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[Entre penas y copas] Principios teóricos fundamentales (I)

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martes 6 de diciembre de 2011 0:01 COT

Cantinas de Veracruz

Foto: Eduardo Pavon, licencia Creative Commons Atribución – Compartir igual

Es común ver en los municipios los espacios de esparcimiento denominados cantinas. Sus nombres pueden ser variados: fuentes de soda, heladerías, tabernas e incluso bares. Sin embargo, todos estos establecimientos públicos cuentan con características especiales que permiten agruparlos dentro de unos mismos patrones. Entre ellos, y tal vez como los principales factores, están la música y el alcohol.

Dentro se ven siluetas principalmente masculinas sentadas en las barras llenas de botellas de distintas formas y tamaños, los sitios son iluminados tenuemente y tienen un contexto melancólico que se acentúan aún más cuando desde sus entrañas se escuchan los sonidos de tonadas de música popular, que en esta instancia agrupa una gran cantidad de ritmos pertenecientes a diferentes países, los tangos originales de Argentina, las rancheras mexicanas, los pasillos ecuatorianos, bambucos colombianos y demás ritmos propios y foráneos.

Para hablar sobre la relación entre música y alcohol, se deben tener en cuenta elementos como las denominadas culturas populares, industrias culturales, cultura de masas y globalización, pues es mediante la interacción de estos elementos que se puede elaborar una concepción clara de música popular.

Con el desarrollo de los medios masivos, y de sus potencialidades mercantiles e ideológicas, surge la cultura de masas, que pretende la homogeneización cultural con la final de integrar a la población al mercado de consumo, y transmitir una visión del mundo que favorece los intereses de ciertos grupos de los sectores dominantes, tanto a nivel nacional como internacional. (Charles. 1987)[1]

Es importante hacer la diferenciación entre cultura popular y cultura de masas, pues se tiende a considerar lo popular igual a lo masivo producido y definido por los medios de comunicación y los intereses comerciales de algunos grupos. Las industrias culturales no son el resultado de la imposición de contenidos por parte de los mass media. Por el contrario, los contenidos expresados dentro de estos son el reflejo de las interacciones y dinámicas sociales que se dan en el entorno de la vida cotidiana, que logran reafirmar los paradigmas de ésta y establecen posiciones favorables a sus intereses a medida que los consumidores se ven identificados con los productos, por esto los medios de comunicación masivos no son en sí quienes imponen y conforman la cultura de masas, más bien la reproducen.

Frente al tema de las industrias culturales, vistas como una cultura inculta, Jesús Martín Barbero dice:

“El lugar de las industrias culturales en estos procesos está exigiendo redefinir ese concepto más allá del sentido inicial dado por los de Frankfurt en cuanto desublimada 'caída del arte en la cultura' y su reducción a mercancía”.(Barbero, 348.)[2]

Se ha venido transformando el modelo de las industrias culturales vistas como la vulgarización de la alta cultura y se ha empezado a reconocer que dentro de lo popular hay toda una serie de elementos estéticos de un valor inmenso.

La sustitución de los rasgos propios por los foráneos puede ser vista también como un asunto cultural bastante propio de nuestra sociedad en constante cambio e interacción con otras culturas (incluso dentro del mismo territorio nacional). La formación de una identidad como nación para Colombia e incluso para el entorno latinoamericano está mediada desde sus inicios por el choque cultural producido durante la época de la colonia entre los europeos y nativos americanos.

Es lógico que frente a los fenómenos de globalización en los que nos desenvolvemos, por medio de los nuevos canales de comunicación como la Internet, las redes sociales y los medios de comunicación masivos, haya un temor marcado frente al “bombardeo” cada vez mayor de productos culturales ajenos. Como lo manifiesta el filósofo francés Régis Debray en Crónica de un cataclismo, es normal que con la llegada de un canal o herramienta de comunicación nueva se tienda a pensar que lo que estaba anteriormente va a desaparecer (se pensó que la radio sustituiría la prensa escrita, que con la llegada de la televisión desaparecerían la radio y el cine…). Sin embargo, los hechos han demostrado lo contrario: más bien ha quedado claro que cada elemento posee características únicas que garantizan su perdurabilidad y tienden a relacionarse y conectarse entre ellas y evolucionar.

