo de dichos productos, se obtenía lucro desde las ganancias generadas y el cobro de impuestos; pero también se apresaban a las personas por este factor. Durante el año de 1874 fueron arrestadas 78 personas por embriaguez; si consideramos la población del municipio en ese tiempo, es una cifra bastante elevada y aunque se consideraba un delito menor y la manera de pago de dicha infracción ocurría en tres formas básicas (una multa en dinero, dos días de cárcel o pago con trabajo social) ya mostraba síntomas de conductas sociales frente al licor que aún se mantienen.[2]
Según un estudio presentado en el 2008 por el Ministerio de la Protección Social y la Dirección Nacional de Estupefacientes, se registran datos realmente altos en torno al consumo de alcohol en los colombianos, entre los cuales se muestra que en Medellín y el área metropolitana aproximadamente un 41% de la población consumen mensualmente licor, es decir un estimado de 993.527 personas. Las cifras no son muy distintas a nivel departamental, donde el rango de consumo se establece en un 33,5%,[3] además de que los índices de consumo son mayores en hombres que en mujeres.
Si bien está claro que el tema del consumo de licor no es nuevo, es justo preguntarse cuáles son los posibles factores que conducen a estas conductas y determinar en qué medida la denominada música de cantina tiene una incidencia directa en el acto de consumir licor.
Frente a este tema Vladimiro Giraldo, psicólogo y antropólogo de la Universidad de Antioquia, manifiesta que, aunque existe una relación directa entre los mensajes de muchas canciones y el consumo de alcohol, es un acto que está preconcebido con el hecho de entras en una cantina.
En este punto, el entorno y la cultura en que se desarrollan los roles desempeñan un papel fundamental en las prácticas de los individuos, en nuestro caso el consumo de licor. Si bien existe una alusión directa al consumo de alcohol en muchas de las canciones populares típicas de las cantinas, no tienen en sí el mismo impacto persuasivo si son escuchadas en otros lugares como el transporte público, el trabajo, entre otros.
Esto se puede visualizar mejor cuando tomamos como ejemplo emisoras como Radio Cristal u Olímpica, que tienen gran parte de su parrilla de programación dedicada al género y que son escuchadas por trabajadores en sus horas laborales, por gran parte de los conductores de servicio público, carga y particulares, constructores, personas dedicadas a labores domésticas y, en general, un número considerable de personas que, a pesar de ser consumidores de mensaje emitido, no son afectados hasta el punto de transformar sus actividades cotidianas en torno al consumo de licor.
Cuando comparamos los datos que se han planteado anteriormente frente al consumo de licor, desde los antecedentes históricos hasta estudios más recientes, podemos ver que hay una tendencia constante hacia altos índices de consumo de alcohol. Por esto, no se puede afirmar que la música sea directamente culpable de dicha práctica, pues incluso se extiende a épocas donde no existía la radiodifusión ni las industrias discográficas, haciendo así de la música un privilegio de pocos.
“…la gente va buscando esas músicas, por que están diciendo cosas que ellos necesitan decir”. Si tomamos estas palabras de Vladimir Giraldo, encontramos un factor clave en torno a la constante alusión al licor en la música de cantina. El alcohol, los desengaños, las tristezas, la vida del bohemio, el vagabundo, el desamparado, el orgullo de macho reafirmado o herido por una mujer hermosa, las situaciones cotidianas, entre otros, son elementos constantes, las dolencias o alegrías comunes del alma y la vida, que pasan tanto en la esfera pública y privada y se escucha en la música popular.
Es por esto que adquiere esta misma denominación de popular, entendido como lo que es difundido y escuchado por el pueblo, que no agrupa un género sino varios y de diferentes países, pues los problemas de las personas, aunque diferentes en cada nación, son los mismos en cuestiones del espíritu y la misma condición humana.
“Prócer el que mata, santo el que no goza, macho el que no siente, marica el que llora, discreto el que no se ríe, decente el que no baila, y es bueno el que obedece; obedecí y me fui a la cama”. En este fragmento de la canción Danza de los muertos pobres, de la banda Argentina Bersuit Vergarabat, se puede evidenciar la idea de un humano perfecto para una sociedad doble moralista que restringe los placeres al máximo cuando dice “es bueno el que obedece; obedecí y me fui a la cama”. Se evidencia el tedio absoluto si se considera el seguir dichas normas.
La cantina se convierte en un punto de trasgresión, en una especie de válvula de escape, donde se puede dar mayor libertad a las emociones: está permitido sufrir y amar públicamente sin dejar de ser un hombre machista (como lo somos en mayor o menor medida todos), darse a las bajas pasiones, buscar aventuras, y en fin, pertenecer a unas dinámicas culturales y éticas diferentes a las que se experimentan durante el día y en otros escenarios.
Próximo artículo: Una entrevista sin pelos en la lengua
Artículo anterior: Principios teóricos fundamentales
[1] Esta provincia comprendía una extensión geográfica, que se extendía hasta los limites de la provincia de Popayán, agrupando así una gran cantidad de poblados.
[2] Para conocer más consultar en el archivo histórico:
Tomo dos Volumen 2 p 43-48, año 1741.
Tomo dos Volumen 2 P 69-72, año 1731.
Tomo dos volumen 130. Registro de individuos encarcelados por embriaguez (1874).
Tomo dos volúmenes 6 año 1771.
martes 20 de diciembre de 2011, 18:59 COT
Hola Juan José!
Este escrito es fascinante porque además siembras esa disyuntiva que muchos han planteado sobre si la música fomenta el consumo de licor independiente del sitio donde se escuche. Lo cierto es que esa relación entre las letras y mensajes de las canciones frente al consumo del alcohol es muy marcada; la gente quiere escuchar lo que quisieran decir porque lo sienten en su interior y ésta es una forma de exorcizase por momentos.
Gracias por esa cifra que transmites también sobre el 41% de la población de Medellín que consumen mensualmente licor ( 993.527) Lo que indica que sigue siendo Buen negocio vender licor.
Estaré pendiente de tu próxima publicación, versión III.
Salud!!
martes 28 de febrero de 2012, 20:15 COT
Hola Juan: Bien el título de sin pelos en la lengua, Frase que es difícil aplicar en la vida diaria, ya que la libre expresión es muy coartada sobre todo cuando se trata de defender los derechos.
Y es verdad, el licor nos permite hablar y expresar lo que sentimos sin temor a que nos juzguen. Es por ello que al dia siguiente a veces nos sentimos con pena moral por lo que dijimos en esos momentos de alegria y embriaguez y que en sano juicio nos se nos hubieramos atrevido a manifestarlo. Pero como lo escribiste, es una forma de escaparse de esa realidad que nos hace llorar y sufrir muy continuamente