La cultura es un elemento que se configura según las necesidades que presenta el entorno y quienes habitan en él. De igual modo, la música popular es en sí una parte de la denominada cultura popular que se expresa mediante el conglomerado de los ritmos propios y foráneos que identifican al individuo.

Le nace un hijo, bebe; se le muere, bebe; cumple años, bebe; se casa, bebe; enviuda, bebe; ganó, bebe; perdió, bebe; se encuentra con un amigo, bebe… está triste, bebe, es para ahogar su pena; en ayunas, bebe, es para matar el gusano, antes del almuerzo, bebe, es para abrir el apetito; después, bebe, es para ayudar la digestión… si se va, bebe, es el del estribo… con frío, bebe es para entrar en calor… con miedo, bebe: es para animarse… si es pobre, ¿porque qué otra cosa puede hacer?, si es rico, para eso trabaja y tiene con que… Nada se sabe hacer con cabeza fría; el alcohol le es compañero inseparable; vive para beber, creyendo beber para vivir e ignorando que con ello se mata.[3]

En estás palabras de Rafael Uribe Uribe, se puede ver en el consumo de alcohol un rasgo cultural bastante fuerte fundamentado en la idiosincrasia del consumidor, el licor es en este punto un asunto de hábito que se convierte en una practica rutinaria y que es un elemento clave para comprender las dinámicas culturales de la sociedad colombiana. Desde los inicios del siglo XX el consumo de alcohol en Antioquia ya se consideraba un problema grave y sin cura para sus consumidores. Sin embargo, resulta bastante simplista considerar que el problema como tal es un asunto meramente personal: aunque es cierto que el tomar o no un trago es una elección individual, tiene una fuerte carga social que viene incluso desde la época de la colonia, donde ya era considerable el consumo de bebidas como la chicha.

Por este motivo, la corona española implementó impuestos a la producción y consumo de dichas bebidas mediante puntos denominados estancos, impuesto que aún continúa vigente.

El alcohol, dentro de las dinámicas colombianas, se puede ver de una forma semejante al consumo de chicha y coca en otras culturas, es un aliciente para el diario vivir, e incluso de connotación divina. Un estudio histórico realizado por investigadores de la Universidad de Antioquia sobre el alcoholismo en este departamento,[4] dice que para principios del siglo pasado en la ciudad de Medellín había en promedio 800 cantinas y los principales consumidores de bebidas embriagantes eran los obreros, que en sus tiempos libres encontraban en estos establecimientos un punto de encuentro entre ellos, y un escape a las obligaciones laborales y morales.

Es este un factor clave para la investigación, las cantinas. Estas en la actualidad no tienen diferencias sustanciales con los establecimientos de épocas anteriores; de hecho, muchos de ellos se logran mantener casi intactos al paso del tiempo, tal es el caso del Salón Málaga en Medellín. Las cantinas al igual que los parques, iglesias, plazas de mercado, entre otros, son puntos que si bien cuentan con dinámicas diferenciadoras entre sí son un punto de encuentro e interacción social.

Paradójicamente las cantinas, aunque dotadas de una alta carga social negativa por su dinámica comercial en torno al licor, que les da a estos sitios un cierto aire de marginalidad, suelen ubicarse en puntos céntricos de los municipios, ya sea en lugares aledaños a los parques y las plazas comerciales, siendo directamente condicionantes de las dinámicas comerciales y culturales.

Se puede decir que las cantinas son el punto físico donde se encuentran los dos objetos a investigar en este trabajo: la música popular y el consumo de licor.

Frente a la pregunta "¿Existe alguna relación entre el consumo de sustancias alcohólicas y la apología al consumo de estas, dentro de los contenidos de las letras de las canciones del género?", se podría pensar desde teorías de la información como la de la aguja hipodérmica en un consumidor de los mensajes que es pasivo y recibe estos de una forma unidireccional; sin embargo, en el entorno real es diferente.

Esto se puede explicar de una mejor manera si tomamos el experimento del fisiólogo ruso Ivan Pavlov, donde a un perro, mediante el sonido de una campana y el hacer que la relacionara con comida, generaba en el animal un nivel de salivación igual que el que tenía al momento de ver el alimento; resulta absurdo el creer que en las personas puede haber un nivel de condicionamiento frente a los mensajes hasta el punto en que el sonido de una canción alusiva al licor conduzca directamente al consumo de tal.

“Porque eso es exactamente la música popular. La que canta esa vida cotidiana, la que recrea, la que habla a la gente y le dice esas cosas que cada uno siente que pudo haber dicho y no dijo pero de las que es licito apropiarse” (Mora. 1989)[5]

Las dinámicas de consumo en torno a la música popular van por un punto diferente al consumo de licor y ninguno es causa o efecto directo del otro, aunque ambos se relacionen dentro de las cantinas como elementos que identifican al consumidor, sus pesares y felicidades, y dan a estos lugares ese ambiente entre místico y suicida propio del alma del bohemio, del despechado que paga sus penas ahogándolas en la copa de licor, que es a su vez la causa y la solución de las dolencias del alma. Un claro reflejo de esto se ve en la canción de Los Relicarios El aguardientero.

Soy bohemio que sufre intensamente
la amargura de un hondo desconsuelo
y no renuncio jamás del aguardiente
porque sólo el licor es mi consuelo
y no renuncio jamás del aguardiente
porque sólo el licor es mi consuelo

Aunque me cueste morir
no dejaré la bebida
porque una pena de amor me quiere quitar la vida
porque una pena de amor me quiere quitar la vida

El licor es el único consuelo
para todos los tristes de la vida
que vagamos sin rumbo en el sendero
buscando una ilusión desvanecida
que vagamos sin rumbo en el sendero
buscando una ilusión desvanecida

Aunque me cueste morir 
no dejaré la bebida
porque una pena de amor me quiere quitar la vida
porque una pena de amor me quiere quitar la vida

Sirva trago hermosa cantinera
seré su amigo y seguro confidente
aunque sólo la copa me enamora cuando la veo repleta de
aguardiente
aunque sólo la copa me enamora cuando la veo repleta de aguardiente

Aunque me cueste morir 
no dejaré la bebida
porque una pena de amor me quiere quitar la vida
porque una pena de amor me quiere quitar la vida

En esta canción se ve evidenciada la esencia del que acude a ahogar las penas en la cantina, e incluso se observa cómo se es conciente de las consecuencias que trae el consumo desmedido de alcohol, cuando se dice: “aunque me cueste morir, no dejaré la bebida”. Quien consume es conocedor del daño que causa el beber y acepta las consecuencias, incluso se puede entender que las penas de amores, como lo expresa la letra, son un pretexto para asistir a las cantinas a consumir bebidas embriagantes, más que un factor causante de dicha conducta, pues aún en la pena más onda y el dolor más profundo existe una cierta dosis de placer. El placer del suicida, del bohemio, del que sufre y se enorgullece con su dolor.

Se puede encontrar la relación entre lo banal y lo sagrado; en las cantinas se encuentra el espíritu de Baco, dios de vino y los placeres, y el de Jesús en relación del vino y la sangre, en analogía al sacrificio que se hace con el fin de redimir los males del alma. Un claro ejemplo de esto se ve en la canción Copa rota, de Benito de Jesús, la relación sangre vino, se puede entender como lo mismo en el alma del que padece penas de amor, el licor es semejante a la sangre por que al igual que el cuerpo necesita de la primera para vivir, el sentimiento de dolor que brota y ayuda a expulsar el llanto se ve alimentado por el consumo de licor necesario para redimirse consigo mismo, en este punto la canción Copa rota se puede entender como el proceso de duelo que experimenta un hombre frente a su dolor, el cual incluso en medio del llanto excesivo encuentra en el masoquismo producido por el ahondamiento de las penas, hasta el punto del castigo físico autoimpuesto, la forma de legitimar en él la exaltación de su hombría y su orgullo de macho herido.

Canción: Copa rota

Autor: Benito de Jesús (Puerto Rico, n. 1912)

Intérprete: Alci Acosta.

Aturdido y abrumado
por la duda de los celos,
se ve triste en la cantina
un bohemio ya sin fe.
Con los nervios destrozados,
y llorando sin remedio
como un loco atormentado
por la ingrata que se fue.

Se ve siempre acompañado
del mejor de los amigos,
que le acompaña y le dice:
"ya está bueno de licor".
Nada remedia con llanto,
nada remedia con vino:
al contrario, la recuerda
mucho más su corazón.

Una noche, como un loco,
mordió la copa de vino,
y le hizo un cortante filo
que su boca destrozó.
Y la sangre que brotaba
confundióse con el vino,
y en la cantina éste grito
a todos estremeció:

"No te apures compañero
si me destrozo la boca,
no te apures que es que quiero,
con el filo de esta copa,
borrar la huella de un beso
traicionero que me dio”.

"Mozo, sírveme la copa rota,
sírveme que me destroza
esta fiebre de obsesión.
Mozo, sírvame en la copa rota,
quiero sangrar gota a gota
el veneno de su amor".

"Mozo, sírveme en la copa rota,
sírveme que me destroza
tanta fiebre de obsesión.
Mozo, sírveme en la copa rota,
quiero sangrar gota a gota
el veneno de su amor”.

Las cantinas son el lugar donde se permite al hombre llorar en público sin dudar de su masculinidad, a su vez el alcohol es un elemento que apoya el llanto y reafirma el sentimiento autodestructivo necesario para la superación del dolor. Fernando González, en El libro de los viajes o de las presencias,[6] define este estado como un proceso de agonía necesario para entrar en una reconciliación con la intimidad, es decir, el crecer a modo personal por medio de la superación de las dolencias.

Próximo artículo: Donde Leo


[1] Charles, Mecedes (1987) Documento sobre cultura. /estudios sobre las culturas contemporáneas. Vol. 1, número 003. Universidad de Colima.

[2] Barbero, Jesús Martín (2002) OFICIO DE CARTÓGRAFO, travesías latinoamericanas de la comunicación en cultura. Fondo de Cultura Económica. Colombia.

[3] Publicado en la Revista Labores.

[4] Duque Ossa, Diego José. Quiceno Guzmán, Gladis Cecilia. Psicosis alcohólica en el hospital mental de Antioquia, 1900-1930. Biblioteca Central Universidad de Antioquia.

[5] Mora, Orlando. La Música es como la vida. (1989.) Biblioteca digital Universidad de Antioquia.

[6] González, Fernando. Libro de los viajes o de las presencias. (1959) AGUIRRE EDITOR. Medellín.

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Un comentario a la entrada “[Entre penas y copas] Principios teóricos fundamentales (I)”

  1. Silvana
    jueves 8 de diciembre de 2011, 23:27 COT
    1

    Este especial es el que más me gusta de los que has hecho. Y es porque representa el fruto de una labor de muchos meses de investigación, escritura y presentación de resultados. Porque es uno de los significados de la culminación de una etapa muy relevante de tu vida.
    Por otro lado es un tema muy interesante y refleja la madurez de un profesional que se formó no sólo académicamente.
    Como siempre mis felicitaciones y mi admiración.



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